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Alfredo Rodríguez reivindica el carácter “casi místico” de la poesía

El poeta pamplonés realiza “una apuesta arriesgada” con su nuevo libro, ‘Hierofanías’

Alfredo Rodríguez reivindica el carácter “casi místico” de la poesía

pamplona - Alfredo Rodríguez (Pamplona, 1969) reivindica en su nuevo libro, Hierofanías, la poesía como “experiencia casi mística” y “casi metafísica”, dueña de un “espíritu trascendente” que resulta excepcional “en estos tiempos de desacralización”.

Publicado por Chaman Ediciones, el poemario abunda en el mensaje de fondo que Rodríguez imprime a todos sus trabajos: “la celebración del misterio de la creación poética, el deseo de la poesía, y la propia conciencia de la misma”. Y va un poco más allá, ya que en este libro es vista “como alimento espiritual, como una especie de salvación”. “Hölderlin decía que el poeta debe seguir su peregrinación hasta dar con el poema sagrado, es decir, el que le reclama su ánimo, el verdadero, el que da sentido trascendente a sus versos”, dice el autor, que, aun compartiendo esa idea, siente que todavía le queda mucho camino por recorrer, “que esto no ha hecho más que empezar para mí”. Y al mismo tiempo, percibe que la poesía “se va agotando en mí”. “Antes era capaz de escribir tres o cuatro libros de poemas en un año; ahora escribo uno cada tres años y gracias”, y reconoce que con este se ha vaciado: “Me ha producido una honda necesidad de no escribir nunca más, aunque no creo que la cumpla”.

Lo sagrado está muy presente en esta propuesta. Pero no en su acepción religiosa o clerical. “Lo sagrado es lo secreto, lo más íntimo que a veces se presiente, lo real, lo que uno vive aquí y ahora, algo genuino e irreductible, algo que está en la experiencia interior, que es la más profunda e inexpresable de las experiencias”. En ese sentido, lo que quiere plasmar en estas páginas es “la actitud sagrada del poeta ante ese instante mágico en el que se dispone a crear”, y su objetivo último es, quizá, “dar fe de la inconsciencia maravillosa y terrible de escribir poesía”.

oriente y occidente Rodríguez aclara que cuando habla de misticismo se refiere a la conciencia con la que ha escrito estos poemas, que más bien son meditativos y reflexivos. Eso sí, en su lectura queda claro que se ha sumergido “en el mundo de los mitos y símbolos universales que apuntan a la verdad original”, remitiendo a una memoria cultural concreta, la de Extremo Oriente, al que se ha acercado, seducido por lecturas, “para hallar la propia luz”. “Trato de explicar mi mensaje poético a través del espíritu zen, cautivado por la belleza y el valor del pensamiento primitivo oriental”, de ahí que Oriente y Occidente se interfecunden en estos versos que el poeta reconoce complejos. “No escribo pensando en el lector, no hago concesiones en ese sentido; escribir poesía ha de ser un acto espontáneo, carente de fin, se hace por el placer en sí mismo; a la poesía que escribe de cara la galería se le ve enseguida la trampa y el cartón”, afirma. E insiste en que este libro es fruto de dejar fluir la conciencia, “de dejarme llevar por la corriente armónica del Tao”, a saber, dejando que las decisiones “surjan espontáneamente por sí mismas, sin elegir”. “Se trata de no quedarse sin magia, porque no se puede vivir sin magia, como dice Salvador Pániker”. En definitiva, para el sujeto que protagoniza este volumen “solo cabe abandonarse al Tao; volver una y otra vez a él, reparar los daños causados por la educación convencional, desaprender lo aprendido, recuperar la mirada virgen, aproximarse al origen, reiventar el mundo, seguir el curso de las cosas”. No obstante, que nadie se llame a engaño, esa espontaneidad del “taoísmo mediterráneo” que respiran los poemas no es sinónimo de ingenuidad, sino que proviene “de un trabajo previo” sobre el lenguaje y la arquitectura de las palabras.

Sin duda, este libro está tocado por una energía especial y atemporal. El poeta defiende que ha ganado en “intensidad verbal”, en “aventura” y en “libertad” y sabe que Hierofanías es “una apuesta arriesgada”, pero no entiende la poesía sin riesgo. A lo mejor tiene algo que ver con esta postura que la ocupación profesional de Rodríguez nada tiene que ver con la poesía, sino con la metalurgia, de ahí que tenga siempre la atención presta a ir acumulando un “depósito lírico” del que luego extrae elementos para sus poemas. La lectura es, sin duda, uno de esos ingredientes, que en este caso “se funde fuertemente” con la experiencia vital de la práctica del chi kung y con la experiencia creadora, “en una unión sin fisuras”.

En estos momentos, Alfredo Rodríguez disfruta escribiendo, pero también difundiendo a través de iniciativas como Anaitaverso y otras, y opina que en Navarra “hay ganas de hacer cosas y muchísimos poetas de todas las edades y con calidad media-alta”. Asimismo, sigue trabajando en sus conversaciones en París con José María Álvarez. Ya ha publicado dos entregas y tiene lista la tercera, Nebelglanz, aun inédita. “Tenemos pensado un cuarto y un último libro que sería en Venecia, su ciudad amada”, y también está terminado Fragmentarium, un compendio de fragmentos de su vida, además de una antología de sus poemas venecianos, El vaho de Dios. También trabaja en una recopilación de entrevistas que mantuvo con Antonio Colinas hace algunos veranos en Ibiza y que se titulará La plenitud consciente, y en mayo publicará, también en Chamán, una antología en verso y prosa de Miguel Ángel Velasco, joven poeta fallecido prematuramente.