Así vivieron el 29
El pasado lunes, varios de los habituales del Disco Club 29 se reunieron a las puertas del local que les abrió la vida y les dio ‘color’
vivieron el Disco Club 29 en primera persona. Sintieron en sus carnes como la ciudad cambiaba y se abría una ventana a la libertad. Ahora, cuando ya rondan o pasan los 70 años, nos lo cuentan. Aprender del pasado para valorar el presente y luchar por el futuro.
Manolo mora
Barman
“Se creó una familia entrañable”
“El Disco Club 29 empezó con un planteamiento muy cultural, incluso se preparó para proyectar películas, pero al final acabó siendo una pequeña discoteca de la que yo fui el barman durante un año. Empezó siendo un club de marcha, de música y copas, en el que las tías desaparecían a las diez menos cinco de la noche y nos quedábamos los tíos, se montaba alguna bronca... Pero, después, el disco club empezó a ser otra cosa, porque para muchos de nosotros se convirtió en nuestra segunda casa, un sitio bastante liberal para lo que había en Pamplona, que por aquel entonces era un rollo de meapilas que te cagas. Como digo, para muchos de nosotros se convirtió en nuestra segunda casa, a la que veníamos absolutamente todos los días, y si no venías, era como si te faltara algo. De esta forma se creó una familia muy entrañable. De la música se encargaba sobre todo Javier, que era el que pinchaba. Fue un local precursor de lo que luego fueron las discotecas en Pamplona, porque entonces no había ningún bar así. Y, en realidad, las discotecas que surgieron posteriormente, primero el Guacamayo y luego el Young Play, eran lo mismo que el Disco Club 29, solo les diferenciaba el tamaño. Pero lo más importante, y algo en lo que yo insisto especialmente, fue la unión de la gente, porque al Disco Club 29 íbamos a diario, y no solo se iba beber, que se bebía bastante, y también había alguna bronca; aquello era una familia. Se organizaban partidos de fútbol, los que tenían bigote contra los que no tenían... O un rally con patinetes por todo lo viejo, parando en 12 bares, y echándose un vino en cada uno...”.
Enrique de cía ameztoy ‘William’
Disc jockey
“Fue una puerta a la libertad”
“Disco Club 29 significó una puerta a la libertad. Era como estar enterrado en un sitio, abrir y encontrarte con el sol, las flores y todo lo demás. Hay que tener en cuenta la época de la que estábamos hablando... Aunque en Pamplona había una movida muy buena, superior al resto del Estado y comparable a la de Barcelona, no había un garito similar a lo que se podían encontrar en los suburbios de Londres o de París. Tampoco el Disco Club 29 fue una discoteca al uso, porque, para empezar, era un sitio chiquitito, con el techo bajo, sin aire acondicionado, con un banco en frente del otro y al fondo un escenario chiquito. Y en cuanto se juntaba un grupo de gente, se ponía aquello como si hubieran echado agua... Pero, eso sí, ¡escuchábamos la mejor música posible! Fue un local que apareció justo a la vez que el underground, el heavy metal o el rock sinfónico y poco antes de la gran explosión psicodélica y los hippies. En aquellos años, nuestra vía de escape eran las radio piratas inglesas, Caroline, London e England, principalmente, pero también Radio Luxemburgo. Eso nos permitía estar al día de lo que se ha cía, lo que sucede es que para que se editara un disco aquí, pasaba un año desde que lo escuchabas en la radio. Para mí, hay dos canciones claves respecto al Disco Club 29: una, cuyo culpable fue Javier Osés, fue Time Is Tight, de los Booker T. & The MGs. Y también mucho soul... pero es que no era un sitio para bailar, aunque bailábamos todo, lo que importaba era oír la música. Y la segunda canción era In-A-Gadda-Da-Vida, de Iron Buterfly, que era la psicodelia en estado puro”. Aunque luego se ha pasado media vida pinchando discos, William rememora que “aunque alguna vez subí a poner algún disco, yo no pinchaba en el Disco Club 29 porque era un crío, tendría 16 o 17 años, y los demás era dos o tres años mayores, que en esa edad es mucho. Lo que sucede es que yo hice mucha amistad con Joaquín Luqui, que aunque fue muy poco al 29, sí que tuvo una relación directa con Fernando y Javier, que junto a José Luis Turrillas fueron los que montaron Disco Expres. De hecho, en aquellos años yo era uno de los que, despectivamente, Don Goyo llamaba los mariachis de Luqui. Yo le seguía desde su página en El Pensamiento Navarro y Discofilia, y cuando hizo el programa Requeterritmo ya me di cuenta de que eso era lo mío, y fue... Luego a Luqui se lo llevaron a Barcelona y, posteriormente, a Madrid, y yo cogí su relevo en Radio Requeté”.
