el jueves pasado llegaba al ciclo del Caballo Blanco uno de los platos fuertes de esta edición: Latxatarra, de quienes ya hablamos en estas páginas tras la presentación en Zentral de su rutilante álbum, Excarabajos. Por si alguien no lo sabe todavía, en su título dibujan su árbol genealógico musical, pues, a pesar de tratarse de su primer trabajo, no son ningunos principiantes, sino la banda que durante más de dos décadas conocimos como Escarabajos (y que dejó para la posteridad grabaciones como No coleccionable y Que nadie sabe ni espera). Así pues, se trata no más que de un cambio de nombre, pero el grupo mantiene intactas su señas de identidad y su buen hacer, siempre bajo la batuta de los hermanos Domeño Ibarrola (Alfredo y Rubén, tanto monta, monta tanto). La actuación del Caballo Blanco era una buena manera de volver a degustar el proyecto más rodado, con más horas de ensayo y escenario a sus espaldas. Hubo, además, algunas sorpresas en forma de colaboraciones y de cambio en la formación.

Poco antes de las ocho ya podían verse camisetas del grupo en las primeras filas, volviendo a demostrar que su base de seguidores permanece fiel. La terraza, no hace falta decirlo, estaba tan llena como merecía la ocasión, con un grupo con solera y una tarde de buen tiempo en Pamplona. Arrancaron con Y ahora qué, en la que hubo algunos problemas con el micro de Alfredo, pero que fueron rápida y diligentemente solventados, llegando su voz con total nitidez a la concurrencia. Posteriormente hubo algunas incidencias con el monitor de Alfredo, pero no pudieron enturbiar el brillo de la actuación, que prosiguió con temas como Dolía, alegato contra la violencia de género que está, por desgracia, de asquerosa actualidad, como dijeron al presentarla.

Lo que presentaron después no fue una canción, sino a su nuevo guitarrista, Luis San Juan, que se enfrenta a la difícil tarea de sustituir al gran Sebas Catena. Hay que decir en su favor que el sonido no se resintió, compenetrándose a la perfección con la guitarra de Rubén. Comenzaron entonces con las canciones nuevas, como 24 de febrero, una balada a la que siguió Nunca pasa nada, rescate de su primer álbum, mucho más rápida y propicia para el baile, rebosante de energía juvenil. Después, Balsas de cristal, autentico fogonazo de rabia y crítica social, y la siempre emotiva En las vías, un elegante medio tiempo que se erige como una de sus mejores composiciones. Rubén cantó la siguiente, Satán, compuesta íntegramente por él y dedicada a un amigo suyo que se fue antes de tiempo.

En la recta final llegaron las colaboraciones: Falsa farsa, con Sebas Catena y la valenciana Davinia Pastor, que se quedó también para El kutxitril. Gabri Gainza, de El Desván, que se marcó un vibrante duelo con Alfredo en Tiempos, y Alejo y Germán, de Con X The Banjo, que ayudaron a incendiar la terraza con Valentina a modo de traca final. Había anochecido, pero Latxatarra seguía resplandeciendo.