Es realidad y es ficción; y todo lo contrario. “Es más importante la referencia a la realidad, que la realidad en sí misma”, lee el personaje de Luc (Luc Schwarz) en el filme Thalasso. Eso es lo que propone Guillaume Nicloux en su último filme, a concurso en el Zinemaldia, en el que recupera a dos personajes (ir)reales, con los que ya había trabajado de forma previa: el escritor Michel Houellebecq y el actor Gérard Depardieu. Pese a querer aclarar durante los títulos de crédito finales que todo es una farsa, el juego de espejos y un guion en el que la improvisación tiene mucho peso, puede forzar la percepción del espectador al respecto.

“Ustedes son la vergüenza de Francia”, les espeta un camarero del centro de talasoterapia en el que transcurre la película a los dos polémicos personajes galos que se encuentran inmersos en una infructuosa cura del bienestar. El enfant terrible de las letras francesas acompañó a Nicloux en la presentación de esta cinta que pugna por la Concha de Oro pero, como suele ser habitual, no atendió a la prensa, aunque sí hizo acto de presencia en la alfombra roja, donde dejó divertidas y alocadas estampas. El cineasta, ante la pregunta de si, tal y como se afirma en su cinta, los dos artistas se sienten la gran vergüenza francesa, reconoció que, incluso, con cierta “coquetería” se sienten “orgullosos” de ello.

Thalasso es una alocada comedia en la que, además del autor de Sumisión y el protagonista de Cyrano de Bergerac, repite el elenco principal de la cinta que Nicloux presentó en 2014, y que, también en un ejercicio entre realidad y ficción, hablaba de un grupo que decidió secuestrar al escritor, que acabó siendo parte de la familia a base de copiosas comidas y ríos de alcohol.

“Ha sido un rodaje menos alcoholizado que el de El secuestro de Michel Houellebecq”, confesó Nicloux ayer en la rueda de prensa. Pese a los intentos de los responsables del centro, escritor y actor, formando un tándem irresistible, no paran de beber vino y fumar. Algo que salía de ellos mismos durante el rodaje.

Es difícil establecer cuál es la verdad de lo que cuenta esta película a la que no le faltan guiños a la anterior. “Fue Hollande”, dice Houllebecq, señalando a quien piensa que ordenó su secuestro en la primera parte. A juicio del literato, el expresidente galo, ante la posibilidad de tener al escritor como contrincante, habría ordenado sacarle de la carrera. Vestido solo con un albornoz durante la mayoría del metraje, habla del plan de Hollande para acabar con él, provocando una carcajada generalizada en la sala.

Conceptos políticos, religiosos y artísticos, así como su vida personal son constantemente deconstruidos, generando momentos hilarantes y surrealistas -probablemente, ambas cuestiones estén relacionadas-. El amor de Depardieu por Putin, al que conoció después de nacionalizarse ruso para evadir impuestos; el papel de Obélix como trabajo cumbre en su carrera; o la confesión de haber mantenido relaciones sexuales con la mayoría del star-system galo son algunas de las cuestiones que un obeso Depardieu deja para el recuerdo. “Esto no lo podemos decir”, era una de las quejas del actor ante la que Nicloux no se rendía. “¡Pero seguimos siendo nosotros!”, continuaba preocupado el intérprete, sin comprender él mismo dónde se encontraba el límite entre la persona y el personaje. No obstante, también ocurría un proceso inverso en el que, el realizador permitía que los actores improvisasen llegando “mucho más allá” del guion escrito.

Thalasso es, en definitiva, un universo paralelo al nuestro, tal y como afirma el doble de Silvester Stallone que se deja ver en una u otra escena -el original no pudo participar por estar rodando la última entrega de Rambo-, una realidad alternativa donde, pese a todo, Houellebecq y Depardieu siguen dando de qué hablar.