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“El arte debe ser provocación”

La directora bonaerense ofrecerá una clase magistral sobre biodrama hoy después de la representación de su montaje ‘Maruja enamorada’, a las 19.00 horas en el Gayarre

“El arte debe ser provocación”

pamplona - Está muy contenta “y agradecida” con su triple participación en el Punto de Vista. Por un lado, la obra Maruja enamorada, que Vivi Tellas dirige, abrirá esta tarde, a las 19.00 horas, el ciclo La quinta pared, con la que el certamen entra en el teatro; además, después de la función compartirá con el público su concepto de biodrama y su proceso de trabajo, y desde mañana ejercerá de jurado internacional del festival de cine documental. Cuando se vive “relejos del resto del mundo”, como ella dice, todo esto es una oportunidad de enriquecimiento que seguro que esta mujer que se deja guiar por las brújulas del teatro, la curiosidad y la emoción sabrá aprovechar.

¿Cómo y cuándo surgió el biodrama?

-Surge en el 2001 cuando me llamaron para dirigir el Teatro Sarmiento, que es un teatro de Buenos Aires que pertenece al Complejo Teatral de la ciudad. El Sarmiento en su día formó parte del zoológico y está en su sitio lindo, rodeado de parque, tiene unas 250 butacas y es especial para desarrollar proyectos de investigación. Y pensando en cómo devolver a la ciudad un proyecto, pensé en que sería bueno generar obras nuevas a partir de una idea. A mí me interesan mucho la ciudad y las historias de las personas. Me da mucha curiosidad saber cómo cada uno de nosotros armamos nuestras vidas, cómo llegamos al momento en el que estamos.

Saber qué hay detrás de todo eso.

-Exacto. Yo tenía antes otro proyecto, Museos, que era sobre museos no artísticos de la ciudad y empecé a pensar en la biografía, en cómo llevar a escena la biografía de alguien que está vivo; alguien que puede ser cualquier persona. Y de bio y teatro me salió biodrama. Inventé esa palabra y como directora del teatro lo convertí en un proyecto curatorial, de manera que invitaba a un director y le proponía la idea: que eligiera a una persona que viviera en Argentina para tener un acceso directo a ella y conocerla y que perteneciera a cualquier ámbito. Claro, los directores de teatro somos muy curiosos y lo lógico es que cada uno eligiera en función de sus obsesiones. Al final, en los ocho años que estuve dirigiendo el teatro hicimos quince obras originales.

Durante este tiempo, también desarrolló sus propias obras.

-Sí, fui un poco radical con la propuesta y empecé a trabajar biografías con personas que no son actores. Mi primera obra fue Mi mamá y mi tía, con mi mamá y mi tía, que no son actrices y con las que trabajé la historia de mi familia. A este proyecto personal lo llamé Proyecto Archivos.

Al principio, sus propuestas generaron bastante polémica, ¿cómo le afectó?

-Tuve un encuentro muy inspirador con Stefan Kaegi, del grupo suizo alemán Rimini Protokoll. Ya había visto una obra suya con tres encargados de edificios que no eran actores y me deslumbró, así que le invité al Sarmiento y nos hicimos muy amigos. Yo ya había hecho cositas de biodrama muy tímidamente, pero generaron escándalo y polémica y me asusté un poco, y cuando le conocí me animé a probar más y así surgió Mi mamá y mi tía.

Después ha montado otras propuestas con un grupo de guías turísticas, con dos dj, con tres filósofos con bigote... ¿Cómo elige las historias y a las personas que las protagonizan?

-Mi brújula siempre es el teatro. Trato de ver en la realidad lo que se parece al teatro. Tengo algunas pautas y me fijo a ver si en algún mundo hay repetición. Además, muchas ideas tienen que ver con las cosas que hago en mi vida personal, que, como soy muy inquieta, son muchas y en ellas me voy encontrando con momentos o situaciones que me parecen teatrales. También me tienen que despertar la imaginación; la curiosidad es otra de mis brújulas. Por ejemplo, la obra Tres filósofos con bigotes surgió porque empecé a ir a un seminario de filosofía en el que me pareció que había mucha ficción. Había unas cuarenta personas; el profesor, Tomás Abraham, es muy conocido en Buenos Aires, y me encontré con que se ponían mucho ejemplos. Que si la caverna de Platón, que si... Y yo veía cada uno como pequeñas obra, como escenas. Esto ya me empujaba al teatro y, a la vez, me emocionaba mucho, que es otro elemento importante para mí. La emoción.

¿Y cómo convenció a los filósofos de que hicieran la obra?

