pamplona - ¿Qué harías si te dieran una hora en un descampado con un violador de niños atado de pies y manos? ¿Qué resolución tomarías si te condenaran al lento quebranto de una enfermedad degenerativa incurable? Éstas, y otras preguntas, toman forma, argumento y respuesta, en la nueva novela de Carlos Bassas del Rey (Barcelona, 1974), escritor catalán afincado en Pamplona desde sus años universitarios. Mal trago (Alrevés) es el título de la tercera entrega de la saga protagonizada por Herodoto Corominas, un inspector de Policía que, con sus desventuras, nos abre los ojos a la crudeza de una sociedad, que bien podría ser la nuestra, en la que la podredumbre moral y económica resquebraja con saña los valores que debieran sostenerla y hacerla avanzar.
En su presentación ayer ante los medios de comunicación, Bassas afirmó, con rotundidad pero sin vehemencia, que “probablemente sea, de las tres publicadas hasta ahora, la primera que yo empiezo a llamar novela de verdad... porque es la primera que me ha dejado satisfecho al terminar. En esto de la Literatura hay una cosa esencial, al menos para mí, que es encontrar la voz, lo que significa encontrar el estilo propio, encontrar una forma de mirar las cosas y de contarlas. Y eso requiere tiempo, y escribir mucho. Hay gente que se pasa la vida buscándola, y no la encuentra, y hay gente que es capaz de encontrarla en la primera novela, para lo cual hay que tener mucho talento. Pero yo creo que es algo que surge del trabajo constante. La parte literaria y artística queda muy bien en las entrevistas, pero el oficio de escribir tiene mucho de trabajo previo, sucio, de albañilería, que también es importante aprender y del que acaba surgiendo tu forma de escribir, de plantear un libro, de estructurarlo, de narrar, de construir... Y esta es la primera novela en la que yo me he encontrado. Aun así, sé que me queda camino por recorrer y sé que no escribiré mi mejor libro, o uno que puedas considerar decente, hasta los 50”.
Coincide que el autor ha encontrado su voz literaria en la novela más dura y cruda de la saga, con una trama impecable, que te mantiene en vilo hasta la última miserable línea, como los grandes clásicos del género, pero que no es apta para almas que vivan momentos sensibles... o para aquellos que escapan de la realidad recreándose sobre felicidades ficticias que vuelan en alfombras cimentadas en mierda. “Es probablemente la más oscura porque quizá es la que surge de una herida más profunda. Muchas veces, para que el texto que escribes sea verdadero o tenga mucho de ti, hurgas en tus heridas, y eso es peligroso porque expone mucho una parte íntima al público, pero también es muy bueno porque de ahí surge una verdad que es muy difícil de inventar. En el fondo, siempre hay bastante de nosotros, lo cual no significa que sea autobiográfica pero sí que uno bucea en lo que más le duele; es decir, no narra una historia personal pero sí se hunde en sentimientos de adolescencia y juventud que uno carga siempre consigo. Y es que, en el fondo, la Literatura para lo que sirve es para exorcizar ciertos fantasmas. No es que todos los escritores escribamos desde el dolor, pero sí que el dolor es una fuente de material. No hay vida real sin un mal trago, pensar lo contrario sería creer que vivimos en los mundos de Yupi. Pero los malos tragos, en esta vida son los que nos hacen crecer”.
Marcas de la casa Además de los personajes principales, encabezados por el inspector Herodoto Corominas, Mal trago mantiene ciertas claves que se ya se han convertido en marcas de la casa Bassas del Rey, como las referencias culinarias, guiños tanto a personas cercanas al autor como a otros escritores, citas latinas por doquier y, por supuesto, el escenario, esa ciudad llamada Ofidia que tanto se parece “peligrosamente” a la vieja Iruña. “Lógicamente, el personaje tiene que evolucionar desde el punto de vista interior y emocional, pero todo lo que es el mundo externo que has creado a su alrededor se tiene que mantener. El tema culinario es importante porque es la forma que tiene el personaje de comunicarse con su hijo, mientras que el uso de frases latinas viene de la relación con su padre...”. Un mundo de relaciones y reflejos sociales que se plantea “como un primer paso en el descenso a los infiernos del personaje, que continuará en la siguiente novela, porque antes de renacer debes, de forma metafórica, morir. En cuanto a la crudeza social, Carlos Zanón definió la novela negra como un género que no tiene tanto que ver con crímenes y detectives como con una forma de mirar a la sociedad y al hombre. Y yo estoy muy de acuerdo. No sé escribir novela negra sin hacer un reflejo de la parte más oscura de lo que me rodea. No es que solo sea capaz de ver lo malo que hay a nuestro alrededor, sino que cada vez es tan grande y está tan presente esa mierda que, para mí, como escritor, es una obligación reflejarla. En el fondo, los escritores hacemos lo contrario que los periodistas, usamos la ficción y la mentira para contar una verdad. Y eso te de la libertad extra que un periodista no tiene. Y por eso me gusta más la Literatura que el periodismo. Algunos autores dicen que ahora está de moda el realismo social sucio en la novela negra, pero para mí siempre lo ha estado, desde Hammett o Chandler, siempre han reflejado esa parte oscura de la sociedad, que nadie ha querido ver pero que forma parte indisoluble de la realidad”. Una realidad que muchas veces esconde a ese asesino en potencia que todos llevamos dentro. “Hay una frase en la novela: ‘Todo el mundo tiene unos principios hasta que baja a la trinchera’. Todos tenemos principios éticos, morales o religiosos que, mientras las cosas van bien, cumplimos a rajatabla; y eso, en el fondo, es lo que mantiene la sociedad unida y nos previene de matarnos los unos a los otros. Pero esos principios empiezan a resquebrajarse como el cristal más fino cuando ves cómo está el mundo de verdad o cuando te enfrentas a realidades que creías lejanas pero que están a la vuelta de la esquina, como el maltrato a la mujer, el maltrato infantil... Ciertos tipos de comportamiento humano que cuando te afectan de manera personal lo que hacen es tirar por tierra tus principios. Decía Muhammad Ali una frase que me parece muy cierta: ‘No es que todo el mundo tenga un precio, pero todo el mundo es negociable’. Con el tema de la violencia pasa lo mismo, no es que todos puedan llegar a convertirse en un asesino pero todo el mundo lo es en potencia, y, en determinadas circunstancias, todos somos capaces de matar. Eso es lo que en el fondo hace que la novela negra nos atraiga tanto: podemos vivir esa sensación sin necesidad de cargarnos a nadie en la vida real”.
Pero no todo es negro en Mal trago, queda un resquicio a la esperanza marcado de forma indeleble por la amistad. “Para mí, la amistad es el amor más verdadero. Todo el mundo suele decir que éste es el de la familia, pero es que a ésta no la escoges, te viene dada. La amistad es la única verdadera relación que eliges de una forma libre, por eso es tan importante para mí”.