Emilio Matute es un pintor de la ciudad, un pintor pamplonés cuyo origen andaluz perdura en sus cuadros. Su última exposición fue en el Polvorín de la Ciudadela, en 2011, una sala a la que vuelve ahora con la propuesta de un nuevo viaje a Las ciudades invisibles, el famoso libro de Italo Calvino que a tantos artistas ha inspirado. El libro enseña a mirar la ciudad de otra manera y a descubrir su personalidad y, partiendo de esta base, la muestra homónima de Matute presenta la urbe como un tejido en continua evolución constructiva. La exposición, compuesta por 34 obras, podrá visitarse hasta el 13 de enero.

Marco Polo fue el personaje que Italo Calvino escogió para realizar aquel viaje por las ciudades y, en esta ocasión, Matute ha escogido su propio viajero, más actual, para recorrer un total de 29 ciudades. Estas se muestran en el momento de su construcción o mutación, o quizás cuando están adquiriendo cualidades y características de las que carecían y que alteran las que aparentemente tenían. “Lo que más me interesa es concretar en la ciudad de hoy, en la ciudad actual, pero en la ciudad de un modo gestante”, dijo ayer durante la presentación de la exposición, ya que según añadió, “las urbes tienen una disposición de estar siempre en continuo desarrollo, están abiertas al futuro, y aún cuando son desbastadas y aniquiladas, siempre vuelven a resurgir de sus propias cenizas y se vuelven a disponer sobre el mismo terreno”.

El pintor destaca esta gestación de la ciudad a través de estructuras que no se apartan del dolmen neolítico. “A fin de cuentas, aparecen dos columnas, dos pilares, y una viga, que es el principio constructivo que ya en el Neolítico se organizó con el dolmen”, sostuvo. Asimismo, las narraciones pictóricas de Matute toman un sentido crítico al mostrar la primera transformación, aquella en la que la ciudad ocupa el territorio inmediato a sus límites, rústico aún, para alterarlo profundamente. También hacen referencia al hecho migratorio, con “casas que son suburbios y una retícula que será lo que organice la ciudad”, un elemento muy recurrente en las piezas expuestas. En otras piezas, el artista se permite dibujar un plano de Pamplona y aludir al fenómeno de la industrialización o a la teatralidad de la ciudad. “No deja de hacer referencia a la teatralidad de la vida, porque la ciudad es la ciudad de los cambios, de la especulación y del dinero, pero también de la grandeza”, añadió.

Las ciudades de Matute se caracterizan, en definitiva, por su urbanidad, sus dimensiones y las cualidades físicas que incluyen en las vidas de sus habitantes. Esa fisicidad se expresa en los cuadros en la importancia de la línea, el uso del color y del blanco y negro, la composición y la presencia de los planos con los que se proyectaron y construyeron. La pintura es acrílica sobre lienzo y entre los elementos utilizados están los propios de los proyectos arquitectónicos como pórticos, planos, tramas urbanas o rotuladores junto con láminas de plástico que son las que hacen de la envoltura urbana que se apodera del entorno rural.

personas ausentes Uno de los conceptos de los que parte la exposición es que el artista entiende a hombres y mujeres como seres sociales y aborda su manifestación pública en el recinto de las ciudades. Sin embargo, en ningún cuadro aparecen imágenes de personas, ya que, según explicó Matute, “estos hombres y mujeres que interactúan” con sus ciudad “serán los visitantes que acudan a la exposición”. “Una de las películas clásicas del cine en blanco y negro decía que más terrible que la soledad del desierto es la soledad de la muchedumbre, algo que siempre me ha impactado; estos cuadros están abiertos a que los visitantes ocupen las ciudades ya que, a fin de cuenta, el arte se completa con el espectador, y el espectador puede ser ese habitante ausente que se puede incorporar a la urbe dentro de su visión del cuadro, porque cada uno de nosotros tenemos nuestra propia concepción de ciudad”, concluyó.