Empezó a estudiar música con 9 años. ¿Cómo fueron esos inicios?
–Empecé en la escuela de música que había en Mendavia. Cuando llevaba unos cuantos años, me marché a Logroño, a una escuela privada para aprender más armonía, cosas que se acercasen al jazz. Luego me fui a Madrid a hacer un curso de producción musical. En la escuela de música siempre estudié batería, y a la par me iba formando de manera autodidacta en guitarra, piano, bajo… todo lo que podía.
En 2015 montó el grupo, Mon Dvy. Por cierto, ¿cómo se pronuncia?
–Monday, como lunes en inglés. Cambié la ”a” por la “v”, que es como una “a” al revés.
Empezó solo y posteriormente se unieron dos miembros, Ibai Izquierdo y Mikel Turbe.
–Además de estar en el proyecto de Mon Dvy, también son socios de mi estudio de grabación. Ibai es la mano derecha del proyecto, lo llevamos juntos. Yo compongo y hago toda la música, y él hace las trompetas. Viene del mundo clásico, es trompetista de la Orquesta Sinfónica de Navarra y de La Pamplonesa. Es la mitad del proyecto, el que tiene la mente más fría, el que confía más. Yo soy más pesimista que él.Y Mikel es el director creativo, el que nos ayuda con todo el tema de imagen.
No son un grupo al uso, hay un tercer miembroque no hace música, sino la imagen. ¿Se ven más como un proyecto no solamente musical? ¿Una especie de colectivo de creación?
–Sí. El que da la cara en el proyecto, por así decirlo, soy yo. Lo que pasa es que luego, a la hora de crear, me gusta que todo pase por ellos. Me ayudan a darle la última forma. Y la idea del proyecto, aparte de ser musical, sí que es más pretenciosa: intentamos que todo tenga un concepto, una historia, un porqué.Que esté todo bien hilado. Ahí sí queMikel es la persona que siempre nos ayuda.
Paralelamente al grupo, ha colaborado con artistas como Alba Reche, Samuraï, Xavibo… ¿Cómo llega a estos artistas?
–Cuando estaba en Madrid, en 2018, firmé con Universal Music y empecé a componer para artistas de Universal, gente un poco más grande. A partir de ir haciendo cositas empecé a tener oportunidades y trabajé como director musical para varios de estos artistas que has nombrado, y también compuse y produje para unos cuantos más.
Incluso tocó el bajo con Carolina Durante. Imagino que sería alguna sustitución, ¿no? Porque ellos tienen su propio bajista.
–Sí. Martín no pudo tocar durante unas semanas y me fui con ellos unos cuantos bolos.
Tiene una nominación alos Latin Grammy, por la mejor ingeniería de grabación, con Quimera, de Alba Reche.
–Sí. Fue el primer disco que sacó después de Operación Triunfo. La historia tuvo mucha gracia…Fue en 2020, cuando la pandemia. Dejé Madrid, volvía Mendavia y empecé a montar el estudio. Teníamos, por ejemplo, una gira por toda Latinoamérica con Maikel Delacalle, pero todo se fue a la mierda con el COVID. La cosa estaba bastante jodida, así que decidí buscar un trabajillo, por si acaso, y me puse con unos amigos a trabajar en la temporada del pimiento. Y un día, seleccionando pimientos, me llamaron para decirme que me habían nominado a un Latin Grammy. La pena es que fue el único año que no ha habido gala.Fue en Las Vegas y lo tuvimos que ver desde casa. Pero bueno, solo el estar ahí es un sueño y es una locura que todavía... como que a veces no me creo.
En el mundo del pop abunda el músico autodidacta, que no domina el instrumento. Los músicos de Mon Dvy tienen formación reglada, académica.¿En qué medida les ha podido ayudar eso?
