berlín - El director chino Wang Xiaoshuai cerró ayer el desfile de aspirantes al Oso de la Berlinale con un drama familiar sobre los estragos de la Revolución Cultural sobre una sociedad obligada, además, a asimilar los salvajes cambios de la China actual. “La consigna de la Revolución Cultural era que debíamos mirar hacia delante en favor del progreso de nuestro país. Pero eso no es posible sin hacer las paces con el pasado”, explicó el realizador de Di jiu tian chang (So Long, My Son), sobre una película que recorre 30 años de trauma colectivo.

La política del único hijo, el aborto forzado a que queda sometida la mujer que queda embarazada por segunda vez -y que perderá al primer hijo en un accidente- es el núcleo de un drama que arranca de un matrimonio para extenderse al entorno de sus amigos. La planificación familiar se aplicaba en términos marciales, como ocurría en cualquier otro ámbito de la sociedad china -del laboral al baile con música prohibida-.

Los efectos de todo ello sobre esa familia ampliada serán los remordimientos del niño que metió al agua al amigo que no sabía nadar o los de la compañera de la fábrica que delató un segundo embarazo. Es un mundo en el que a la mujer a la que se forzó a interrumpir su embarazo quedará, además, obligada encajar la recompensa pública de ser distinguida como ciudadana ejemplar por ello. “Perdonarse y hacerse perdonar puede ser un largo camino. Como mi película”, bromeó Wang, ante los 180 minutos del filme, el más extenso entre los 16 aspirantes a los Osos del festival que repartirá el sábado el jurado presidido por la actriz Juliette Binoche.

La cinta del realizador -ganador en 2008 del Oso de Plata al mejor guión con In Love We Trust- habría sido la penúltima según el programa original de la Berlinale, ya que inicialmente estaba previsto cerrar el desfile con One Second, de Zhang Yimou, que finalmente fue excluida por “supuestos problemas técnicos”.