interrumpir el paso, observar y, ojalá, reflexionar. Esto conlleva el dar una vuelta por el paseo de Sarasate estos días, gracias al muro de 12 metros que se ha construido con la exposición Arrastoak/Huellas, una frontera física que refleja la realidad de los refugiados y los vestigios de un éxodo obligado. Fotografías, testimonios, objetos personales y paneles informativos completan la muestra, que podrá visitarse hasta el próximo 25 de noviembre. Los fotoperiodistas navarros Daniel Burgui, Unai Beroiz y Luis Carmona han puesto cara, nombres y apellidos a esas cifras de refugiados que ya casi se deslizan por las noticias. Pero el éxodo continúa. De hecho, seguramente esté teniendo lugar en este mismo momento.

Arrastoak/Huellas es el resultado de años de trabajo de los tres fotoperiodistas, empujados por “una preocupación y motivación personal”, señala Daniel Burgui, autor y también comisario de la exposición. Concretamente, la muestra reúne alrededor de un centenar de fotografías realizadas desde 2012 y hasta este mismo año, con Malta, Sicilia, Italia, Turquía o Melilla entre sus localizaciones. No solo aparece el Mediterráneo y sus playas, sino también asentamientos irregulares, como el de Calais (Francia).

recuperar un discurso narrativo No se trata de una exposición fotográfica al uso, Huellas da un paso más. “Es una instalación didáctica que pretende llamar la atención y reflexionar sobre un hecho extraordinario: el éxodo de esos 65 millones de personas que han huido de sus hogares a la fuerza”, señala Burgui. La muestra ha contado con el apoyo y colaboración del Ayuntamiento de Pamplona y se enmarca en el ciclo Tránsitos, un mundo en movimiento.

Las fotografías realizadas por Beroiz, Carmona y Burgui escapan de la pornografía fotográfica -imágenes como la del niño sirio Aylan Kurdi, ahogado en la orilla, que dieron la vuelta al mundo-, bajo el objetivo de los tres fotoperiodistas de recuperar otra narrativa. Huellas va más allá. “Los muros y verjas también son una temática dura. En Europa no existen campos de refugiados, son asentamientos donde la gente duerme entre la basura, a la intemperie... -critica Daniel Burgui-. La muerte es un punto final a un drama, pero vivir en unas condiciones de vida que no son dignas... ¿Sobrevivir a qué precio? Eso tampoco es digno y también hay dureza”.

Lejos de imágenes violentas, la intención de la muestra es otra. “Pretendemos comprender qué era esa salida de esas personas, restaurar la dignidad de los protagonistas que están aquí”, señala Daniel Burgui. Porque como reflexiona su compañero Luis Carmona, “quienes son ahí Ahmed e Iman, podrían ser aquí Mikel y Iosune. Queremos mostrar eso”. Por ello, muchas de las fotografías van acompañadas de un breve testimonio que presenta a sus protagonistas. “Estamos ya un poco saturados de que siempre pongan cifras, cuando pones un nombre, un apellido y una trayectoria a una cara, humaniza mucho más la historia”, comenta Beroiz.

De hecho, incluso “hay un punto de poesía” a ojos de Burgui, ya que los tres han compartido “un viaje con esta gente que para ellos es el viaje más importante de sus vidas y posiblemente marcará el resto de su trayectoria vital”. Y las fotografías lo plasman: hay momentos de asueto, de felicidad, entre familia, pareja, o amigos, e incluso atardeceres frente a la inmensidad del mar.

una galería de guerrilla En cuanto al recorrido de la muestra, Carmona señala que “hay un doble planteamiento”. Por un lado, “está el éxodo de las personas, el tránsito y el cruce del Mediterráneo, con explicaciones en los paneles acerca de las muertes que ha habido en los últimos años”, apunta. Pero, por otro, Huellas también recoge “la Europa fortaleza, los puntos y centros de internamiento, los no campamentos, cárceles... Esos momentos de retención”, completa. Todo desde el juego de mostrarse en la calle y no saber por dónde entrará la gente, por lo que “el diseño de la instalación juega a que desde cualquier punto la exposición tenga sentido”, explica Burgui.

Un diseño que dio algún que otro quebradero de cabeza, solucionado por la arquitecta Ana Enguita, encargada de imaginar y hacer realidad la instalación que se enfrentaba a los retos técnicos de ser una estructura destinada a estar en la calle, con materiales que soportasen la intemperie. “Teníamos claro también que una de las cosas diferentes que aportaba la exposición eran los objetos recogidos en las playas, pero, ¿dónde ponerlos?”, cuestiona Burgui. Finalmente, Enguita dio con la tecla y el ebanista Fermín Lorda construyó unos cajones especiales para albergar estos objetos, que son parte clave del corazón de la muestra.

mochilas que portan una vida Unai Beroiz lanza una pregunta al aire: “¿Qué objetos te llevarías de tu casa que te entrasen en solo una mochila?”. Varios meses atrás, en las playas de Turquía y Grecia, Beroiz, Burgui y Carmona se dedicaron a recolectar las pertenencias de “esas mochilas que quedaron allí a la deriva, porque igual no les dejaron embarcar con ellas y se quedaron allí, rompiendo en las olas”, señala Beroiz. Eran objetos de todo tipo, “desde la brocha para pintarse, a unas gafas, unas fotos familiares... Más allá de los pasaportes, que también tienen su importancia, otro tipo de objetos que son mucho más íntimos”, apunta Luis Carmona.

El valor diferencial de poder mostrar estos objetos, en opinión de Dani Burgui, radica en diferentes cuestiones. Por un lado, “un punto de cotidianidad, son cosas muy cotidianas”, pero también está “el punto de la identidad, ya que los documentos de identidad o un pasaporte tienen poco valor y no es te definen a una persona”.

Esta colección de retazos vitales también da “un punto de veracidad, ya que objetos reales que los ha usado una persona en su momento y que han quedado abandonados en una playa, durante ese viaje...”, reflexiona Burgui. El hecho de ser tan verídico, además, “te conecta de forma directa con la otra persona”, opina. “Cuando se nos ocurrió meter los objetos en nuestras propias mochilas, tenían ese vestigio de testimonio de un hecho histórico. Esto será historia algún día y nosotros la hemos recolectado”, concluye.

“Esos objetos, con el mayor valor para cada uno y que entran en una mochila, muchos de ellos están ahí. Algunas familias están en esas vitrinas...”, comenta Beroiz acerca de la fuerza que adquirieron estos objetos y retoman de nuevo ahora, con una puesta en la calle que cierra de alguna manera ese círculo que comenzó en las playas de Turquía y Grecia.

una dirección compartida El pasado miércoles, día 8, en el acto de presentación de Huellas llovió, mucho. Se empaparon todos aquellos primeros visitantes que se acercaron a la muestra. Empatía, lo llamó Dani Burgui. Fue más. Fue una dosis de realidad que Beroiz, Carmona y Burgui reivindican en Pamplona. Porque, al fin y al cabo, como concluye el mismo Burgui, “incidimos en algo didáctico: empujar a la gente dos centímetros en una dirección que los tres compartimos”. El éxodo continúa, pero sus Huellas permanecen.

Hasta cuándo. Ubicada en el paseo de Sarasate, la muestra Huellas podrá verse hasta el próximo 25 de noviembre.

Catálogo ‘en la calle’. Como complemento al recorrido de la muestra e incidiendo en su valor didáctico, Huellas cuenta con un catálogo sobre la exposición, ubicado en un cajón y disponible gratuitamente para aquellos visitantes interesados.