Josecho Sesma ‘l’obelix’
Bajista de Los Condes
“El rock en Pamplona empezó en Navarrería, 29”
“Conocí el Disco Club 29 el día en el que Los Condes fuimos a tocar, y encontré un lugar en el que me sentía como en mi casa. Y es que allí escuchábamos una música que no llegaba ni siquiera a las radios, porque la traía de Inglaterra. A Hendrix, Cream y toda esta gente los conocí allí. Una vez escribí un artículo que decía algo así como que el rock, en Pamplona, empezó en la calle Navarrería 29, y sigo diciendo lo mismo. Además, para la ciudad fue algo rompedor, puedes ver cómo es Pamplona ahora, pues imagínate cómo era entonces. De hecho, hasta nos vino el maestro Bravo a tocar enfrente, como protesta, enviado por el Gobernador civil. Decían que éramos unos perdidos y las chavalas, si querían venir, tenían que hacerlo sin que se enteraran en casa. Cuando en realidad era una gente muy maja, se oía y se escuchaba música a gusto, podías bailar tú solo, cosa que en cualquier otro sitio de Pamplona era casi imposible porque te podían correr a hostias. Para mí significó muchísimo”.
Jesús salinas ‘Txufi’
Cantante de Los Condes
“Era el local más progresista”
“La primera vez que entré en el Disco Club 29 fue el día que nos contrataron a Los Condes para tocar, donde yo cantaba, en 1968; no fue en la inauguración pero casi. Y luego nos tiramos todo ese año aquí, de hecho creo que tocamos todos los días de San Fermín y entre semana tocábamos uno o dos días, jueves y sábados, principalmente. Nosotros, como grupo, éramos más poperos, si se puede decir así, y en el Disco Club 29 aprendimos mucho, gracias, sobre todo, a los discos que traían de Londres, eso nos hizo tocar más fuerte, más unidos, más ensamblados. En otro orden de cosas, el Disco Club 29 era el garito, el antro, aunque no fue el sitio donde más pecamos (risas). El Disco Club 29 era el local más progresista, con un ambiente más abierto, y con unos dueños que eran un encanto”.
luis pardo
Guitarra de Los Condes
“Oías cosas que ni se escuchaban en la radio”
“Descubrí el Disco Club 29 actuando con el grupo en el que tocaba por aquel entonces, Los Condes, y nos quedamos enganchados porque oías cosas que ni se escuchaban en la radio... bueno en las radios piratas, sí, pero es que no éramos mucho de estar en casa y nos resultaba más fácil escucharlo aquí a la noche, ya que, además, de tocar, también ensayábamos en el 29. Eso nos permitía escuchar lo que traía Javier”.
paquita campillo garcía
Clienta
“Aprendimos a que nos gustara la música”
“Venía al 29 con tres amigas, Araceli, Mariví y Marimar, porque era lo único que había un poco decente. Estaba el de Lindatxikia y nada más, luego ya hicieron el Guacamayo y el Young Play. Pero en el Disco Club 29 disfrutábamos un montón, veníamos todas las tardes. Yo me llevaba muy bien con Txufi y era la única que se quedaba a cenar los sábados, porque estaba de patrona, ya que soy de León; las demás vivían con sus padres y tenían que estar a las diez en casa. Bueno, entre semana yo también volvía a las diez, porque si no la patrona se ponía de uñas. Nos tenían por los gamberros de Pamplona. Me acuerdo un día que íbamos tres amigas con aquellas túnicas enormes y minifaldas, y las señoras mayores nos miraban como locas. En el 29 también conocí a mi marido, y allí aprendí a que me gustara la música, toda la música. Y eso hizo que ahora me guste Katy Perry, Maluma... También recuerdo un día en el que me quedé sola, y un modisto de Pamplona, Mateo, estaba con unos amigos de Zaragoza y conforme pasaba, me tiraba del pelo, hasta que me volví y le di un tortazo. Se quedó tan avergonzado que luego me quería llevar a casa, ¡sí, hombre! Con una piedra en cada mano bajé a casa, hasta Burlada. Pero eso fue una anécdota, el 29 tenía fama de que se hacía de todo y eso no era cierto, porque se respetaba a la gente”.
