pamplona. Maestro universal del saxo, y del jazz, Pedro Iturralde (Falces, 13 de julio de 1929) es un enamorado de su tierra. Charlar con él significa meterse de lleno en la historia de Navarra, por una parte, y en el devenir y desarrollo de la música en el planeta, ya que, sin género de duda, él ha sido uno de los grandes innovadores del jazz contemporáneo.

Pedro Iturralde regresa a Navarra y concretamente al Teatro Gayarre. A pesar de estar bregado en mil batallas, ¿este tipo de conciertos generan sensaciones y sentimientos especiales?

Me gusta mucho más ir a Pamplona en invierno que en San Fermín, hay menos jaleo. Para mí lo más importante siempre es el próximo concierto, pero claro, siendo Navarra, y Pamplona, no puedo llegar a explicar lo que significa para mí. Me trae muchísimos recuerdos, como cuando iba a Pamplona, de chaval, porque me requerían para tocar en el Café Irañeta con la orquesta Moreno; entonces, para mí era más importante ir a Pamplona que ahora, por ejemplo, a Nueva York. Me acuerdo del aire de los Pirineos que se respiraba y del agua, que era mucho mejor que la de Falces (risas). Cada vez que iba a Pamplona a tocar, me sentía tan feliz y tan importante...

Es evidente que se ha sentido, y se siente, profeta en su tierra.

Sí, me he sentido y me siento, y además tengo un gran respeto y admiración por Navarra, ya que soy de Falces... Yo nunca digo que soy de Madrid ni de Pamplona, siempre digo que soy de Falces. De todas formas, la música ha cambiado mucho, ahora es comercial, es lo que se vende, pero en cuando era joven, en los café conciertos te pedían trozos de zarzuela, opereta o música clásica. Yo fui de los primeros en incluir en aquellas sesiones obras como El vuelo del moscardón (Rimski-Kórsakov) o El amor brujo, de Manuel de Falla. Además, en aquella época tuve que sufrir en mis carnes como algunos decían que el jazz no era música o que el saxofón era un instrumento de circo... Por eso tuve que estudiar también el clarinete.

El concierto que ofrecerá en Pamplona se centrará, 'oficialmente', en 'Etnofonías', un proyecto en el que, con el jazz como base, se dan cita melodías de Cataluña, Asturias o Buenos Aires. Pero es que usted ya practicaba este jumelage allá por los años 60 en el Club Whisky Jazz de Madrid, donde interpretaba canciones como 'Maitechu mía'. ¿Este proyecto es el colofón a esa forma de afrontar la música?

Se le ha llamado Etnofonías por el disco del mismo nombre que grabé, pero ahora, aunque toco alguna de esas piezas, el concierto lo empiezo recordando Duke Ellington y George Gershwin, entre otros, a modo de medley. Y después toco piezas, marcadas por la música francesa, que interpreté en la primera gira internacional que hice, en el verano del 47, en la que fuimos a Lisboa, Tánger, Casablanca, Orán, Argel y Túnez. Por otra parte, en aquella época del Whisky Jazz Club, en América se empezaba a tratar el jazz bajo la premisa way out, algo así como caminos fuera, lo que llevó a que, alejándose del swing, por ejemplo, se empezara a tocar el jazz modal, que desembocó posteriormente en el jazz a 5x8. De esta forma interpretaba yo temas como Hiru damatxo, que recuerdo habérselo enseñado a Tete Motoliu. El caso es que para el concierto de Pamplona me pidieron que les diera el programa y les di éste, pero es que en jazz, lo mejor es no darlo, se trata de tocar lo que te apetece en ese momento, ya que cada concierto depende mucho del público y del estado de ánimo en que te encuentres.

Trabajador incansable, viene a Pamplona tras ofrecer tres conciertos seguidos en la sala Clamores de Madrid y tiene un nuevo disco en ciernes, ¿a Pedro Iturralde lo de la jubilación le sonará a chino?

El disco está grabado pero no ha salido todavía. Es un compendio de todas mis épocas, ya que he tratado de elegir las mejores composiciones y, sobre todo, aquellas que me traían buenos recuerdos. También he incluido dos nuevas composiciones, una dedicada al saxofonista Sonny Rollins, que es de mi edad y también sigue trabajando todavía; y otra en homenaje a Joe Coltrane. Y, por supuesto, incluye la Suite Helénica, que me la piden siempre. En cuanto a los conciertos, ahora toco en Clamores, pero el mejor club de jazz que ha habido en Madrid ha sido el Whisky Jazz Club, el antiguo; pero tenía un problema que lo llevó a cerrar, y era el humo; fíjate que un día fui a hacerme un chequeo y el médico me dijo que fumaba muchísimo... y yo no fumaba. Así que el cierre me salvó la vida; eso y que me compré una bicicleta, con la que iba a todas partes (risas). Ahora, en la Clamores, que los tres días estuvo llena, lo que sí puedo decir es que cuando toco yo, hay un silencio absoluto. En marzo haré una semana seguida en el Central, también en Madrid. Yo no me he jubilado nunca y tampoco he tomado vacaciones... Lo de irse de vacaciones es algo que no entiendo.