escultura. Joan Miró ya era un pintor consagrado, casi cincuentón, cuando retornó a España desde la Francia ocupada por el ejército nazi, momento en el que decidió que la pintura “era un arte en decadencia” y se dedicó a la escultura, disciplina en la que figuró como un artista “más radical y desafiante”. Así lo destaca María Bolaños, directora del Museo Nacional de Escultura, que acoge en Valladolid hasta el 15 de marzo La musa blanca, una exposición de modelados que reflejan “las dos almas” que conjugó el pulso creativo de Miró, “una surrealista y moderna, más cosmopolita, y otra propia de la cultura popular, catalana y rural”. Foto: Nacho Gallego