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Trópico de cáncer

El Polvorín de la Ciudadela acoge una muestra de 22 fotografías tomadas por Juan Manuel Díaz Burgos en Cuba y República Dominicana. Imágenes en las que las personas son tomadas como entes al eliminar su mirada

Trópico de cáncer

El Trópico de Cáncer ha cambiado de la latitud y longitud y, hasta el próximo 28 de septiembre, colocará su epicentro en el Polvorín de la Ciudadela de Pamplona. Este milagro artístico se produce por obra y gracia de la exposición fotográfica de Juan Manuel Díaz Burgos, que ha traído hasta la vieja Iruña 22 fotografías tomadas en Cuba y la República Dominicana, aunque también cuenta con varios protagonistas haitianos.

La directora del área de Cultura, Política Lingüística, Educación y Deporte, Maitena Muruzábal, y el coordinador de la muestra, Adolfo Martínez, fueron los encargados de ofrecer ayer todos los detalles de la exposición ante la ausencia del autor. La exposición estará abierta al público hasta el 28 de agosto y el horario de visita es de martes a viernes de 18.30 a 21.00 horas; sábados de 12.00 a 14.00 y de 18.30 a 21.00 horas; y domingos y festivos de 12.00 a 14.00 horas.

Según apuntó Muruzábal, el propio Díaz Burgos ha explicado, al respecto de esta muestra, que en este proyecto intenta sustraerse del componente más importante en su trabajo: la persona, para interpretarlo en otra clave, aquélla que a través de la iconografía la describe, y que a lo largo del tiempo la ha ido estereotipando. Son representaciones de un mundo idealizado, tanto en lo social como en lo religioso, donde la consecución de la felicidad y la conquista de un mundo más allá de lo terrenal condicionan las culturas y actitudes de las personas.

Díaz Burgos, que acumula más de 100 exposiciones individuales y numerosas publicaciones, utiliza la persona como un ente, un objeto puente en donde poder manifestar los conceptos reales de su propósito. Descarta la mirada como máximo exponente que determina la identificación, para intentar adentrarse en aquellos detalles y percepciones que definen las costumbres de una cultura. Una venda amarilla cercana a ese color que deslumbra a buena parte de los habitantes del Trópico priva de esas miradas y, al mismo tiempo, invita a descifrar las utopías y tópicos más comunes y a interpretar los conocimientos, sabiduría y rituales más tradicionales de ese lugar.

Por su parte, el comisario de la muestra, para quien Díaz Burgos (Cartagena, 1951) será uno de los próximos premios nacionales de fotografía, apuntó que esta muestra es muy diferente al trabajo habitual de este fotógrafo, “ya que su devoción es la persona humana y todo lo que le rodea, mientras que en esta ocasión, ademas de saltar del blanco y negro al color, la persona juega un papel transmisor, en el sentido de transmitir lo que él quiere expresar. Y lo que Díaz Burgos quiere contar con estas fotos es la vida en República Dominica y Cuba. Lo que sucede es que cuando aparece una persona en una fotografía, nuestros ojos se dirigen a los suyos, y por eso los ha tapado con un venda amarilla. Y, además, no solo les ha puesto una venda sino que les ha colocado una máscara, ya que prácticamente todos los modelos posan de un modo hierático, nadie sonríe... De esta forma cada uno de ellos describe el entorno que va desde el amor al país, a los productos que les ofrece la naturaleza, su forma de vida, sus casas, el entorno infantil, la música, el baile, la religión, o más bien la santería...”.

En cuanto al distintivo hecho de tapar los ojos, el autor dice que “si un espectador mira detenidamente mis fotografías, al final llegará a ver los ojos del fotografiado, de la misma forma que nosotros mirándole podremos penetrar en su interior”.