Tras el éxito cosechado en su primera edición, este año volvía el festival Pim Pam Ville a la plaza de los Burgos para acercar a Pamplona su exquisita propuesta. A diferencia de lo sucedido en su debut, en esta ocasión el escenario no estaba cubierto por ninguna carpa, se ve que las previsiones meteorológicas eran más benignas y eso, ya de entrada, ofrecía una mayor predisposición para el disfrute. Sólo faltaba que la música acompañase, y vaya sí lo hizo.

A las doce del mediodía, con una temperatura muy agradable subió al escenario la banda local Juárez, que acaba de publicar su nuevo trabajo, Boreal. Una de las labores principales de un festival es, o al menos debería ser, dar a conocer nuevos grupos. El año pasado no eran muchos los que conocían a los Hermanos Cubero cuando se plantaron en aquel mismo escenario. Hoy, sin embargo, esta pareja está recogiendo elogios por doquier con su Quique dibuja la tristeza. Y eso puede ser lo que, a juzgar por la reacción del público, puede suceder con Juárez. Su música se caracteriza por unas bases potentes, unas voces algo siniestras y unas guitarras con esporádicos dejes fronterizos, aunque tendentes casi siempre a la distorsión y las atmósferas ruidosas, como bien demostraron en temas como Mañana nunca se sabe o La muerte de O-Ren Ishii. Dejaron muy buen sabor de boca y ganas de volver a verlos.

Les siguió una de las bandas que más está dando que hablar en el panorama nacional, La Plata. Recientemente, por ejemplo, Miqui Puig ha manifestado que “rinde pleitesía” hacia este grupo. El criterio del antiguo líder de Los Sencillos siempre ha de ser tomado en consideración, así que esta era una magnífica oportunidad para ver a estos jóvenes valencianos en directo. Su caso puede recordar al de los Arctic Monkeys, pero a la española, ya que fraguaron su éxito a raíz de una canción que subieron a Internet y que fue haciéndose viral. ¿Es cierto lo que se dice ellos? ¿Son tan buenos como cuentan? La respuesta es clara: sí. En Pamplona tocaron todo lo rápido que pudieron, supieron o quisieron. Dispararon sin piedad sus trallazos melódicos con jovial desparpajo, casi sin apuntar, y no fallaron ni un solo tiro. Al fin y al cabo, es difícil resistirse a hits del calibre de Me voy, Tu cama o Un atasco.

Los encargados de cerrar la sesión matutina fueron Sonny and The Sunsets. Liderados por el polifacético Sonny Smith (además de cantante, también es escritor de teatro y novela), los americanos desplegaron sus encantos en forma de deslumbrante y melancólico pop, a veces recordando a otros grupos como The Jayhawks. Su propuesta era perfecta para la ocasión, con el sol derramándose tibiamente sobre la plaza y el público (el que quedaba, el que todavía no se había ido a comer) tarareando, bailando y disfrutando. Fueron especialmente aclamadas su interpretaciones de Too young to burn, Check out o Planet of women. No pudimos asistir a los conciertos de la tarde, pero el arranque fue inmejorable.