–Nos puede ayudar en la parte más musical porque entendemos lo que estamos haciendo, pese a no ponerle límites. A veces rompemos los límites que se supone que tiene que seguir la música, pero a la hora de entender la música, de la facilidad de hablar con los músicos que llevamos a directo, eso es un tiempo que vale oro.En la parte de componer también nos viene bien conocer la teoría. Aunque a la hora de las letras, por ejemplo, me olvido de que sé música y dejo fluir lo que tengo dentro y a lo que siento.
Acaban de publicar el álbum Cartas de amor con faltas de (h)ortografía… ¿Cuál es la historia de este disco?
–Lo empezamos a trabajar en 2023.Es la primera parte de una trilogía que tenemos en marcha. Este disco supone un antes y un después, es la primera vez que decidimos centrar toda la energía en nuestro proyecto. Como productor y compositor, a veces dedicaba más tiempo a estar en el estudio, trabajando con otros artistas, y lo mío quedaba en segundo plano. Estamos súper contentos porque el sonido nos encanta, lo hemos trabajado mucho. La historia que queremos contar también nos gusta mucho. Al final del disco ya se intuye el estilo que seguirá el segundo. Está todo bastante hilado y muy trabajado.
¿Cómo es eso de la trilogía? Creo que se va a llamar ‘De lo constante a lo vacío’.
–A nivel composición ya está toda compuesta. El segundo disco está ya también producido, lo tenemos bastante adelantado. La idea nació porque empecé a escribir y juntamos unas cincuenta ideas, de las cuales nos quedamos con veinte o treinta para trabajarlas. Odio la inmediatez que se ha impuesto en el arte a día de hoy.Los discos ya no son lo que eran, han perdido todo la gracia que tenían, o por lo menos la gran mayoría. A mí me gustan mucho los conceptos, así que fuimos separando las ideas que tenía por estilo y por temática, para llegar a una historia de tres capítulos. Tuvimos que darle vueltas para poder encajarlo. Yo tampoco quería estar sacando cuarenta mil singles para llegar a sacar un disco, eso no va conmigo. Entiendo que hay que tener imágenes y que hay que tener vídeos, pero somos músicos, no modelos. Nos gusta la música más que pensar en hacer un videoclip.
Ese pensamiento es ‘muy vieja escuela, es la forma de hacer de generaciones anteriores a la suya.
–Totalmente de acuerdo. Tiene mucho que ver con la música que me han puesto desde crío en casa, sobre todo mi padre, que es muy melómano. En mi familia no hay músicos, pero sí que son unos melómanos increíbles. Me he criado con Pink Floyd, con bossa nova… con todo. He escuchado muchos discos y a día de hoy sigo escuchando discos. Tengo mi equipo, me gusta comprarme mis vinilos…Obviamente, también me pongo playlists de todo lo que sale para estudiar cómo está la historia, pero cuando me siento a escuchar música tiro de vinilo y de discos enteros, sin duda.
El sonido del disco está muy bien trabajado, como es lógico, conociendo su experiencia produciendo a otros artistas. Hay también unas pinceladas souleras muy interesantes… ¿Cómo trabajan esa parte?
–Para el sonido tenía unas referencias muy claras. Me gusta mucho el folk, los ritmos africanos… Quería mezclar varias referencias, entre ellas el soul triste de los sesenta. Tengo una norma, y es que la canción tiene que funcionar a guitarra y voz. No me gusta acondicionar la letra a la música; cuando tengo la letra terminada, empiezo a hacer las melodías. Me ha tocado, en muchas sesiones de composición, ver cómo a la gente le da igual qué cantar, solo con que encaje la letra en la melodía pegadiza que tienen, pero eso no va conmigo. Me gusta separarlo. Una vez que tenemos la guitarra, hacemos la parte rítmica, bajo y batería, que son súper importantes en el proyecto. Además son los dos instrumentos que mejor domino. Y luego ya empezamos a meter todos los arreglos de guitarra, la trompeta, que muchas veces la queremos utilizar como si fuese un segundo cantante. Cuando ya tenemos como el esqueleto claro, pasamos a los arreglos más curiosos.