Feliz reencuentro
Concierto de ciclo de la ose
Intérpretes: Orquesta Sinfónica de Euskadi. Nicholas Angelich, piano. Dirección: Ainars Rubikis. Programa: Concierto número cuatro para piano y orquesta de Beethoven. Fragmentos delSatiricón de Fernando Buide. Romeo y Julieta de Tchaikovsky. Programación: ciclo de la orquesta. Lugar: Sala Principal de Baluarte. Fecha: 31 de enero de 2017. Público: lleno. Incidencias: Fernando Buide recibió el premio de la Asociación de Orquestas de España-BBVA, por su obra. El pianista dio una propina.
Vuelve el director Ainars Rubikis al podio de la orquesta vasca después de habernos dejado, el año pasado, una gratísima impresión con la Patética de Tchaikovsky. En aquella ocasión, desde el foso; en ésta, a plena luz, con una estética direccional juvenil, enérgica y controladora. Y, como en aquella ocasión, con un Tchaikovsky fulgurante y encendido en las pasiones y tragedias de Romeo y Julieta.
Junto a este retorno, el debut del pianista norteamericano Nicholas Angelich (1970), un especialista -no sé si les gusta esta palabra a los intérpretes- en Beethoven. Ciertamente, la versión del cuarto concierto para piano y orquesta del genio alemán ha sido original y casi intransferible, con un universo propio alrededor de su piano. No tiene reparo en arrancar fuertes rotundos y cortantes al instrumento, pero, en contraste, los matices en pianísimo, aquellos con los que responde al parlamento orquestal en fuerte -por ejemplo la cuerda en el segundo movimiento-, son de una delicadeza y finura excepcional. Por otra parte, en el último movimiento, después de impulsar, dialogar y desarrollar los rotundos temas, logra un sonido etéreo, y muy presente, en el teclado agudo, imponiéndose al compacto sonido de la orquesta. Rubikis le secunda con un Beethoven de sonido grande, de tempo tranquilo -es, también la sensación que da el pianista-, y de inspiración romántica.
El pasado 15 de diciembre, escuchábamos el estreno de Buide en el ciclo de la orquesta de Navarra: ciertamente, en una primera audición, es arriesgado emitir juicios; porque, esta vez, estos Fragmentos del Satiricón se han revelado como una obra de rico entramado tímbrico, y de gran inspiración melódica. En la primera sección, Rubikis logra una regulación del sonido francamente hermosa; en la segunda, el solo de violonchelo -muy bien ejecutado- sobresale de una orquestación frondosa pero respetuosa con el solista. Fue bien recibida por el público. El autor, presente en la sala, saludó, agradecido, a la orquesta y a los aplausos.
Y, de nuevo, Rubikis nos ofrece -con una orquesta que le responde muy bien- un Tchaikovsky tan lírico como dramático. El comienzo es recogido y de meditación, con una orquesta bien remansada. El exacerbado lirismo de los violines nos evoca las románticas bandas sonoras, tan influenciadas por los clásicos rusos. Se luce la cuerda, no exenta de pasión y ternura. El contraste con el odio de las dos familias y sus luchas nos lleva al fuerte, también muy conseguido, porque tiene el empaque de toda la orquesta, no sólo de metales. Empaque que va al virtuosismo en la cuerda -también las familias graves- cuando preparan el fuerte a través del impresionante torbellino que dibuja la tragedia. El titular de la velada no cede un ápice en el tempo -al límite de los dedos- para alcanzar la máxima tensión a partir de ese crescendo. El público aplaudió con ganas. Al joven director letón se le veía muy contento. Puede estarlo.
Más en Cultura
-
Más de un centenar de artistas entre la ciudad y la montaña, desde el jueves 10 de julio en el BBK Live
-
Qué hacer y qué ver en Navarra y en Pamplona. Agenda cultural
-
Leire Martínez, con un pie en el pasado y otro en el futuro
-
El Alarde de Txistularis rendirá tributo a Isidro Ansorena y a Benito Lertxundi