48 Semana de Música Antigua de Estella-Lizarra. concierto de vox Luminis

Dirección: Lionel Meunier. Solistas: Bonoit Vanden, violone; Jorge Escribano, órgano. Programa: obras de los Bach: Johann Michael, Johann Christoph, Johann Ludwig y Johann Sebastián. Lugar: Iglesia de San Miguel. Fecha: 3 de septiembre de 2017. Público: llenos los bancos centrales (12 euros).

El extraordinario y aleccionador concierto de Vox Luminis sorprendió con un programa francamente novedoso: la familia anterior a J. S Bach, no la posterior, como suele hacerse. El conjunto belga que dirige L. Meunier (bajo pedal fundamental, además) está compuesto por buenas y especializadas voces individuales (cuatro s., dos a., tres t., y dos b.) que respiran, frasean y se integran en un mismo tactus de tempo que supera el compás. Su técnica vocal -y esa fue su principal virtud- les permite una conjunción (mejor que empaste) en abierto, sin entubamiento, para que el timbre individual prevalezca; así como el volumen, el brillo y la libertad de contraste fuerte - piano; eso sí, insertado todo en el estilo, la intención, la expresión y el drama del conjunto. Otra gran virtud fue la apropiación que hicieron de la acústica: su juego con los rincones de la iglesia logra el tempo justo para la resonancia exacta; y, en varios momentos -por ejemplo la propina- no se sabía de dónde venía ese canto alto que planea sobre el resto del coro. El programa: portentoso. Yo creo que desconocido para la mayoría; yo, desde luego, nunca había escuchado en directo algo así. Por falta de espacio -que comprendo que tampoco lo hay en el programa de mano- no podemos analizar cada obra; nos detenemos en las dos primeras, las de Johann Bach, tío abuelo de Juan Sebastián, que da comienzo a la velada con Nuestra vida es una sombra, un motete coral atribuido, en principio, a Johann Michael -cosa nada rara, porque el follón musical de los Bach ocupa casi dos siglos-. Johann combina textos bíblicos e himnos de iglesia con corales intercalados, para distinguir los textos de los himnos; hay un grupo principal de cantantes (seis voces), y otro segundo coro de tres, al que señala en la partitura como Chorus latens (coro oculto); el coro de seis voces comienza exponiendo la fragilidad e incertidumbre de la vida humana -al fondo la austeridad luterana-; este ambiente siniestro es interrumpido por el coro oculto que entona, como congregación en una iglesia distante, el mensaje consolador: “En la oscuridad de la sepultura, Jesús es mi luz radiante” (cuarta y quinta estrofa del coral); el coro principal recibe el consuelo y canta “Yo soy la resurrección y la vida”; pero, otra vez, el coro oculto entona “me marcho” y va desapareciendo, quedando, de nuevo, el coro principal en desconsuelo. El compositor, refleja lo que vive: la guerra de los treinta años; y confía a las dos sopranos un final escalofriante: “Todos se van”. Los ecos, las resonancias, esos dos estamentos que se van a dar a lo largo de las dos horas de concierto -el canto alto, en un coro, y el más terrenal, en el otro-, sumirán al oyente en la alternancia de drama y consuelo; de luz y sombra; de penuria y esperanza; siempre dentro de una interpretación musical inigualable. En Conténtate de nuevo, -más austero aún y un tanto homofónico- de diálogo entre los dos coros: la virtud del conjunto es dar a esa planicie textual -perfecto el alemán- contraste tímbrico, y expresividad alargada entre los momentos cumbre y las zonas de descanso: admirables. Johann Michael elevó - tanto en la propina, como en su motete para el Año Nuevo: Bienvenido día amado- el espíritu del respetable a su más alto grado: dos preciosas canciones, una en el coro principal y otra en la solista -cuya voz venía de otro mundo- fueron de escalofrío. Johann Christoph y Johann Ludwig, en consonancia con lo anterior. Y la cumbre -Juan Sebastián-, y su Jesu meine Freude, absolutamente clarividente. Una formidable experiencia.