“Yo estaba a favor del referéndum y fui a votar como una forma de protesta y de reprobación por la violencia que se vio”
El nuevo invitado, hoy, del Foro Auzolan no podía estar más de actualidad: un catalán que escribe en catalán. Jordi Puntí promete una velada muy interesante
pamplona - Después de quince años sin publicar un volumen de cuentos, Jordi Puntí (Manlleu, Barcelona, 1967) regresa con nueve historias habitadas por personajes que dudan, que sienten la necesidad de explicarse a sí mismos para seguir buscando la felicidad. De ello hablará el autor catalán hoy en la librería Auzolan (c/ San Gregorio). La cita, a las 19.45 horas.
No solo ha tomado prestado el título del tema de David Bowie y Pat Metheny, Esto no es América, sino que el espíritu de la canción, ese imaginar lo que podría haber sido y no fue, impregna estos cuentos.
-Sí. El título viene porque cuando me puse a revisar estos cuentos, en un principio escritos por encargo, para reescribirlos y darles una unidad, me di cuenta de que en casi todos la música tenía un papel importante. Decidí que el título tenía que ser el de una canción más o menos reconocible por todo el mundo traducido al catalán o al español. Acababa de morir Bowie, y lo estaba escuchando y me pareció que en esta frase que es un poco equívoca, porque define algo por lo que no es, estaba el espíritu de los cuentos.
Los personajes se mueven en un estado muy marcado por la memoria y los recuerdos, y por la incertidumbre respecto al presente, al futuro. ¿Así ve el mundo hoy? ¿Así ve la Barcelona de hoy?
-La idea es que América es la tierra de los sueños y de la ilusión, del presente constante, y Esto no es América es la tierra de los recuerdos y la memoria. Más que a la Barcelona de hoy, en este libro hago una aproximación en muchos momentos a la Barcelona de los años 80 y 90. Me refugio en otras épocas porque la Barcelona actual es en parte una ciudad demasiado entregada al turismo y a esa idea del presente peliculera...
Sus personajes viven, como todos nosotros muchas veces, simulacros de felicidad, que reflejan la distancia entre lo que imaginamos que somos y lo que somos realmente. Todos estamos atrapados por un sistema que nos arrastra... ¿Jordi Puntí encuentra en la escritura una parcela de libertad y autenticidad?
-En parte sí, cuando escribo es cuando tengo la sensación de ser más yo mismo. Y en el proceso de imaginar y de crear historias de otras personas, de alguna forma lo que estoy haciendo es exorcizar lo que vivo yo. O lo que vive mi generación. Los que estamos ahora entre 45 y 50 años somos la última generación que, por así decirlo, hemos tenido la necesidad de tener certezas; es decir, cuando llegamos a la etapa de madurez, tener una casa, una familia, hijos, un buen coche... Y estas certezas que la generación actual, que ha crecido más en la precariedad ya no las tiene, para nosotros se han traducido a menudo en frustraciones; la realidad las ha tumbado por tierra. Los personajes de estos cuentos son gente que ha llegado a los 40, 45, 50 años, y todavía se pregunta qué quiere ser de mayor. Necesitan explicarse a sí mismos.
En el último cuento, La paciencia, hace un ejercicio de autoficción. Aparece Jordi Puntí. ¿O es solo un personaje que se llama como usted?
-Más que autoficción es una parodia de la autoficción. Quería alejarme de la etiqueta de la autoficción porque creo que hoy en día, y por eso el cuento se titula La paciencia, hay mucho escritor muy impaciente que lo que hace es contarse a sí mismo porque es lo que tiene más a mano y lo más rápido. Falta paciencia a la hora de elaborar mejor los temas. A mí lo que me dificulta la lectura de la autoficción es que te están diciendo: solo hay una posible forma de entender esta historia, que es contada a partir del propio yo. Con lo cual, uno es puro espectador, tiene pocas posibilidades para meterse en la historia que le cuentan. Lo que he querido hacer, con los cambios de narrador, de la primera a la tercera persona, metiendo de repente a Jordi Puntí, es un juego con la autoficción para que el lector tenga dudas sobre los límites del yo, y se pregunte: ¿quién es este personaje?
En ese mismo cuento habla de dos clases de escritores: cazadores y pescadores. ¿A cuál pertenece Puntí?
-A las dos. A ver, si tengo que escoger una, escojo el escritor pescador, porque me interesa más lo que ocurre dentro de la cabeza mientras estás pensando en lo que vas a escribir. Pero por mi necesidad de moverme y de viajar, me siento también cazador. La imagen del tipo que está sentado en un tren viendo el paisaje que se mueve pero al mismo tiempo él está quieto, me funciona muy bien. Y es una imagen muy reproducible en más de un cuento, porque aunque siempre hay un movimiento o un viaje, al mismo tiempo los personajes viven estancados, en una especie de bucle.
Así están también los políticos con la situación de Catalunya...
-Es un momento muy difícil. Hay una situación de enroque por parte de todos, pero creo que el gobierno catalán, pese a haber tomado decisiones que quizá en su momento eran precipitadas, está ofreciendo más diálogo que el que está proponiendo el gobierno español. Y creo que hay un gran equívoco, por lo que veo leyendo periódicos, en cómo se entiende desde el resto de España la situación de Catalunya. Ha habido una gran manipulación en los medios en general y falta información. Se contrapone la mirada de Catalunya con la mirada de España. Quieren venderte que es algo uniforme, y no lo es. Y se dice: bueno, la televisión catalana también manipula... Pero es que la televisión catalana casi no llega al 20% del share de audiencia en Catalunya, con lo cual hay un 80% de espectadores que también ve la televisión española... Yo creo que los dos tendrían que sentarse a negociar y buscar una salida, pero me parece que ahora mismo quien tiene más que perder es Catalunya y al mismo tiempo es quien más está ofreciendo. La cerrazón del gobierno español no augura nada, nada bueno.
