El Gobierno de Chivite ha hecho un cierre de filas mínimo para intentar capear el temporal desatado por la trama de cobro de comisiones por adjudicaciones de obras públicas que ha desvelado el informe de la UCO y que sitúa el origen de ese modus operandi, al menos de la intencionalidad de ponerlo en marcha, en Navarra y en las entrañas del mismo PSN con Cerdán y Koldo, y su posterior expansión al Estado con Ábalos. Una apuesta que no impide ver el desasosiego, la incertidumbre e incluso el malestar que muestran los socios de Chivite en el Ejecutivo. Chivite cuenta aún con una amplia mayoría en el Parlamento de Navarra, al igual que Asirón en Iruña, consecuencia del apoyo en las urnas también de una amplia mayoría de la sociedad navarra y con ese bagaje tiene mimbres para continuar con su acción de Gobierno los dos años que restan de Legislatura. Pero la estabilidad institucional de la que ha disfrutado hasta ahora Navarra está inevitablemente sometida a un riesgo casi diario de inestabilidad. Los torpedos, pequeños aún, que emanan del informe de la OCU han ido alcanzando la línea de flotación del PSN y por extensión del Gobierno. No son suficiente de momento para hundir la nave, pero el devenir diario está bajo el riesgo permanente de que un bombazo de consecuencias devastadoras pueda caer de golpe. Quizá me equivoque, pero no creo que las auditorias y los informes de Comptos detecten ilegalidades en la adjudicación de la media docena de obras a Acciona en UTE con Servinabar en Navarra, la empresa a la que la UCO relaciona directamente con Cerdán, aunque ésta lo niega. Con la sombra que pende sobre los Túneles de Belate. Creo en la honradez de las instituciones navarras, de los políticos que las dirigen y de los técnicos que conforman la Administración foral. Pero en este tiempo nada es seguro. Navarra ha ido avanzando en todos sus objetivos, mejorando sus ratios socioeconómicos y tratando de buscar soluciones a los problemas que existen y los nuevos que aparecen en un tiempo de transformación global. La oposición navegaba a la deriva, con un discurso radicalmente crítico y negativo con más bien escaso éxito de atención en el público navarro, pero se ha encontrado con una bicoca política que lógicamente no va a soltar convirtiendo la dimisión de Chivite en el mantra constante de sus principales dirigentes. Quizá tenga la mejor oportunidad de los últimos 10 años para resituarse en la política foral ante la expectación, incredulidad e indignación que se palpan en la sociedad navarra. El lejano recuerdo de Urralburu y Roldán y de las cuentas suizas de Otano renace de sus cenizas. Sin olvidar que las consecuencias de la investigación en marcha señalan directamente al PSOE y a varios de sus dirigentes, con Sánchez en el centro de la diana una vez más. Su intención es cambiar varios ministros –algunos medios apuntan a la navarra Elma Sáinz, otro torpedo–, continuar con el Gobierno y cohesionar a la mayoría que aún le apoya con cada vez más dudas y reticencias en el Congreso, pero los hechos van a mucha velocidad y pueden hacer ese camino imposible. Y si cae Sánchez habrá que esperar los efectos que pueda tener en Navarra y en la actual correlación de alianzas y mayorías. Todo es imprevisible y cuando se hagan públicas estas letras quizá la realidad ya sea otra.
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