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"Celaya tuvo que dedicar mucho esfuerzo a pelear contra las circunstancias, pero eso le dio vida"

Juan Manuel Díaz de Guereñu, catedrático de Comunicación de la Universidad de Deusto, analiza el epistolario 'Gabriel Celaya-León Sanchez Cuesta 1932-1952', una correspondencia que recoge una etapa esencial, en la que Rafael Múgica muda en Gabriel Celaya

"Celaya tuvo que dedicar mucho esfuerzo a pelear contra las circunstancias, pero eso le dio vida"Ruben Plaza

Donostia. Hoy habría cumplido cien años Gabriel Celaya (Hernani 1911-Madrid 1991), uno de los poetas vascos más queridos y admirados. Diaz de Guereñu forma parte de un equipo de investigadores universitarios de varios países dedicados a estudiar y editar epistolarios, "no exclusivamente, pero sí esencialmente" de la edad de plata, etapa previa a la Guerra Civil. La relación entre Celaya y Sánchez Cuesta, subraya, es "muy ilustrativa de lo que era la cultura o incultura de la época y cómo dos generaciones distintas intentaban sobrevivir o enfrentarse a ese ambiente".

¿Qué convierte a Rafael Múgica en Gabriel Celaya? Se ha hablado mucho de su primer matrimonio y su crisis personal. ¿Y la experiencia bélica (combatió en el lado republicano)?

Es difícil decirlo más allá de lo que el mismo Celaya cuenta, que él básicamente se equivocó de vida, aceptó integrarse en el modo de vida que le proponía su familia y esa equivocación le costó una enfermedad física. Estuvo mucho tiempo convencido de que se moría, con una depresión tan brutal que le provocaba fiebres. Cuando encontró a Amparitxu (Amparo Gastón) y nuevas razones para vivir se curó. ¿Las razones íntimas? La experiencia en la guerra pudo influir, supuso una interrupción brutal de su carrera como poeta. Había publicado su primer libro (Marea del silencio, 1935), albergaba grandes esperanzas y todo eso se fue al carajo.

Celaya concebía la poesía no como "un fin en sí mismo", sino "un instrumento, entre otros, para transformar el mundo".

Efectivamente. La poesía es una forma de transformarse él mismo, esa doble cara de Gabriel en sus inicios, la cara del ingeniero, de Rafael Múgica y la del poeta, escritor, la poesía le sirvió para ser Gabriel Celaya, dejar su vida ordenada y su vida de orden en San Sebastián. (La editorial) Norte fue una de las herramientas que se buscó para comprometerse con algo que creía.

¿Ser un poeta comprometido, "popular", le restó prestigio académico?

La poesía social está mal vista en ámbitos académicos y simplemente literarios y, como rótulo de conjunto, tampoco fue un invento muy positivo desde el punto de vista literario. Hay grandes poetas de lo social, como Blas de Otero y Gabriel Celaya, pero hay mucha poesía malísima que no hay por donde cogerla. Celaya escribió poesía con intención social pero nunca se conformó con seguir las recetas de la poesía social, las que marcaba el movimiento a finales de los 40 y principios de los 50. Eso le salvó de la etiqueta. Por otro lado, Celaya es un escritor torrencial y publicaba siempre que podía, lo que perjudicó su imagen porque daba la impresión de ser un autor fácil, en contraposición con Blas de Otero, que publicaba muy poco, y lo hacía después de romper y elaborar muchísimo. Son dos maneras de estar en la escritura poética. Por ser un escritor torrencial no recibe el respeto que merece. Escribió grandes poemas que merece la pena releer y acabará flotando por encima de las etiquetas y los prejuicios.

¿Cuánta energía artística perdió por la época que le tocó vivir, la guerra y la dictadura?

Celaya indudablemente tuvo que dedicar mucho esfuerzo vital a pelear contra las circunstancias, pero tengo la sensación de que eso le dio vida, la necesidad de oponerse al mundo, su valentía de enfrentarse a la vida personal y de romper con todo, con su trabajo, su familia, su ciudad y empezar como poeta, que era un suicidio económico y social que podía echar por la borda todo lo que tenía y lo que podía conseguir. Nació de su decisión de no dejarse atrapar en ese mundo que le ponía literalmente enfermo.

¿Qué significaron para él Hernani, Madrid y San Sebastián?