Muchos escritores catalanes firmaron un manifiesto a favor del referéndum, ¿cree que los escritores deben posicionarse públicamente?
-Yo también estaba a favor del referéndum, de hecho fui a votar y, aunque me costó mucho, conseguí hacerlo, al final del día. No lo veía como un referéndum vinculante sino como una forma de protesta; mi voto era sobre todo mi reprobación de la violencia que había ejercido por la mañana la Polícia y que además fue bastante salvaje. Yo creo que el escritor, por supuesto, si quiere formar parte del mundo, tiene que estar conectado con la realidad. Otra cosa es que después sus palabras a menudo se sobredimensionan y se manipulan, se utilizan a veces para darle un aire más cultural al discurso, cuando en realidad lo que diga un escritor no deja de ser una opinión política que vale lo mismo que la de cualquier otra persona.
¿Se entienden en Catalunya las posiciones intermedias respecto a la independencia?
-Yo creo que sí. Por supuesto hay mucha gente que está obsesionada y además ha crecido en la obsesión, pero tal y como lo vivimos aquí, no creo que el tema sea blanco o negro. Hay mucha gente que matiene posiciones a favor del referéndum pactado y que ve mal el referéndum no pactado... Desde el resto de España se da una imagen de que aquí es todo blanco o negro, y no es así. Sí es verdad que hay una fractura social. Una fractura personal, incluso en familias... y si no lo arreglan, irá a más. Pero es lo que tiene la política cuando se lleva a los extremos y no se trabaja bien.
La solución pasa por el diálogo, pero para eso hace falta empatía, y de eso muchos políticos no tienen nada...
-Exacto. Y hace falta tener la mirada larga. No reducir el tema solo a lo que ocurre en la última semana, sino tener perspectiva. Y contexto, es importante para entender las miradas de cada cual. Y creo que esto se ha perdido.
Volviendo a lo literario, al idear una historia, ¿la observación de la realidad es en su caso la herramienta clave, o pesa más la imaginación?
-Tiene que haber una combinación de las dos cosas, porque la imaginación sin conexión con la realidad es muy estéril, se queda en pura fantasía, en algo personal, mientras que la realidad es compartida. A mí me gusta la conexión con el presente.
Le interesan las relaciones de pareja, pero en sus cuentos parece que esas relaciones coartan a los personajes, les limitan en sus búsquedas de una identidad más plena y auténtica. ¿Cree en las relaciones de pareja o está sobrevalorada esa manera de vivir que nos han inculcado?
-No, no, para nada. Yo creo absolutamente en las relaciones de pareja, y creo que cuando uno busca la felicidad tiene que pensar sobre todo en el amor; si no, andamos mal. A ver, la felicidad no existe, pero lo que sí existe es el deseo de buscarla, y es mucho más fácil buscarla en pareja que solo. Lo que pasa es que contar la felicidad de las parejas no tiene ningún sentido, no es literario. Tiene mucho más valor cuestionarse las cosas que no funcionan. Además, uno no puede separar lo que es la vida de pareja de los deseos y anhelos con los que uno va creciendo. Con lo cual, contar historias sobre parejas es contar historias sobre el fracaso de las ilusiones.
Sí, quizá en las parejas pasa mucho que una se olvida de sus propios deseos como persona individual...
-Exacto, esa es la ecuación, saber mantener la individualidad de uno pero al mismo tiempo formar parte de la pareja como otra individualidad.
¿El cuento en catalán goza hoy de buena salud?
-Siempre ha tenido buena salud, la tradición es potente y se sigue leyendo. A Pere Calders, y por supuesto Quim Monzó, Sergi Pàmies... Sí que ha habido una cierta polarización entre editoriales más grandes y más comerciales y editoriales más independientes, pequeñas y menos comerciales. Y hoy el cuento es casi un terreno privado de las editoriales menos comerciales. Pero desde un punto de vista creativo, vivimos una edad de oro en la literatura catalana; por suerte quedó atrás la época en que había que escribir en catalán para salvar la lengua. La lengua tiene una salud de hierro y está perfectamente consolidada a nivel catalán e internacionalmente; nunca como ahora se habían traducido tantos libros del catalán.
Por su experiencia, ¿la traducción cambia mucho el original?
-Mira, mis dos primeros libros los traduje yo mismo al castellano. Y dejé de hacerlo porque era un poco esquizofrénico, porque uno tiene que decidir si es el autor o es el traductor. Estaba traduciendo pero al mismo tiempo escribiendo, y pensaba: esto en catalán suena muy bien pero en castellano a lo mejor no, ¿puedo cambiarlo? Si eres solo el traductor ni te lo planteas, pero si eres el autor lo cambias... En mis dos primeros libros hay cuentos que tienen finales distintos. Después decidí que esto era muy complicado y que no podía seguir haciéndolo. Hay una persona que traduce mis libros, y como se publican al mismo tiempo en las dos lenguas, estamos muy en contacto, y a veces la misma traductora me sugiere algo para el castellano que me gusta tanto que acabo cambiando el original en catalán.
Al final traducir es reescribir.
-Sí, sí. Esto que voy a decir lo dije una vez en un encuentro de traductores y no gustó mucho, pero yo que he sido traductor entiendo la situación... Para mí el traductor es un perro al que el autor pasea, y a veces la correa es muy larga y a veces es muy corta, pero tiene que haber siempre correa; si el perro está libre, acaba haciendo lo que le da la gana, y no puede ser.