existe una capacidad infinita para el morbo. Ayer, mientras a medio planeta se le saltaban las lágrimas asistiendo al parto de los mineros de la tierra, algunos hacían bromitas con la frase de una de las mujeres de un minero sobre si sería ella la invitada al acto social del rescate o puede que fuera la querida. Y es que este accidente ha provocado sin quererlo la copia de Gran hermano, el gran descubrimiento televisivo de los últimos años. Un encierro de gente con la presencia de cámaras de televisión. Todavía está por ver los derroteros que toma el hecho. Si con el tiempo estos mineros que han pasado de ser unos currelas abandonados en un de los trabajos más infernales están llamados a formar parte de una de esas odiseas que narraran la literatura, el cine y la televisión. Ya saben: esos papeles en los que se vuelva a recrear la aventura y los avatares de los 33 protagonistas que la cápsula Fénix 2 fue pariendo hacia la superficie un 13 de octubre de 2010 desde los negras entrañas del yacimiento de San José de Copiapó. Una de esas historias en las que el capataz Florencio Ávalos, el primero de los rescatados, le pongan la cara de George Cloney o se decanten por la barba y el aplomo silencioso de Chuck Norris. O a Mario Sepúlveda, que fue el segundo y ya es popularmente conocido por sus bromas y la frase que dijo al salir: "Viva Chile. Mierda", y duden en elegir como actor entre a Jim Carrey, darle un toque de color y ofrecérselo a Will Smith o, si la serie es de por aquí decantarse por Santiago Segura y que el personaje sea una versión de Torrente. Ayer fuimos testigos del rescate más famoso que la televisión nos ha dado desde aquel primer viaje a la Luna. Esperemos que ahora las recreaciones estén a la altura de este guión que la fatalidad y la dejación escribieron en las tripas de una mina perdida en el Cuarto Mundo del continente americano.
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