La Sexta, en su despliegue de programación, ha iniciado el mes de septiembre, el mes de la vuelta a lo cotidiano, con la incorporación de un profesional con más conchas que un galápago y dominador de los espacios televisivos por su largo periplo mediático, procedente en su última etapa de una televisión local en Catalunya y que se llama Alfonso Arús.

La posición en la parrilla del programa de Arús debe servir para acumular audiencias para la llegada triunfal de Antonio García Ferreras y su programa de actualidad; papel secundario que la cadena ha otorgado a este presentador en ocasiones histriónico, en ocasiones empático, que hace de la permanente sonrisa marca de la casa y del estilo de presentador dicharachero, cercano, que utiliza el humor como pegamento para las diversas secciones que construyen el programa, de momento se muestra poco reconocible y de dudoso éxito, aunque en la tele nunca se sabe de los vaivenes de la audiencia, que es la tirana que manda. Profesional avezado de radio y televisión, gran conocedor de los mecanismos de comunicación audiovisuales, aparece cada día en pantalla con renovadas energías que terminan por agotar al paciente espectador. Los vídeos son apoyos narrativos importantes y con ellos juega día a día, con estilo repetitivo y poco fresco, como tele ya conocida. Amante de la astracanada, amarillismo y escándalos, el último protagonizado con su compañera sentimental, Angie Cárdenas, en vivo y directo como auténtica pieza de telerrealidad/telebasura. Alfonso Arús no acaba de penetrar en el universo de las audiencias y necesita un golpe de timón para situarse por encima de la media de la cadena; de lo contrario se apagarán las luces y silenciarán los micrófonos, que ya se sabe cómo funcionan los gestores de las teles/negocio. Lleva un mes en antena y ha metido poco ruido; ya no le sirven los escándalos.