Oreka TX
Civivox San Jorge acoge hoy, a las 20.00 horas, el espectáculo ‘Sílex-Si02’, en el que la txalaparta de piedra de Oreka TX se erige en protagonista. Las entradas cuestan 6 euros
pamplona - Hace poco nos visitasteis con la banda de Lekeitio en Baluarte o en el MUN con Paisanaje, ahora regresáis pero con Sílex, ¿bajo qué formato?
-En Pamplona vais a escuchar, porque últimamente hemos estado involucrados en proyectos en los que había danza, proyecciones o cantantes... Esta vez es un concierto, nos vamos a centrar en la música que parte de la txalaparta y en los temas de nuestro disco, Sílex, aunque estaremos acompañados por nuestra banda habitual (Mikel Ducau, alboka y clarinete de bambú; Iñigo Egia, bodhram, tabla india, hang y cajó; y Juanjo Otxandorena, buzuki).
En este proceso de reinvención de la txalaparta en el que lleváis inmersos 20 años ahora presentáis el citado Sílex, óxido de silicio, en el que curiosamente, para darle una nueva vuelta de tuerca al instrumento, no miráis hacia delante, hacia materiales digamos más modernos, sino hacia atrás, a la piedra.
-Para nosotros, la txalaparta de piedra ha significado empezar un nuevo camino. Si bien con la madera, la afinamos y podías hacer melodías; lo que la piedra nos permite, por la duración del golpe, es entrar en la armonía y trabajar un concepto mucho más musical aplicado a la txalaparta. Pero, curiosamente, el instrumento no deja de ser el más primitivo que te puedes encontrar, madera contra piedra. Para el ser humano, el sílex fue toda una revolución, porque lo consiguieron afilar y con eso pudieron hacer todo tipo de herramientas. Para nosotros, en una escala más personal, el sílex nos ha permitido afinar la piedra, y así recorrer otros caminos y conocer otro mundo musical pero partiendo siempre de la txalaparta, sin perder ese ritmo compartido, sin perder el concepto de tocar entre dos y tocando verticalmente. Es decir, manteniendo lo que hace único este instrumento pero implicando armonía y melodía.
Hasta ahora, la txalaparta solo se utilizaba como un instrumento rítmico en el que había notas que coincidían, pero Oreka Tx ha ido más allá, dotándolo de armonía y así ampliando su abanico, ¿un abanico que tiene límites o, vista la dimensión de la txalaparta que utilizáis ahora se podría tocar cualquier pieza?
-No existen límites, porque en lo más básico también se puede profundizar y buscar. Nosotros en este momento tenemos una txalaparta cromática, es decir, lo que sería un piano pero en litófono. De esta forma, contamos con todos esos semitonos pero esta txalaparta tiene la peculiaridad de que cada piedra tiene unos armónicos diferentes. Es decir, nosotros tenemos tres txalapartas de piedra, para poder viajar y enviarlas, pero cada una suena diferente pese a que están afinadas igual. Así, por ejemplo, estos días hemos estado ensayando con una txalaparta que acabamos de enviar a Taiwan (donde tocarán a partir del 20 de mayo en el festival internacional de percusión) porque el sonido es diferente. Digamos que con la txalaparta todavía se mantienen unos parámetros que no son estándar, es decir, cada tecla de un piano pesa y mide lo mismo, pero en nuestro instrumento nos tenemos que acoplar a las condiciones del material y su forma física.
Y además utilizáis el bambú no para percutir sobre él sino como percutor (makila), obteniendo así unos sonidos que, por decirlo de alguna forma, a nadie le recordarían a Euskal Herria.
