Vitoria - Hasta hace muy pocos días han sido la pintura del fallecido Rafa Lafuente y la escultura de Ernesto Knorr las que han estado dialogando entre sí a la vista del público desde Talka Galería, una conversación fructífera que ahora cambia de protagonistas, fondos y formas pero que mantiene el mismo objetivo que la anterior: involucrar al visitante del espacio de la plaza Marqués de Alameda en dos universos particulares entre los que existen algunos hilos comunicantes. De eso se van a encargar Javier Balda y Javier Muro, protagonistas desde la pasada semana hasta el próximo 3 de agosto entre las paredes del proyecto auspiciado por Gorka Basterretxea.

Los dos creadores navarros -Balda es el único que ha expuesto en la capital alavesa “pero hace ya tanto que ni me acuerdo”- acuden al encuentro con su obra más reciente. Más allá de la “afinidad personal que nos tenemos”, ambos apuntan dos espacios de coincidencia. Por un lado, el trabajo con “las estructuras y las desestructuras” de los elementos que utilizan en sus piezas. Por otro, “el hecho de que el sistema de color es algo que nos afecta bastante”. Con todo, uno y otro tienen claro que la coincidencia buscada se está produciendo de manera “muy natural” bajo la convicción de que el montaje final va a generar “hilos de comunicación” entre algunas de sus respectivas obras.

Dejando a un lado lo que les puede ser común en lo artístico, ya sea de manera premeditada o no, Balda regresa a Gasteiz dentro de la línea de trabajo que está desarrollando en los últimos tiempos, dejando en suspenso de manera momentánea su relación directa con la pintura “aunque sigo siendo pintor; de hecho, lo que hago ahora, sigue siendo pintura”. En este caso, como ya mostró el año pasado en Donostia, el artista trabaja con la fotografía, la propia y la tomada de las revistas y la prensa diaria para, en forma de collage, generar imágenes nuevas que esperan la mirada del espectador.

La superposición y la arquitectura se convierten aquí en dos ejes fundamentales de un camino que, según reconoce el artista pamplonés -aunque residente en tierras guipuzcoanas-“me está sirviendo para recuperar la plenitud”. En el caso de Gasteiz, de esta producción actual se podrá ver una decena de obras.

En el caso de Muro, en Vitoria presenta los últimos resultados de su afán por el trabajo con elementos cotidianos, domésticos, cercanos, a los que transforma en esculturas en las que hay “un afán poético”, sin perder de vista el evidente “toque del sentido del humor”. Sillas, cacerolas, cafeteras... se convierten en elementos imposibles, resultados de “un juego, el de crear una realidad a mi antojo”.

En este sentido, como señala el artista pamplonés, el punto de partida es un elemento tan importante como, muchas veces, despreciado por la sociedad, el diseño. Sin embargo, como él bien apunta, “el saber de cada época se concreta en el diseño”, en cómo se transforman y adecuan las cosas a los tiempos según van pasando. Ahí es donde él interviene para romper la línea de la teórica normalidad.