Hernani y San Sebastián son sus lugares, en los que tiene puesto su corazón desde siempre y para siempre. Lo que ocurre es que en la época de la ruptura no podía vivir así, San Sebastián se le hacía insoportable y prepara su traslado a Madrid. Su vida donostiarra le abocaba a un enfrentamiento cotidiano, le miraban mal, sobre todo a Amparitxu, considerada la culpable del cambio.

Madrid fue la escapatoria, y para alguien que se oponía a la dictadura y quería dedicarse a la literatura a contracorriente, Madrid era un lugar más adecuado que una ciudad pequeña como San Sebastián.

Amparitxu es de las pocas compañeras de escritores que no ha quedado mal parada en la posteridad.

¡Es que las mujeres son tremendas! (bromea). Creo que hay mucha mitología sobre las mujeres de escritores, lo que sí es cierto es que en el caso de Celaya, Amparitxu le permitió y le dio la excusa que necesitaba para romper. Es una figura capital para el desarrollo del escritor, en contra del hombre dedicado a los negocios, condenado a no seguir su impulso.

¿Qué Celaya dibuja la correspondencia con León Sánchez Cuesta? Por un lado, es un autorretrato muy profesional, que deja fuera los detalles personales… Por otro, la correspondencia recoge una etapa fundamental: la evolución del poeta previo a la Guerra Civil y posterior a la II Guerra Mundial.

Celaya había conocido a Sánchez- Cuesta cuando era estudiante en Madrid. Sánchez-Cuesta era un librero que proporcionaba lo mejorcito de la literatura española e importaba libros extranjeros, en concreto de la vanguardia francesa, que a Celaya le interesaba mucho en ese periodo. Cuando edita su primer libro, Celaya le encargó que lo distribuyera. Cuando, junto a Amparitxu, se puso a editar los volúmenes de la colección Norte, también. Es una correspondencia de negocios, entre el autor y editor y el distribuidor de los libros; dos hombres apasionados de la poesía, desde situaciones vitales muy distintas, que intentan colaborar en esa labor poética y editorial con bastante poco éxito, pero mucho mérito. Esa España no daba para nada; hay detalles deprimentes en esa correspondencia. Celaya le cuenta en una carta que cuando envía libros de poesía se los devuelven de las librerías sin abrir el paquete porque no les interesa. Es una tarea que emprenden con todas las ganas del mundo, una lucha heroica.

Sánchez-Cuesta poseía un perfil conservador y Celaya era un claro opositor antifranquista. ¿Se percibe esa tensión en las cartas?

Sánchez-Cuesta era un hombre conservador y cuando estalla la guerra estaba más a favor de los sublevados; pero se exilió y no volvió hasta 1947 porque había mantenido muchas amistades peligrosas con republicanos, gente de la Generación del 27. Le costó volver porque, probablemente con razón, pensaba que le iba a costar disgustos. A su regreso, tenía la idea de llevar una vida absolutamente tranquila y fue Celaya, joven, combativo y de izquierdas, el que le metió en la aventura de (la editorial) Norte. Hablan del tema de forma muy discreta, porque eran cosas que no se publicitaban y porque León estaba en otra postura, muy receptiva a la tarea literaria, pero cada vez que Celaya decía algo en sus cartas que significa una oposición al régimen, daba la callada por respuesta.

¿Cuántos disgustos le costó a Celaya su posición contra el régimen?

Detenciones, prohibiciones de libros, multas, todas las pequeñas puñetitas que una dictadura puede preparar para amargarle a uno la vida.

¿Cómo fue como editor?

Muy entusiasta. Sobre todo, lo que marca el desarrollo de la colección son las ganas de escribir y de editar. Durante los primeros años él lo hace todo, escribe buena parte de los libros, traduce varios, se encarga de llevarlos a la imprenta... Es una especie de guerrillero que está metido en su tarea de editor.

¿Cree que el estudio de la correspondencia se perderá con los autores del siglo XXI o habrá epistolarios de correo electrónico?

Ríe. Es difícil hacer una previsión . Se escriben más cartas que nunca, otra cosa es que se vayan a conservar. Habría que hacer una reflexión de cómo cambian los e-mails respecto a las cartas de antes. El epistolario es un medio formidable para conocer al autor por dentro.