“Si el espectador tiene un debate moral con la película cuando salga de la sala, habré conseguido lo que he querido”. El director de Patrick, Gonçalo Waddington, ha tratado de huir de “moralinas” al retratar a Patrick, un personaje “emocionalmente muerto” al que interpreta Hugo Fernandes y que “quiere estar solo tras una vida tan traumática”.

La cinta, presentada ayer en la Sección Oficial, es un retrato psicológico de un joven de 20 años que tras haber sido raptado en Portugal con ocho años, fue trasladado a Bélgica, donde un hombre se convierte, como explicó Waddington, en “todo para él, su padre, su amigo, su amante...”.

Esta vida traumatizada, que bloquea su identidad, la proseguirá ya en París, donde dos años después será detenido por la Policía, que lo identifica y lo devuelve a casa de su madre, que encarna Teresa Sobral, a un pueblo del interior de Portugal. El reparto principal lo completan la hermana de la madre (que interpreta Carla Maciel) y la hija de esta (Alba Baptista), que tratan de buscar el encaje de Patrick en sus vidas y que este encaje en las de ellas.

“Creo que él siente que es un monstruo, una persona que no consigue distinguir el bien del mal, que se ha quedado destrozado”, reconoció en la rueda de prensa Sobral, quien describió la dificultad de la madre de gestionar “el regreso de alguien al que creía muerto y que regresa convertido en un ser totalmente destrozado”. Ella, como actriz, muestra cierta empatía con el papel de Patrick, “un luchador dentro de una desgracia, que busca referencias y que aparece en ese lugar tan solitario. ¿Hasta qué punto lo que él busca su entorno no es capaz de dárselo?”.

La elección de Fernandes como el protagonista de la cinta no fue fácil, explicó Waddington: “Cuando hicimos el casting, no me miraba directamente a los ojos. Luego me contó por qué estaba nervioso, que tuvo una mala experiencia con una película que al final no pudo interpretar. Le hacía preguntas difíciles a ver cómo respondía, sobre todo sus gestos. Me dejó algo perturbado y el ayudante de dirección que me acompañó también dijo que tenía que ser él. Probamos a otros, pero es como los pintxos, para saber que te gustan, tienes que probar otras cosas como el sushi”.

Fernandes resaltó la importancia de la preparación del elenco para un proyecto en el que las relaciones entre ellos y la intensidad resultan clave: “Varios meses antes viajé a Portugal para conocer a todos, lo que me permitió sentirme bien con el reparto. Es cierto que Gonçalo, como actor que también es, sabe cómo hacer que un actor se sienta a gusto y tenga confianza durante el rodaje, que se hizo de forma cronológica. Sin un director que no tuviera sentido de la interpretación, no se habría enfrentado al rodaje de esta manera”.

Los actores convivieron dos semanas como en cualquier residencia artística, muy habitual en el teatro. “Una de las cosas más inteligentes del proceso de creación fue construir de forma pormenorizada todo el pasado que no está en la película”, reconoció Teresa Sobral sobre esa convivencia de dos semanas. Esta circunstancia ayudó a que, cuando empezó el rodaje, todos los protagonistas ya estuvieran en “la misma base de un destrozo que había ocurrido antes. Teníamos que construir todo lo anterior para poder empezar la historia destrozados”.