Concierto solidario con enfermos (y familiares) de Alzheimer, esa terrible plaga que asola nuestra sociedad. Y precisamente con un recuerdo a todos ellos comenzó la primera banda, Mind The Gap, que ofreció robustas versiones de Joe Cocker, Eric Burdon o Clutch. Con un sonido denso, perfectamente cimentado por teclados, bajo, saxo, guitarras y batería, y coronado por la poderosa voz de Alberto, consiguieron la difícil tarea de que el público bailase desde el primer minuto.

Tras una pausa mínima para adecuar el escenario se pudo disfrutar del concierto de Kai Etxániz. Dijo al salir que les tocaba a ellos (venían en trío) bajar el ritmo después de la subida de Mind The Gap. Efectivamente, hubo menos distorsión y electricidad, pero toneladas de intensidad en temas como El tiempo, Ruido o la reivindicativa Una vida (preciosa alegato en favor del respeto, la tolerancia y la empatía), con la que se despidieron.

Después, solo una guitarra acústica le bastó a Jimmy Barnatán para poner patas arriba la sala. Blues profundo y pantanoso, de la mejor calidad. Se mostró encantado por estar allí, recordando a los que olvidan, y acompañado por su guitarrista de confianza se marcó un set electrizante (a pesar de tocar en acústico). Sin duda, una de las mejores voces de este país, absolutamente privilegiada para el rythm’n’blues, como bien demostró con el Roadhouse Blues de The Doors con el que cerraron.

La electricidad llegó, y de qué manera, con Sonic Toys. Lobo en la ciudad fue un chute de energía positiva, al igual que Casualidad. Rock vitalista, con melodías que contagian optimismo y entusiasmo (el mismo que derrochan ellos al ejecutarlo). Recortaron el repertorio porque los tiempos se echaban encima, y fue una pena, porque el público estaba disfrutando mucho de ellos. Esperemos que en breve podamos verlos en un show completo.

Hacía unos meses habíamos visto a Latxatarra sobre estas mismas tablas, y en esta ocasión sonaron mejor que entonces. Se les notan las horas de vuelo que ya van cogiendo temas como El Kutxitril, Sombras sin talento o Fruta de estación. Balsas de cristal fue, como siempre, un trallazo incontestable, y su letal Valentina consiguió el milagro de hacer enmudecer a la audiencia. Algo tiene esa canción. Algo tiene este grupo.

Otro que nos había visitado recientemente era Carlos Escobedo, cantante de Söber. El jueves ofreció un concierto exquisito a base de acústica y piano. El formato clásico, sea con orquesta, como hicieron en Burlada, o de esta guisa, más “de cámara”, les sienta como un traje a sus canciones. Todo un deleite disfrutar así de temas como Estrella polar o Papel mojado. Recordó el motivo por el que estábamos allí reunidos, emocionado, pues él también había sufrido de cerca esta terrible enfermedad. De esa experiencia nació La escalera. Antes habían tocado Náufrago, baladón inmenso. A priori parecía que no era su público, pero supo ganárselo (le sobran tablas y talento para ello).

Aunque el concierto duraba media hora, Ramoncín se trajo a toda su banda. Bueno, toda no, que el bajo lo tocó Álex Sanz (que había cantado con Sonic Toys y tripitiría con La Fuga). Sonó como un cañón con tres guitarras, teclados, batería y violín. Entraron a matar con Putney Bridge y Déjame. Gran parte del público había ido para escucharle a él, y se notaba. Incluso aquellos a los que no les gusta terminaron cantando Hormigón, mujeres y alcohol. Y para terminar la fiesta solidaria, La Fuga, con nuestro gran Pedro a la cabeza. Tremendo directo, como tantas veces han demostrado. Pero lo mejor que hicieron el jueves no fue tocar, sino organizar el evento. Como dirían Los Rodríguez, para no olvidar.