“Estos pilotos eran quijotes del aire”
El festival proyectará hoy (22.30) el cortometraje ‘Carniceros del aire’, rodado en 1992 en Bolivia por el realizador navarro, un enamorado de la idea de volar
pamplona - ¿Cómo surgió el proyecto de Carniceros del aire?
-En una visita que realicé a Bolivia con mi amigo Miguel Bergasa buscando nuevos contenidos para documentales, al llegar a la ciudad de La Paz vi en el mismo aeropuerto de El Alto unos aviones parecidos a los de la 2ª Guerra Mundial. El taxista que nos llevaba a la ciudad nos dijo que eran los aviones carniceros y nada más oír esto pensé: aquí hay un documental. Yo soy muy aficionado a los aviones y no podía dejar pasar aquella ocasión, aquellos aviones no iban a durar mucho tiempo allí.
¿Cuándo y dónde rodó?
-El rodaje fue en 1992, nos acompañaba Carlos Cebrián, otro amigo periodista. Los carniceros del aire hacían la ruta desde la selva boliviana hasta el aeropuerto de la ciudad de La Paz, que está a más 4.000 metros de altura, teniendo que sobrevolar la cordillera de los Andes, de 5.600 metros de altitud, y llevando carne de vaca, la mayoría de las veces con sobrecarga, con el grave peligro que esto suponía. Aviones sin presurizar y que en teoría no deberían sobrepasar los 3.000 metros, aviones sin sistemas de navegación electrónica, solamente guiados por brújula y que en muchos de los casos iban a ciegas sobrevolando nubes, situación muy frecuente en la cordillera.
¿Cómo eligió a los protagonistas?
-Miguel Bergasa averiguó a través de contactos en Bolivia que el personaje más célebre de esta aviación boliviana, por la cantidad de percances que había tenido, era el piloto Warter Ballivián Chávez.
¿Quién es este hombre y qué nos cuenta de él en la película?
-Era entonces el piloto más reconocido de Bolivia, había volado en todo tipo de aviones, militares, de carga, de pasajeros, bombarderos similares a los que habían tirado las bombas de Hiroshima y Nagasaki, pero esta vez con mejores propósitos. En el momento del rodaje volaba un Convair CV-440 que había sido de Aviaco. Ballivian voló durante muchos años, tuvo 14 percances graves con los aviones, marcó una época en la aviación carnicera boliviana y representa a muchos pilotos que dejaron su vida en las cumbres nevadas de los Andes, donde volar era todo una aventura, siendo verdaderos quijotes del aire. Murió 15 días después del rodaje del documental en la ruta habitual y que mejor conocía, la cordillera, sin poder llegar a su destino.
¿Qué otras historias, lugares o escenarios aparecen en el filme?
-Principalmente se concentra en el capitán Ballivián, el aeropuerto de La Paz y la zona selvática El Beni, una zona donde la mayor fuente de riqueza es el ganado y el cultivo de la coca. Este tipo de transporte era muy normal entonces en Bolivia, por la falta de carreteras, además de ser la carne muy perecedera debido a las altas temperaturas del llano. Se mataban las vacas el día anterior, rápidamente se colocaba la carne en el avión y al amanecer se partía rumbo a la Paz. Más tarde esta práctica cayó en desuso por la aparición de camiones frigoríficos, la mejora de las carreteras y la competencia desleal de la aviación militar boliviana con aviones Hércules.
Es una película de la que en 2017 se cumplen 25 años, ¿cómo la ve ahora, pasado ese tiempo?
-Con mucha añoranza, pero a la que el tiempo no perdona. Los equipos con los que hoy se rueda y la forma de realizar han cambiado mucho, en este momento volvería de nuevo y haría otra cosa. Lástima que estos aviones ya no existan.
¿Qué lugar diría que ocupa este trabajo dentro de tu trayectoria?
-En su momento fue un trabajo más, ahora con el paso del tiempo ha ido cogiendo valor histórico y documental porque este tipo de aviación ya no se encuentra en ninguna parte.
¿Por qué cree que a las personas en general y a muchos cineastas en particular nos interesa (casi obsesiona) tanto el tema de volar? ¿Qué significa para Enrique Urdánoz?
-Volar es? soñar, es como poner tu imaginación en marcha. Yo de pequeño, cuando veía desde mi casa los aviones con motores de explosión, que volaban a menor altura que los reactores de hoy en día, y oía su run run característico, pensaba que aquellos aparatos te conectaban a otros mundos posibilitando vivir aventuras. Años después, cuando visité Bolivia por primera vez, aquel run run fue evocador, sentía que tenía que regresar a Bolivia para realizar el documental, recordando de nuevo mi niñez.
¿Qué le parece que se vaya a proyectar esta película en el Festival Punto de Vista dentro del ciclo Volar?
-En España y en Latinoamérica es casi un documental de culto, se proyecta en muchas academias de aviación para mostrar una parte de lo que ha sido la historia de la aviación, y que se proyecte en casa me hace mucha ilusión.
Ahora mismo vive en Estados Unidos, ¿cuándo se trasladó allí y por qué?
-Llevo más de cuatro años entre Los Ángeles y Miami, por tema de trabajo, aquí hay más oportunidades.
¿En qué trabajos anda inmerso ahora mismo?
-Sigo realizando todo tipo de audiovisuales, principalmente comerciales, también estoy preparando un largometraje documental en México.