mucho está dando que hablar, y casi siempre para bien, King Sapo, el nuevo proyecto de Jesús Trujillo, Andrés Duende y Javier Planelles -compañeros en Eldorado-, a quienes se ha unido José Alberto Solís -le habíamos visto tocando el bajo en SCR y en Los Insolventes del Gran Wyoming-. Con solo un disco en el mercado, el combo ha sabido captar la atención de muchos aficionados al rock y el ciclo veraniego del Caballo Blanco, siempre atento a las propuestas emergentes, les reservó una fecha en su cartel. Por lo que se decía de ellos, saben combinar a la perfección los sonidos de décadas pasadas -la de los sesenta y la de los setenta, fundamentalmente, aunque sin renunciar a otras más cercanas en el tiempo, como la de los noventa-. El productor Juan De Dios Martín -que ha trabajado con artistas de la talla de Amaral o Xoel López- ha sido el encargado de dar forma a su primer álbum, Niño gurú, un buen compendio de rock, blues y psicodelia.

En el escenario del Caballo Blanco desplegaron todos sus encantos desde el mismo momento en el que aparecieron en el escenario, con canciones como Lumen -que en gallego significa fuego-, una pieza de gran intensidad, con el cuarteto empleándose a fondo -qué solos, qué riffs y qué imponente base rítmica-. Anunciaron que habían sido preseleccionados para dos categorías de los premios Grammy -y con su primer álbum, a eso se le llama empezar una carrera con buen pie-, antes de continuar con Libre, en la que Jesús, el cantante, se colgó su acústica y comenzó de manera desnuda y tranquila, para explotar, como era previsible, en el tramo final. Después, Hombre humo, realmente avasalladora, con una batería marcando un ritmo tan potente como veloz. Los instrumentos pararon en medio de esta canción, incluso el cantante sorprendió con un par de frases a capela, para volver otra vez con todo en el cierre. Alguien como tú siguió por el mismo camino, quizás con más épica gracias a los estribillos en falsete. Nuevamente con la acústica y nuevamente con falsetes para una balada muy melódica e intensa, con garra: Hablando con los árboles, de lo mejor de la velada.

Pero poco dura la tranquilidad en el reino del sapo, y para el siguiente corte el cantante dejó su acústica en un lateral del escenario y fue Andrés el que comenzó a sacar chispas a su eléctrica en una introducción muy pantanosa. Después, con la audiencia ya enfervorizada, vuelta al hard rock. Quisieron despedirse tras esa canción, pero no les dejaron ni bajarse del escenario. Ellos, que también estaban disfrutando, no se hicieron de rogar y, como en esos momentos había mucho más público que al inicio de la actuación, volvieron a tocar el tema con el que habían abierto la noche, que da título a su, de momento, único álbum, Niño gurú. El bajista y el batería lo comenzaron corriendo entre las mesas de la terraza para subir a los pocos segundos y terminar la fiesta sobre las tablas en una nueva demostración de poderío sonoro. Larga vida al rey sapo.