“Mi asidero es la literatura”
Con dudas sobre seguir transitando el camino de la literatura. Así enfrentó el autor este libro en el que dio con un personaje excepcional y, de paso, consigo mismo
pamplona - La tabla, escrito así, con las mayúsculas y las minúsculas en el lugar adecuado, es el título del nuevo libro del escritor pamplonés, que en este volumen editado por Demipage narra dos historias de naufragio: la de Xabier Pérez Larrea, joven navarro que a los 17 años vivió una experiencia extrema perdido en el mar, y la de Eduardo Laporte, que, consciente de que haber entrado en una deriva negativa, en estas páginas trata de aferrarse a la literatura como a un salvavidas. Y sale “empoderado”.
Insiste mucho en que este es un libro sencillo, pero no lo parece.
-El libro no pretende ser original ni encontrar la piedra filosofal de nada, sino moverse en metáforas que puede entender todo el mundo y que de vez en cuando conviene recordar.
¿Como cuáles?
-Como la necesidad de tener un apoyo en la vida, un asidero... Puede ser un lugar, una persona o, como en mi caso, la literatura. Simplemente, la ausencia de esa tabla provoca que te hundas. Me he apoyado en símiles que ya están en la historia y no he querido ser original, pero es que creo que el escritor no tiene que ser original ni dejar de serlo. En este libro todo ha salido muy natural y en esa naturalidad he ido encontrando felices casualidades.
Para empezar, ¿por qué le interesó la historia de Xabier Pérez Larrea tantos años después?
-Lo cuento en el libro. Un día estaba en la playa en Almería y sentí esa inseguridad que de repente te da el mar cuando sales de la zona confort y me acordé de la desprotección que debió sentir Xabier en aquella noche horrible que pasó en el mar. Y también de detalles de aquel suceso que me habían llegado por terceras personas, como que había llegado a vomitar sangre. Todo esto me parecía aterrador. Aunque parezca una historia mínima, tenía los elementos básicos de la aventura y de la lucha por la vida. Y, como sabes, los periodistas tenemos la suerte de poder plantarnos ante alguien y solicitarle que nos cuente su historia. Y es lo que hice. El germen de la novela es la curiosidad, que tanto el periodista como el escritor tienen que tener. Por otro lado, quien va en la busca de cosas muchas veces acaba encontrando otras.
¿A qué se refiere?
-Digamos que he tenido el viento a favor al escribir este pequeño libro, porque me he ido encontrando sorpresas que no esperaba. Por ejemplo, esa identificación que se crea entre Xabier y yo, como dos náufragos.
Porque Eduardo Laporte también estaba atravesando de algún modo su propia crisis de supervivencia.
-Sí. Tenía que ver con cuestionarme si voy a estar toda la vida escribiendo articulitos no pagados, o pagados a los tres meses mientras tienes que cumplir con Hacienda... A la vez, también estaba el tema de que el freelance es un poco náufrago a la fuerza, está en su casa y tiene esa comodidad peligrosa, porque de la misma manera que puede trabajar en pijama, también llega el momento de la procastinación, el veneno de todo trabajador independiente, que hace que todo te cueste el doble. Yo notaba que la línea de flotación de mi vida estaba bajando un pelín y a lo mejor por eso la voz de alarma que sentí en Cabo de Gata, durante dos horas paseando bajo el sol y pensando en que en cualquier momento podía caerme en una sima y quedarme allí, me sirvió para darme cuenta de que me estaba acercando a algunos abismos personales y profesionales. Y me acordé de la historia de Xabi casi por casualidad, o quizá porque al ir a mi colegio la tenía más cercana.
¿De qué modo contactó con él y cómo fue el primer encuentro?-Le contacté por Linkedin y se sorprendió, pero para bien. Le abordé con mucha cautela y con el gancho de que no quería una escribir una novela sobre su vida, sino una serie de reportajes. Ahí le persuadí con una verdad a medias. Un día fui a su casa a comer con su familia y me encontré con un narrador muchísimo más preparado de lo que pensaba y todo fue a pedir de boca. El relato fue intensísimo.
En el libro también deja constancia de lo importante que resultó aquel episodio en el modo en que desde entonces Xabier ha afrontado la vida.
-Lo que vivió fue un máster en madurez. Estos días he visitado el colegio (San Cernin) en el que estudiamos los dos y las profesoras me contaban que después del naufragio Xabier volvió muy cambiado. Pasó de ser un chaval revoltoso a un talante más serio y profundo. Ya lo dice en el libro, no se olvida nunca de esas 30 horas. Yo eso también lo relaciono con la odisea que fue Luz de noviembre, por la tarde, que, a pesar de ser una historia triste, me enseñó que la vida es una experiencia efímera y que conviene hacer ese esfuerzo de asumir que estamos aquí de paso y, por lo tanto, que no hay que derrochar la vida ni vivirla de mala manera.
En ese sentido, ¿las dos novelas están relacionadas?
-Existe cierta relación. La tabla trata de ser un canto a la vida bien vivida, no solo a la supervivencia, sino a la vida con plenitud, sin caer en ciertas ruedas de molino. En ese sentido, otra sorpresa que me dio esta historia es el epílogo, que refleja cómo Xabi se rebela contra la trayectoria descendente en la que había entrado y, como náufrago en tierra, da un golpe de timón y endereza su existencia. Quizá vaya a ganar menos dinero o vaya a tener menos reconocimiento, pero será más feliz y estará más realizado.
