Tenía ganas de revancha el Festival Turmalina, y a fe que pudo tomársela. El año pasado, después de muchos meses de trabajo, todo se fue al traste en el último momento por culpa de una lluvia que arruinó el esfuerzo de sus organizadores, a la par que las esperanzas del público. En esta ocasión, sin embargo, el tiempo no pudo ser mejor: cielo azul sobre la Ciudadela y temperatura agradable, sin sofocos. Era lo único que faltaba para que el plan fuese perfecto, porque la calidad de la música estaba asegurada. Había, ademas, una atractiva oferta gastronómica, con caldos y viandas creados para la ocasión, así como puestos mercadillo. No es de extrañar, por tanto, que la afluencia de público fuese numerosa desde que el festival abrió sus puertas al mediodía.

Las primeras en actuar fueron las chicas de Melenas, de cuyas virtudes ya escribimos hace unos meses. Ellas van a toda velocidad y, desde entonces, han pasado muchas cosas en su vida musical, como bastantes conciertos en diferentes ciudades de España e incluso una gira por Estados Unidos, experiencia que compartieron con Amaia, de Kokoshca, que tocó la batería en su periplo norteamericano sustituyendo a Laura, que no pudo viajar. Más recientemente, venían de actuar en el Primavera Sound, uno de los festivales más prestigiosos de nuestro país. Su música tiene la fuerza necesaria para salir airosa de un sótano como el del Nébula, pero también brillo y esplendor suficiente para embaucar a una audiencia más heterogénea en un mediodía soleado sobre la hierba de la Ciudadela. Como se ha dicho, este cuarteto no pierde el tiempo y, además de algunas canciones de su primer álbum, interpretaron también cortes del epé que acaban de publicar (Ya no me importa/Si tú me quieres), y varios temas nuevos.

Después, en un ambiente de lo más distendido, salieron a probar sonido Lichis y Rubén Pozo. Dos históricos de nuestra música, cada uno con una trayectoria igualmente envidiable a sus espaldas (el primero era el cerebro que manejaba La Cabra Mecánica y el segundo formaba dupla con Leiva en Pereza, por si todavía hace falta recordarlo). Sin embargo, ahora hacen gala de su valentía en un proyecto que nada tiene que ver con sus aventuras anteriores. Mientras terminaban de prepararse, por megafonía sonaba J. J. Cale y su estilo daba pistas de por dónde iban a ir los tiros en el siguiente concierto. El dúo, que titula su proyecto Mesa para dos, se enfrentó sin banda al respetable, ocupándose Lichis de la guitarra acústica y Rubén de la eléctrica (en ocasiones, también del bajo). Combinaron temas de sus trabajos en solitario (Habrá que vivir o Chavalita, de Rubén; Ya no salimos a asustar o Buenos Aires, de Lichis), bien engarzados y bebiendo siempre de la música tradicional americana. Mucha calidad sobre el escenario y mucha seguridad para utilizar solo su material más reciente; el público disfrutó y no echó de menos los viejos éxitos. Era la hora de comer, pero todavía quedaba la tarde...