hace un tiempo no muy lejano, Óscar Higares se vestía de luces en el arte de la tauromaquia y paseaba su cuerpo serrano por abundantes plazas, sin ser un maestro consagrado, tenía hueco en las ferias importantes, aunque tuviera que enfrentarse a hierros duros y especialmente peligrosos.

Tras cortarse la coleta, entró en el mundo de los famosetes de la tele y ahora acaba de ser expulsado de la actual edición de Masterchef, en las noches de los domingos en La 1. La presencia del torero en las cocinas del concurso, le ha dado sabor y toque especial, y a pesar de ser expulsado, tendrá repesca por los datos de audiencia que proporciona la actuación de un personaje serio, entregado a la causa y compañero de fatigas de tipos como Santiago Segura, Carmen Lomana o Antonia dell’Atte, recién reintegrada a las cocinas.

En los concursos de la tele, cada quisque monta su personaje, y explota las condiciones buenas o malas que plasma ante las cámaras y se hace con una parte del público que le apoya o denigra. Esta actividad de relacionarse con las audiencias es vital para la permanencia en el concurso y obliga a estrategias varias. Óscar Higares ha hecho de sí mismo, un tipo serio, recio, y acostumbrado a las cornadas de la vida y de los toros, y ello le ha permitido aguantar en la pelea hasta la pasada noche del domingo. Pero, volverá. Sus lloros, al tener que abandonar el plató no eran lágrimas de cocodrilo, esa sentimiento puro de un pinchazo en su actuación televisiva, que le ha dejado temporalmente fuera de combate. El concurso sigue su marcha, va comiéndose a los aspirantes y cada cual interviene en el show con mayor o menor acierto y cumple con el guion como esta ordenado y organizado. La 1 sigue metiendo goles y poniendo en parrilla algunos productos competitivos y dignos de eso que se llama servicio público.