Locus iste orfeón donostiarra
Intérpretes: Orfeón Donostiarra. Gerardo Rifón, órgano. José Antonio Sainz Alfaro, dirección. Programa: Obras de Madina, J.S. Bach, Mozart, Brahms, Fauré, A.L. Weber, Pau Casals y Mendelssohn. (Conciertos inaugurales de la Iglesia Iesu de San Sebastián, obra de Rafael Moneo). Fecha: 11 de junio de 2011. Público: Lleno.
UNA impresionante y poderosa cruz asimétrica como techo que desciende de la luz se impone y protege a los fieles que admiran el grandioso y limpio espacio blanco de la última obra de Moneo. Esa cruz es el leit motiv de toda la obra. No hace falta más iconografía. La claridad, la luz, el símbolo cristiano son tan rotundos, que es fácil crear espiritualidad en el espacio y sentirse atraído por esa atmósfera que tiende hacia la elevación. La flagrante modernidad del edificio no renuncia a la tradición de la arquitectura católica: hay un amplio espacio a modo de pórtico con celosía conventual; un cuadrado ajardinado a modo de claustro; y, ya dentro de la propia iglesia, compartimentos bien definidos para el bautismo, la confesión o la reserva del Santísimo. También detalles como un gran presbiterio, que invita al ecumenismo, o un coro, no en la parte de atrás, sino recorriendo un lateral y muy integrado en la nave principal. En el coro, un excelente órgano de la organería alemana (la misma firma que el de la parroquia del Huerto de Pamplona), cuyo diseño de fachada también corresponde a Moneo. La acústica, que en los ensayos del Orfeón era especialmente reverberante, resultó muy buena en el concierto con la iglesia llena de gente (en este caso abarrotada, con mucho público de pie).
Para este acontecimiento inaugural, Sáinz Alfaro preparó un programa religioso en el que en todas las obras apareciera la palabra Iesu, titular de la parroquia. Fue una hora de concierto que repasó fragmentos cumbre del extensísimo corpus religioso de la literatura musical. Empezando por el Aita Gurea de Madina, de especial emoción para todo el mundo. Fue un concierto serio y de gran intensidad, bien interpretado, y escuchado por el público con verdadero respeto y devoción. De este concierto me quedo, en primer lugar, con el excelente entendimiento entre el órgano y el coro, entre la dirección y el organista. En este caso, la colocación del instrumento rey favorece esa relación, al estar muy cerca del presbiterio. El organista Gerardo Rifón -muy bien secundado por los ayudantes de registración- buscó los registros apropiados para acompañar y nunca tapar a las voces; asomando el tutti sólo en los momentos oportunos y en perfecta consonancia con el Orfeón. En segundo lugar, me pareció esplendoroso el Bach con un coro grande (bien elegidas las obras que admiten esa sonoridad, como el final de la Pasión San Mateo), que, de vez en cuando, da gusto escuchar, por lo inhabitual. También las excelentes prestaciones solistas de Ana Salaberría, Leire Sarasola y Jesús García. Y, en tercer lugar, me sorprendió la poderosa versión del Salmo 43 de Mendelssohn, a la que se le incorpora el órgano. Francamente brillante como colofón del concierto.
Es un acierto organizar actos relacionados con otras artes -en este caso la música, tan ligada al acontecimiento- ante una obra pública tan importante. También ha pasado por esta iglesia un estreno para órgano del alsasuarra González Acilu, interpretado por el organista pamplonés José Luis Echechipía.
Así, como bien dijo el párroco en una muy acertada presentación, se juntan en un mismo lugar expresiones que van más allá de las palabras. Un lugar que, como dice el salmista, sea "Locus iste a Deo factus est". Un lugar hecho por Dios.
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