-No, porque de hecho fue algo que conocimos en Nueva Caledonia, donde estuvimos un mes en 2008 trabajando con músicos de allí. Ellos acompañaban la danza con bambúes grandes golpeados contra el suelo. Nosotros, hasta entonces, utilizábamos tubos de cartón vacíos, pero ellos mantenían la base del bambú cerrada, por lo que la propia longitud del bambú empleado ya daba una nota. Nos gustó la idea, empezamos a probar aquí, con bambúes grandes y pequeños; los grandes los utilizamos para tocar sobre unos tocones de madera, y los pequeños son los que usamos para la txalaparta, consiguiendo que suene tanto el bambú como la piedra, lo que implica que el propio bambú tenga que estar afinado en la tonalidad de la piedra. Pero es verdad, los sonidos que resultan no recuerdan a Euskal Herria pese a que los bambús que utilizamos son de un caserío de Oiartzun, porque aquí la verdad hay muy buen bambú, y poder encontrar ese material en esta tierra ha sido una sorpresa para nosotros.
¿Cómo se consigue que algo tan frío como la piedra suene cálido?
-Con mucho cuidado (risas). El golpe sobre la piedra es muy agresivo, por eso nunca golpeamos piedra contra piedra, utilizamos madera, que es algo más suave, y además le ponemos protección. Es decir, andamos siempre con la historia de que la protección se desgasta enseguida, porque la piedra se lo come, y es difícil lograr el equilibrio. Creo que somos los que más felpa para sillas compramos de toda Euskal Herria, porque es el material que utilizamos para cubrir la madera, y además no puede ser una felpa cualquiera, es una en concreto, que va soltando pelillo y en cada concierto hay que poner nuevas, pero eso es lo que le da calidez al golpe.
Sesenta años de evolución de la txalaparta, pero da la sensación, de unos años a este parte, que se vive cierto boom, no solo por Oreka TX sino también por Kalakan o los navarros Hutsun, ¿lo estáis viviendo y sintiendo así?
-Sí, pero yo ya no lo siento como una moda pasajera, creo que es una dedicación por parte del colectivo de txalapartaris que está haciendo que no solo se mantenga y haya más gente que toque, sino que el nivel del propio instrumento tenga solidez. Sin duda, lo de Kalakan con Madonna ha servido para dar a conocer la txalaparta en otro ámbito que, para rato, los Zuaznabar o los Goikoetxea se imaginaban algo así. Pero, al mismo tiempo, no creo que seamos Oreka TX los que más hemos innovado en la txalaparta. Antes de nacer nosotros, en el año 72, estuvieron los hermanos Arce en los Encuentros de Pamplona y lo presentaron como música primitiva; por lo tanto, lo que es para nosotros la txalaparta tradicional tiene un valor de contemporaneidad del copón, porque hablamos de los años 70. Digamos que todos hemos ido aportando y siento que el colectivo está fuerte y que además es un grupo muy bonito, tanto por la manera de entender el instrumento y por el estilo de gente concreto que se acerca a ella.
Veinte años revolucionando un instrumento tan ancestral como la txalaparta, ¿qué os ha enseñado tanto vital como musicalmente?
-Hace 20 años empezamos con Kepa y entramos en otro tipo de escenarios y conciertos, conocer otros músicos, lo que significó poder dedicarte profesionalmente al instrumento, y ese es un salto importante. Pero antes de eso, la txalaparta, para mí, era un espacio en el que me sentía conectado con las sensaciones de disfrutar y sentir. Es algo que no siempre se produce, es decir, yo no me pongo a tocar la txalaparta y estoy contento para toda la tarde, pero sí que tocándola es cuando me he sentido realmente conectado, y he podido decir que esto es para mí la vida, pura vida. Porque en 20 años, además, hemos hecho de ella nuestra forma de vivir, que de alguna manera te condiciona todo: desde que tienes que tener furgoneta hasta que tienes que vivir de una forma concreta. Sí es cierto que nos hemos desvinculado de las clases, pero hoy se inaugura un espacio en Usurbil que será nuestro taller, laboratorio y centro de curro, pero también punto de reunión para aquellos txalapartaris que quieran conocer otras cosas o simplemente empezar. Así que por primera vez abriremos una venta al trabajo que hacemos, no solo al resultado final, los conciertos, sino al proceso.