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De niña a mujer: explosión de cante y de color

concierto de niña pastori

Fecha: viernes, 29 de agosto. Lugar: auditorio Baluarte, Iruñea. Escenario Sabicas. Intérpretes: María Rosa García, Niña Pastori, a las voces, secundada por Diego del Morao y Jesús Guerrero, a las guitarras, Chaboli y Ane Carrasco, a las percusiones, Toñi y Sandra, a los coros, y Dani Paniagua, al baile. Incidencias: 6º cita del programa Flamenco On Fire. Presentación del espectáculo Lo que quiere el alma. Asistencia muy buena, aunque sin llegar al lleno. Público entregado. 2 horas y 20 minutos de duración, varios bises incluidos.

recorriendo por fandangos, tangos, alegrías y bulerías sus 19 años de trayectoria, tiempo en el que la por siempre y para siempre niña del flamenco se ha convertido en toda una mujer, Niña Pastori presentó su espectáculo Lo que quiere el alma, y eso dio a los presentes: ni más ni menos. Más, si acaso -a la vista de la duración final de la actuación-. Lo que a corazón abierto le dictaron sus sentimientos, a un público que la noche del viernes vaya que si se dejó notar, la del paso del ecuador del festival.

La velada rompió aguas con la salida de la artista junto con el gran Diego del Morao, ofreciendo en medio de un ceremonial silencio, quebrado por el estremecedor goteo de las notas musicales, Me he vuelto a levantar, especialmente arreglado para abrir el recital. Ya en compañía del sobresaliente elenco, la recién alumbrada noche prosiguió con temas como Somos marineros, Cai o Amores y besos, sonando entremezclados con otros aún inéditos, como Tangos de la nana -por ejemplo-, dedicado a su hija: composiciones que sin dejar de lado la esencia, el hálito flamenco, por las lindes de lo que se ha dado en llamar nuevo flamenco, lucieron claras hechuras de canción, haciendo gala de unas melodías en ocasiones muy tintadas de pop. Unas composiciones estas y cuantas sonaron en cuya factura destacó la importante labor de percusionistas y coristas, más, mucho más los citados que meros músicos de ornamentación. Llamados a construir y adornar los temas con idéntico protagonismo que el de la pareja de guitarristas, con la Pastori, desde el centro neurálgico del conjunto, supervisando y rubricando con su cante el trabajo general.

Tras abordar y tejer en loor de multitudes dichas interpretaciones, la cabeza de cartel y su guitarrista de cabecera se retiraron del escenario, dejando las tablas a disposición de coristas, percusionistas y el bailaor: del espectacular Pani -especialmente-, dejándonos sin palabras con las que poder describir los momentos de altísimo octanaje que protagonizó. Dejándonos mudos con la pasmosa naturalidad con la que dio lo mejor de sí sobre la tarima especialmente dispuesta para ello, dando lugar, entre el entusiasta y contagioso jaleo de sus compañeros, a uno de los puntos de inflexión de la velada. Y así lo entendieron los presentes, premiando su colorista aportación al cuadro general con una estruendosa ovación.

Con los diferentes miembros del elenco, la Pastori incluida, ya en sus puestos, tras tan fecundo y sensacional desbordamiento las aguas volvieron a su cauce, acercándose el concierto a su desembocadura de manos de temas como Imposible (dedicado por la cantaora a su hermano, residente desde hace años en Iruñea), Santo Romero, Ya no quiero ser (con ella caminando por primera vez por el escenario) o La raíz de mi tierra, con el que aparentó marcharse: pero nada más lejos de la realidad, a la vista de lo que faltaba. De la serie de informales bises regalados por unos artistas que, mostrándose familiarmente cercanos, cantaron y bailaron con total desinhibición, sin amplificación alguna en este tiempo de descuento. A pelo por bulerías. A viva voz, rematando de la mejor manera posible la velada: la explosión de cante y de color en que desde el primer minuto derivó.