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Controvertido Pogolerich

grandes intérpretes

Intérpretes: Ivo Pogolerich, piano. Programa: W.A.Mozart: adagio K.540. F; Liszt: piano sonata S.178; . R. Schumann: estudios sinfónicos op. 13. Programación: Ciclo Grandes Intérpretes de la Fundación Gayarre. Lugar: Teatro Gayarre. Fecha: 19 de mayo de 2019. Público: Más de media entrada. (36 euros).

No es fácil asimilar el criterio pianístico actual de Pogolerich: aquel intérprete que tanto nos impresionó con sus arrolladoras versiones, ya hace décadas, en sus primeras apariciones en la Sociedad Filarmónica. Hoy, radicalmente distinto en todos los aspectos, parece haber cambiado el paso -el tempo- de su vida hacia una lentitud, a veces exasperante, arrastrado, quizás, por un sentido trágico, desde que muriera su esposa y maestra Aliza Kezeradze en 1996. Ha pasado mucho tiempo, pero, todavía resuenan los ecos de aquella entrevista al diario alemán Die Welt, en la que narraba la agonía y último beso -lleno de sangre- que le dio su esposa. Inevitablemente parece que mucha de esa carga dramática, también, la reciben las obras que interpreta. Todo en el pianista croata es absolutamente personal, distinto, imposible de buscar parecidos, escuelas, tendencias. A veces esos tempi hacen irreconocibles o desvirtúan el vuelo y el tema de las obras. También hay una violencia de fondo, machacona y tremendista, en muchos tramos; y, de vez en cuando, una maravillosa articulación, que, sin duda sigue poseyendo, pero que, desde luego, no la prodiga.

Comenzó el recital con el Adagio K.540 de Mozart: absolutamente irreconocible en los primeros compases. Es cierto que es una obra que se aparta, radicalmente, del Mozart más perfumado y al uso que se suele interpreta; es un soliloquio, y, como tal, Pogolerich lo interpretó muy para sus adentros: lentamente y con miras a la música posterior.

A Liszt (piano sonata. S.178), también le ralentizó el tempo. Para hacernos una idea, esta obra, a los demás pianistas les dura entre 30 y 31 minutos; Pogolerich se acerca a los 40. Consecuencia de ellos fue la enorme carga dramática que dio a la partitura; también una grandeza orquestal que, desde luego, le va a Listz; pero, por otra parte, en esa violencia que trasmite en el modo de atacar los compases, se echa en falta el vuelo -que también se mostró muy esporádicamente- de los matices en más piano, o la media voz.

La segunda parte del concierto la ocuparon Los estudios sinfónicos de Schumann, donde se concretan en el instrumento de teclas: los estudios, las variaciones y el poder de la orquesta. Otra obra que Pogolerich aborda con grandeza de volumen. Con tiempos y resultados que nos parecieron más convencionales, por el orden y dinámicas que aportó, pero también, algo violenta, y que, incluso en los pasajes de virtuosismo resbaladizo -rápido-, cargada de sonoridad. Todo es un tanto marcado -no sólo, claro, los pasajes macato de la partitura-, todo, algo tremebundo.

Lo cual no quita para aseverar que, el recital que nos ocupa, a unos gustó, a otros menos, pero es de esas veladas que aburridas no son. Si uno consigue meterse en su mundo sonoro, disfrutará de grandes momentos pianísticos. Lo que yo creo que es una exageración, es sacrificar el vuelo y la preciosa melodía del Vals triste de Sibelius, que dio de propina, a un tremendo y lento dramatismo.