Es un ejercicio de valentía que la mayoría no nos atrevemos a hacer.
-Sí. Recuerdo cuando hace unos meses decidí irme a Lanzarote, la gente de la empresa donde estaba entonces me felicitaba. Todos hablaban de su proyectos y de las cosas que querían hacer, yo simplemente dije que me iba a Lanzarote y casi me hacen la ola. En general hay miedo de hacer lo que uno quiere hacer. El verdadero héroe moderno es el que sabe tomar las riendas de su vida y vivirla como quiere antes de que sea demasiado tarde. Humildemente, con el libro he querido espolear a los lectores y a mí mismo a ponernos las pilas. En el fondo es un libro de autoayuda para mí, y no solo quiere ser periodismo, sino literatura, en el sentido de dejar un poso.
En el relato que hace de la peripecia de Xabier, ¿cuántos de sus pensamientos y reflexiones en las 30 horas que pasó perdido en el mar son suyos y cuántos del escritor?
-Me metí en la piel de Xabier haciendo un ejercicio de empatía extrema y ahora mismo no sabría decir cuáles son los hechos objetivos y cuáles los recreados. Tengo 20 folios de grabación estricta, pero escribía mirando y sin mirar, y luego ya me desembaracé de ese relato inicial, así que se ha fundido. Quise interiorizar la narración de Xabier y la maceré durante un tiempo para que se convirtiera en literatura. Decía Julio Llamazares que la literatura es memoria fermentada. Creo que cuando escribes sobre los demás tienes que interiorizarlo para luego tener incluso recuerdos de esos hechos. Además, lo de menos es leer el libro en clave de si esto es verdad o no, esto es una verdad literaria. En todo momento he querido decir la verdad y eso parte de la honestidad. Es una novela de no ficción, porque uno se apoya en los hechos y se mantiene fiel a ellos, aunque luego cada uno los cuenta de una manera propia, claro.
Nos presentas a un personaje muy normal con el que podemos identificarnos todos, pero que a la vez, y quizá por eso mismo, es excepcional, porque sobrevive y no tira la toalla.
-Sí, lo que pasa es que a él le quedó la espinita de que en la segunda parte del naufragio, durante el día, se rindió. Cree que no se salvó, que le salvaron, por eso también es tan importante esa parte final de redención, en la que toma las riendas de su vida y no espera a que le salve nadie, sino que se salva a sí mismo. Esa también es una de las pequeñas enseñanzas que tiene el libro: en el mar hay que ser humilde y dejarse rescatar, pero en tierra te toca actuar. Y, curiosamente, otra de las serendipias de este libro es que el otro día en casa de mis tíos leí un fragmento de El hombre en busca de sentido, de Viktor Frankl, en el que habla de un concepto que se llama homeostasis, que es la tendencia en biología al equilibrio. Tradicionalmente, entendemos que el equilibrio es lo bueno.
¿Y no es así?
-No, el equilibrio genera hastío. En el libro, Frankl anima a buscar la tensión, porque dice que es buena para la salud mental. Y creo que en esa lucha entre la tensión y la calma es donde el ser humano encuentra realmente el equilibrio. En el relato de Xabier, la noche es la tensión, lo que le mantiene a flote, y el día es el hastío, la impotencia, la inactividad, la rendición... La tabla tiene esos símbolos, pequeñas referencias que pueden aportar algo a quien lo lea.
Sabemos cómo salió Xabier de esa experiencia, ¿pero cómo ha salido Eduardo Laporte de escribir La tabla?
-He salido reforzado. Los años van pasando y cuando uno tiene cierta vocación literaria y es tan tozudo como yo, el aliento fétido del fracaso está ahí. En este contexto, publicar un libro significa llegar a buen puerto. Dejas un poco de naufragar por los mares de la duda y te ayuda a agarrar la tabla con más fuerza. La tabla también es un símbolo de la propia trayectoria literaria, que es escurridiza, correosa... Para los que no somos alpinistas ni practicamos deportes de riesgo, la literatura es nuestra guerra, nuestra tensión.
Este, igual que Luz de noviembre, es un libro inclasificable, aunque se diría que los dos abundan en la literatura autobiográfica.
-En este caso quería cambiar de registro. En su día, David Villanueva, el editor, me sugirió que escribiera sobre otra persona que no fuera yo, sin embargo, al final me fui colando en la foto. Es que la casualidad quiso que encontrase a un personaje muy parecido a mí, y en él me encontraba yo. No puedo evitarlo, no sé. Creo que la literatura autobiográfica se hace para aprender sobre uno mismo. Si no hay una anagnorisis, el reconocimiento de algo que tú no sabías, el libro igual es un poco gratuito; pero, en este caso, si acabé hablando de mí es porque tenía algo dentro que necesitaba salir. En el proceso no sé quién ha ayudado más al otro, si yo a Xabier o si Xabier a mí, yo creo que él me ha ayudado más.
Más en Cultura
-
Cultura programa actividades del 13 al 15 de junio con motivo de las Jornadas Europeas de Arqueología
-
Miley Cyrus presenta Something Beautiful, su ópera experimental que "redefine la belleza"
-
Bryan Adams presume de repertorio en un concierto rockero con toques de pop en el Navarra Arena
-
Javi Cotelo debuta en la novela con ‘La cara oscura del sol’