joaquín garde
Cliente
“Cambiamos hasta la forma de vestir”
“Cuando Javier y Fernando montaron el Disco Club 29 nos encontramos con una música rara, para lo que era entonces Pamplona, donde solo existía Larraina y el Club Natación. Pero la gente empezó a venir aquí y empezamos a cambiar hasta la forma de vestir, por lo que nos criticaron bastante. Javier comenzó a traer la música de Inglaterra y así descubrimos a los Bee Gees, a los Rolling, a los Beatles... y el club se empezó a llenar, con gente hasta las escaleras. Pero lo bueno fue que los que veníamos todos los días creamos como una gran familia, incluso nos íbamos juntos de vacaciones. De hecho, la primera vez nos fuimos casi 100 a Lloret de Mar... El primer día nos pegamos con unos americanos, unos cuantos fueron al hospital, a mí me detuvieron... Pero a los días, nos juntamos todos, hicimos las paces, y ahí íbamos, 200 por la playa (risas). Así que entre todo lo que vimos allí y la música que escuchábamos fue cambiando la situación y la cuadrilla, porque aquello fue una revolución para nosotros, que teníamos 19 o 20 años. Incluso fue un cambio terrible para la ciudad, hasta el punto de que a nosotros los Sanfermines nos parecían pueblerinos, fue una revolución en todos los aspectos. Llegabas al Disco Club 29 y tenías libertad para todo, incluso las chavalas eran distintas, no tenía nada que ver una que bailaba en el Club Natación, con una que bailaba en el 29 o con la que bailaba en Lloret de Mar. Era una ciudad muy eclesiástica, y creo que le cambiamos un poco las formas. Para hacerse a la idea, desde el 29 hasta abajo, se llenaba todo de gente. Me acuerdo, por ejemplo, que en Noche Vieja, ponías un dinero y te cogías las botellas que querías. Y Tino, uno de la cuadrilla, se cogía tres de anís El Mono y se bebía las dos primeras de trago... Follones también ha habido, pero majos, si le tocaban a uno de aquí, salía todo quisqui, era una familia. Incluso montamos un viaje a Londres, al que fuimos cuatro, acabamos en unos garitos subterráneos y ¡nos encontramos con uno de lo Bee Gees! Eso sí, luego venías aquí, decías que habías estado con uno de los Bee Gees y nadie te creía (risas)”.
juan osés
Empleado del 29
“Fue una puerta a la libertad”
“Con 19 años, yo estaba en Sevilla, aunque no sé qué pintaba allí. Me escribió mi hermano Javier y me dijo que iban a montar una discoteca y me vine a ayudarle. Y así empezó la aventura en una ciudad de mierda, de la que estaba asqueado, tras pasar unos cuantos años en los Maristas... horrible. Si nos descuidábamos, en aquella Pamplona te obligaban a rezar el Rosario. La cuestión era huir, pero con la idea de la discoteca, se abrió una perspectiva nueva, y así fue, se formó una familia. En el bar teníamos tres objetivos: emborracharse, follar y cambiar el mundo, pero el último lo abandonamos enseguida porque nunca lo cumplíamos. En el 29 se estaba muy bien, porque había una música muy buena. Mi labor, aunque era un chaval, era un poco la de poner orden, y después de las hostias que me habían pegado en los Maristas me desquité repartiendo yo alguna; además, contaba la ayuda de Joaquín Garde, que era un tío muy casta y de puta madre, y con Tino, una bestia de 1,70. Entre nosotros nos llamábamos primos, y es que casi hablábamos como los gitanos. Aquí, casi más que hacer caja o pagar a los proveedores, lo importante era mantener el orden, porque esto, a veces, parecía el Oeste americano. Y es que también nos encontrábamos con gente pija de Pamplona, aficionados a las joticas, que nosotros odiábamos, y que venían al 29 a molestar y a jodernos, pero siempre se llevaban un capazo de hostias y ya no se atrevían a volver. Como otra vez que nos encontramos con unos de cuarenta años dentro, rompiendo todo, con apellidos como Baleztena y Uranga, y tuvieron que salir zumbando... Pero entre nosotros teníamos un rollo muy bueno, éramos un gran familia”.