-Me acuerdo de que en la fiesta de fin de año me acerqué a tres filósofos que tenían bigote, que debe ser algo muy importante en la historia de la Filosofía (ríe)... En este caso, en su mundo ya había algo de teatro, porque son profesores y están acostumbrados a ser mirados por decenas de personas. Además, repiten un programa y hablan de manera que les puedan escuchar. Pero no me gusta hablar de convencer. Yo tengo una técnica, una escena que consiste en darle a la persona en cuestión mi tarjeta, en la que dice que soy directora de teatro profesional, no vaya a pensar que soy una loca (ríe), y mientras la lee, le digo que quiero hacer una obra de teatro con ella. Al principio, las personas se llevan una sorpresa y luego se les tiene que despertar un deseo, una razón para hacer teatro. A veces es porque se sienten elegidos, y eso es muy lindo, nos gusta a todos, y otras porque están muy aburridos de hacer lo mismo todos los días de sus vidas. Hay distintos motivos para decir que sí, pero cuando dudan es que no quieren. Esto tiene que ser divertido, hay que disfrutar... Al final se trata de establecer un vínculo de confianza.

Sobre todo porque van a poner parte de su intimidad en sus manos.

-Sí. Primero la exponen ante mí, cuando vamos elaborando la obra juntos, y mientras ensayamos todo es confidencial. En esa parte yo siempre ando buscando algo teatral, pero cuando estamos decidiendo cuál es el material que se va a hacer público y se va a llevar a escena, siempre les digo que me pueden decir si hay algo que no quieren compartir. Soy muy respetuosa.

En ese proceso de trabajo, de recreación de una historia real, ya hay algo de ficción, ¿no?

-Por ejemplo, en el caso de Maruja enamorada, la protagonista es Maruja Bustamante, que sí es actriz, cantante y directora de teatro. Pero trabajamos sobre su vida amorosa auténtica. Y es cierto que hay mucha construcción, pero es que todo lo que sucede arriba de un escenario es ficción, no puede ser la realidad. Y depende de mi capacidad crear escenas atractivas e interesantes a partir de historias reales. Cómo se muestran, cómo es la acción... Todo eso es teatro. Incluso a veces esas escenas se completan con alguna pequeña intervención de mi parte, porque siempre pienso que tiene que ser genial para el espectador. Debe ser emocionante, provocador, interesante...

¿Y a qué se refiere cuando habla del Umbral de Ficción Mínimo (UMF)?

-Es algo que se me ocurrió para medir la ficción de una situación. Empezó de manera casi graciosa y se ha ido convirtiendo en algo más serio. Es una medida poética para decir que no hay solo dos cosas, ficción o no ficción, sino que hay graduaciones. Por ejemplo, La casa de Bernarda Alba, de Lorca, es de muy alta construcción ficcional, así que su UMF es muy alto, y de ahí uno puede ir bajando a expresiones más basadas en la realidad y en las que no hay tanta construcción. Pero esto no sirve solo para el teatro, porque en la vida también te puedes encontrar situaciones muy construidas. Lo que tiene menos UMF es la naturaleza, porque todo en lo que interviene el hombre tiene más o menos construcción.

¿Qué lugar ocupa ‘Maruja enamorada’ dentro de su trayectoria como directora de biodramas?

-Hay una serie de obras que son más retratos. Como Corazinsky y su médico, que habla del escritor y cineasta Edgardo Cozarinsky y su médico real, Alejandro Florín. Es un retrato biográfico y escénico y Maruja está en esa línea. Es un retrato de ella especialmente centrado en su vida amorosa. Ella, que ya tiene propia carrera, vino a mi taller y me propuso hacer esta obra con su pareja artística del grupo de música Teamo. Le dije que quería conocer a su compañero de banda, les fui a ver tocar y les hice esta propuesta, en la que hay un no actor, Iti, y está ella, que sí es actriz, pero todo se basa en sus vivencias sobre las distintas relaciones que ha tenido. Ella le va pidiendo a él que haga de sus novios y ahí se junta el amor con la ficción. Y la obra casi es un musical.

Este género ha tenido mucho éxito en Argentina, ¿a qué cree que se debe, nos gusta asomarnos a la vida de los demás?

-La idea de que es verdad resulta atractiva para muchas personas. Además, los intérpretes del biodrama están en un estado particular, trabajan sobre sus propias historias y les suceden cosas que no pueden controlar. Como directora, mi posición artística y política tiene que ver con ir en contra del control, del que ya estamos un poco cansados en el mundo. Y como directora, que en teoría es un rol controlador, también me dejo llevar y estoy sometida al azar de trabajar con personas que no son profesionales de la actuación. Esto produce mucha incertidumbre.

Tanto en estos trabajos como en otros sobre textos teatrales, por ejemplo ‘La casa de Bernarda Alba’, siempre se aleja de la ortodoxia, casi como un agitadora.

-Soy un poco provocadora. El arte tiene que ser provocación para mantenerse vivo. Y debe ser inagarrable, a veces incomprensible, algo que no se pueda controlar. Empecé con el biodrama después de Bernarda Alba. Entonces sentí que me estaba quedando sin teatro, que había llegado a un límite. Siempre estoy buscando cosas que no me aburran, me gusta probar cosas nuevas, desafíos...