"A algunos solo les gusto cuando hago cine francamente loco"
Escudado en un sarcasmo contumaz y "muy satisfecho" con el resultado de su película, el bilbaíno respondió ayer a los periodistas con el deseo de trasladar a los espectadores que van a disfrutar tanto como lo ha hecho él haciendo esta comedia disparatada con héroes tipo 'Abbott y Costello'
donostia. Lleva varias semanas de promoción, pero ahora es cuando la película se exhibe ante el público, ¿qué impresión le dejan las primeras reacciones?
Estoy muy contento, la sensación es que la gente se ríe mucho y está recibiéndola de maravilla. Increíblemente bien. Imagino que ya vendrá luego el 'ya será menos'...
Hay quien dice que con 'Las brujas de Zugarramurdi' ha vuelto el auténtico Álex de la Iglesia.
Me encanta que lo digan porque, en principio, la idea es positiva; es decir, los que dicen eso quieren decir 'por fin vuelve aquel que queríamos y que durante estos últimos años hemos detestado' (sonríe). Pero, claro, esto también tiene su contrapartida negativa, porque significaría que durante algún tiempo me he ido, pero no, yo sigo siendo el mismo. Lo que pasa es que quizá esta película se asemeja más a las primeras por contenidos, por el ocultismo, por las brujas, por monstruos, porque es más desmadrada que otras. Así que, por un lado, me encanta que lo digan, no lo voy a negar; he leído lo de 'Álex en estado puro' y eso me vuelve loco. Aunque, en una segunda lectura, pues me toca los cojones. A los que lo dicen, pues les contesto: 'Chicos, no me he ido nunca, estoy aquí y parece que solo os gusto cuando hago un tipo de cine francamente loco'. Siempre pongo el ejemplo de Sidney Lumet, que es un tipo que no tiene carácter a la hora de dirigir porque abarca todo tipo de historias; es un profesional que hace cine y el único nexo entre sus películas es que son todas buenas o al menos están bien.
¿Cree que los efectos pueden llevar a más público a ver cine español?
Hombre, no lo hago por eso, pero cualquier cosa que sume es buena. Aunque tengo que reconocer que hubiera preferido no usar efectos y haber encontrado una mujer de veinte metros de alto con tetas de dos toneladas cada una, pero, a pesar de hacer un buen casting en distintas zonas de España, no dimos con ella y decidimos hacerla con infografía (risas). Lo que sí es cierto es que en España no estamos acostumbrados a trabajar con este tipo de producción, sobre todo en el género fantástico. Siempre se hace todo muy pequeñito, con mucho cuidado, y por eso creo que esta es la escena más ambiciosa que ha acometido una producción española, en el sentido de generar un monstruo enorme como los de El señor de los anillos. He disfrutado mucho haciendo Las brujas de Zugarramurdi y si yo disfruto, disfrutan los demás.
¿En qué medida el resultado final es la película que tenía en la cabeza antes de empezar a rodar?
Está muy cerca. El proceso ha sido muy complejo. Antes de empezar a hacer nada, ya llevábamos dos años y pico trabajando en la creación de la Venus de Willendorf sin que nadie lo supiera, sin enseñar ni un dibujo a nadie. Hacer un monstruo de quince metros que se come a un niño y tiene a una persona andando por su cabeza era una cosa muy, muy ambiciosa. Era como romper la trayectoria del cine español, que a veces parece que tiene que ser necesariamente una gente sentada a una mesa, o echada en una cama o yendo al parque (risas). Si hay más, problemas. Y para mí, lo atractivo es plantearte hacer cosas que no se hayan hecho.
¿Es inevitable que las relaciones sentimentales muten en guerra de sexos y luchas de poder como muestra en el filme?
Ehhhhh, sí. El amor es una relación de poder. No deja de ser una confrontación entre dos personas que se necesitan tanto que no pueden vivir el uno sin el otro. Pero en el momento en que hay una necesidad, uno de los dos tiene que ceder, por lo tanto uno puede más que el otro, uno ama y otro se deja amar. Todo eso genera angustia. De hecho, el único momento en que el amor es sincero es cuando la confrontación es tan fuerte que chocan y entonces se besan.
Queda clara, en este y en otros casos, su fascinación por la confrontación entre lo pagano y lo religioso, ¿cómo decidió dar el paso de contar una historia sobre la brujería?
Esto va a sonar súper pendante y súper tonto, pero, bueno, el asunto es que yo estudié Filosofía, Hermenéutica y Antropología en la universidad, pero no me leí bien los libros o no los acabé. Así que me los leí luego, sobre todo los de antropología vasca, y mi profesor Andrés Ortiz Osés me ayudó también a entender la relación del matriacalismo vasco primigenio con respecto al patriarcalismo europeo o cristiano. Es una de las razones por las que Caro Baroja dice que somos como somos, y creo que tiene razón. El padre Barandiaran también corrobora esta teoría; es decir, hay un sustrato de una religión naturista alucinante que proviene no de un mundo indoeuropeo, sino de uno previo en el que la mujer es la reina de la naturaleza, la diosa Mari, frente a Moisés, Cristo, Mahoma... Y la ruptura entre una cosa y otra generó un malestar que destrozó la cabeza de las personas. Y lo que estamos viviendo ahora, ese malestar del que ya hablaba Freud, se debe a que hubo un desajuste entre esos dos mundos. En el neolítico pasó algo que nos descojonó la cabeza absolutamente. Estábamos muy felices viviendo en manos de la naturaleza, de la diosa madre, y llegan unos tíos arios del norte y cambian todo el chiringuito por un dios padre. A partir de ahí, todo se muere... No sé qué cojones estoy diciendo (ríe).
En la película se perciben influencias, referencias incluso a películas como 'The Wicker Man', algunas de la Hammer o incluso 'Abierto hasta el amanecer'.
Hombre, con Abierto hasta el amanecer tiene en común que hay un atraco y una huída, nada más. Más me preocuparía que la compararan con Los Goonies, por aquello de que hay unas alcantarillas, una historia de amor absurda, un tesoro, un clímax en una guapa, y no tenemos barco pirata porque no había manera de meterlo... El público tiene una estructura visual mental imposible de derribar. Está La matanza de Texas en la escena de la cena, que también podría tener con las sociedades gastronómicas vascas (sonríe)... Hay un fondo que sirve de sofrito a la película, que, en realidad, luego va por otro lado y es mucho más Abbott y Costello, con un grupo de anormales intentando sobrevivir.
En el akelarre usa a personajes propios del carnaval vasco, ¿en qué clave cree que se leerán estos elementos en otros países?
No tengo ni idea. Cuando ruedan una historia sobre la fiesta de los huevos o Halloween, los americanos no se paran a pensar si lo vamos a entender o no. Te lo comes y punto. Yo desde luego no tengo ganas de explicarlo, de hecho, cuanto más localista, personal y costumbrista una película, más fuerza tiene, porque te da la sensación de que lo que te cuentan pertenece al mundo de alguien. Si la película es buena, te interesa. En Toronto se morían de la risa.
¿Tienen previsto mostrar la película en Zugarramurdi?
Tengo el capricho de hacer un pase allí después del estreno. Quiero colocar la pantalla y que se proyecte la película en la cueva, sobre todo para homenajear a las 700 mujeres que nos ayudaron a hacer este proyecto.
¿En qué proyectos trabaja ahora?
Pues tengo varios, pero no sé por cuál decidirme. Me apetece hacer otra comedia, pero, sobre todo, tengo ganas de empezar a trabajar muy pronto, porque me encuentro fatal si no ruedo.