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La alegría del Capitán cobarde

Albertucho charló con El Camaleón sobre música, vida, libertad, actitud y sobre todo, pasión.

La alegría del Capitán cobardefoto: cedida

albertucho AKA Capitán cobarde presenta en Pamplona su 'Alegría'. ¿Alegría que tienes, tenías o que, realmente, siempre buscas?

-El disco lleva por título Alegría precisamente por esa búsqueda constante que tiene el ser humano como meta o como concepto para tirar p'alante sin depresión; con la lucha y con los ideales, pero sin caer en esa depresión que parece nos quieren inculcar.

-Albertucho estará 'Muertecito de ganas' por dar la cara, por contar alguna verdad, como dice en la canción, aunque, visto lo que nos rodea, parece que esa no es una actitud muy popular...

-Mi actitud, desde que empecé muy chico con esto, con 17 años, siempre ha sido una pasión. Mi gran inquietud siempre ha sido decir las cosas claras y ser sincero conmigo mismo. De ahí lo de dar la cara, hacer lo que quiero y que se me comprenda cómo yo me quiero escuchar.

-Aunque en tu anterior trabajo ya se apreciaba el banjo, ¿qué ha sucedido para esta inmersión de Albertucho, con un recorrido vital que parte del sur y recorre gran parte del rock urbano estatal, en este instrumento, el ukelele o la guitarra slide?

-Son las influencias, es algo natural, por honestidad. Uno quiere expresar lo que escucha y sentirse identificado con lo que hace. El de músico es un trabajo de carretera, duro, así que tienes que estar muy contento con lo que haces; no puedes hacer algo con lo que no te sientas identificado. Yo empecé con el rock urbano pero, de alguna manera, ya lo dejé de lado, y ahora escucho más country, blues, new folk, la música de la riberita del Mississippi y los sonidos estos cacharrosos de banjo y pedal steel. Aunque mi anterior disco, El Capitán cobarde, también era bastante sureño, en Alegría me he tirado hacia la parte del bluegrass, más que hacia el punto dylaniano que tenía el otro disco; en esta ocasión los ritmos son más acelerados.

-Lo de cobarde, por muchas cuestiones, es un apelativo que no pega con Albertucho. Y además, musicalmente, en este álbum casi has perpetrado una valentía suicida al cambiar de estudio en mitad de la grabación.

-Es algo que te pide el cuerpo, sobre todo cuando tienes la suerte de conocer músicos tan geniales. Uno siempre quiere trasladar sus influencias fielmente, y, en mi caso, quería hacer un disco de folk, pero para eso hacían falta músicos. Y tuve la suerte de que se cruzó en mi camino Pablo Salinas, músico cuya sabiduría me dejó flipao y por eso me cambié de estudio, porque vi que con este hombre podía llevar acabo mi idea mucho más fielmente.

-Los discos de Albertucho se habían caracterizado por contar con varias colaboraciones, algo que no se ha dado en 'Alegría'.

-Estas cosas son naturales, no hay que forzar. Además, en este álbum como he contado con el Flaco Barral para los banjos, dobros, etcétera, y Pablo Salinas para otros tantos instrumentos, pues... Claro que me gustaría que cantara gente conmigo, pero es que yo no soy muy de pedir, no vaya a ser que me digan que no (risas).

-A Pamplona llegas con la 'Alegría' bajo el brazo, pero, ¿en qué formato la vas a defender?

-A Pamplona voy con el formato más duro y puro: yo con mi guitarra, mi piano, mi banjo y mi ukelele. Estos conciertos son muy difíciles para mí, pero también generan una magia especial porque yo tengo que defenderlos con uñas y dientes presentando una canción desnuda. Y, además, no quiero caer en el concierto de cansautor, ya que no es la música que escucho ni lo pretendo. Por eso son actuaciones con muchos matices, según el instrumento, y les doy mucha energía. Lo que he hecho es transformar las canciones antiguas al rollo de bluegrass, con partes que tiran más hacia Tom Waits y otras más aceleradas. Cada concierto que hago solo es un reto para mí, pero la gente acaba muy contenta porque uno se lo curra y acaba demostrando lo que es una canción desnuda.

-En 'Mi compadre, uno de los mejores temas del álbum, haces referencia al miedo al precipicio. ¿Ser músico significa mantenerlo siempre a tu lado?

-Está siempre ahí... El proceso de composición no te lo quita nadie, pero después está la carretera: ¿irá la gente o no irá?, ¿me llamará alguien para tocar? Con la música, uno siempre juega al límite, apostando todo porque es tu ilusión y tu forma de vida. Yo llevo desde los 17 años dedicándome a esto, y he cumplido 29, y, la verdad, es que si no fuera por ese precipio que está ahí para tirar p'alante... Esto es un modus vivendi y creo que ya nada me va a impedir lo que me queda de vida haciendo canciones.