- "Es una novela tierna y de esperanza", un proyecto que se hace ahora realidad aunque "es una historia que estaba en mí desde hace mucho tiempo; el problema, como escritor era el enfoque y no he dado con él durante varios años". Pero tras encontrar la pieza que faltaba -a veces la solución llega de la persona más cercana-, el escritor Kepa Murua presenta La carretera de la costa (El Desvelo Ediciones), una mirada a los llamados años de plomo en Euskal Herria que toma como punto de partida el asesinato el 16 de mayo de 1980 de Ceferino Peña a manos de una ETA que describió, en un comunicado posterior, su muerte como un error.

Realidad y ficción se mezclan en un libro que quiere escapar de las "películas de buenos y malos como dibujan otras novelas la violencia terrorista de aquí o de otras partes", que encuentra en los matices el camino para adentrarse en una época, en una sociedad, en unos años de cambios generacionales, de silencios, de caballo, de identidades clandestinas, de modos de pensar... Entre estas páginas "se va a reconocer todo el mundo que vivió los años de plomo y especialmente las generaciones que nacieron en los 50 y los 60", más allá de que, como recuerda Kepa Murua, citando al autor colombiano Gabriel García Márquez, "uno escribe para hacer una literatura universal tiene que trascender lo local".

Es frente al mar Cantábrico, tomando como referencia -también metafórica- la vía que discurre por localidades como Zarautz, Getaria y Zumaia, donde el autor sitúa la voz del narrador, de un hijo cuyo padre se está muriendo, de un hombre que recuerda sus años de juventud ante su esposa, 18 años más joven que él y que procede de Colombia, de una tierra donde la violencia todavía hoy sigue generando consecuencias, numéricamente hablando, mucho mayores. "El libro es un homenaje a la gente que ha fallecido, especialmente a Ceferino, y también es un viaje iniciático de perdón y de esperanza, no solo por los nuevos tiempos sino también para poder reflexionar en voz alta sobre lo que acontece", describe el escritor, al tiempo que recuerda que "el perdón empieza por uno". De hecho, reivindica el poder hablar "con tranquilidad" para que "lo que sucedió no vuelva a pasar, pero también porque solo hablando podemos negociar con nosotros mismos tanto el perdón como otro tipo de realidades".