uando una niña o un niño es abandonado una pequeña herida emocional se produce en su interior. Una herida que, si no es sanada con premura, crece y crece, dejando una cicatriz que difícilmente se puede borrar. Y no poner en palabras, por miedo o por vergüenza, esta herida, solo hace que se engrandezca aún más. Y precisamente para poner en palabras, dar herramientas para conectar con este dolor, tolerarlo y modularlo, además de ayudar a rasgar la evitación del sentimiento no pronunciado, la psicóloga infantil Cristina Cortés ha publicado Cuéntame cuando sí anidé en una tripa y sí nací, un pequeño libro ilustrado que busca trasladarnos al inmenso y profundo azul obscuro de las emociones básicas no cubiertas de afecto, calor, sosiego y seguridad.

"La vulnerabilidad y fragilidad de un bebé resulta extremadamente bella y conmovedora", afirma la autora de esta publicación que cuenta con las magníficas ilustraciones de June García y Lorea Larraya. En ella, su protagonista, Alaia, nos adentra en este universo tan desconocido como poco nombrado y nos hace explícita la sensación implícita de desconexión que vivimos cuando no se han cubierto los afectos básicos de amor y vinculación desde el nacimiento, o se han perdido en la infancia o adolescencia temprana, tal y como sucede en situaciones de abandono, adopción, renuncia, acogimiento u orfandad. "La huella emocional está ahí, en el cuerpo, y los niños que han vivido esta experiencia se han acostumbrado a esta emoción, para ellos está normalizada, y alguien se la tiene que descubrir, porque será entonces cuando se llegue a un primer nivel de comprensión, de integración, e incluso de manejo", subraya Cortés, autora de otras publicaciones como Mírame, siénteme. Estrategias para la reparación del apego en niños mediante EMDR o ¿Cómo puedo salir de aquí?.

El libro, que no pretende ser un manual al uso, comienza con una recomendación de su autora: que sea leído primero por los adultos, de manera que intenten conectar con el niño que fueron y, de ahí, se trasladen a la piel de un niño que ha experimentado el abandono y, posteriormente, que sea leído a sus hijos e hijas. "Para mí, lo más importante es que los padres o cuidadores de niños que han tenido esta experiencia puedan entender el dolor emocional que hay en él, incluso aunque el abandono haya terminado hace tiempo y ahora esté cubierto por un hogar, porque cuando hay abandono y no hay un cuidador directo que está ahí sintonizando, una de las grandes pérdidas que se tienen es que nadie se da cuenta de lo que estás viviendo, de tus emociones y de tus sensaciones, y por tanto nadie pone palabras a esas experiencias", dice Cortés, quien se ha basado en el trabajo que ha ido realizando con diferentes familias en su consulta para escribir este relato. "En la medida en que ponemos en palabras las emociones, ayudamos que con el tiempo el niño pueda reconocer lo que vive, pero si esa experiencia no se ha tenido y nadie ha nombrado lo que tú has vivido, no identificas lo que sientes -añade-. Porque para tener una emoción hay que nombrarla".

Experiencia cambiante

Diferentes procesos de comprensión

Para Cortés, la conciencia que se tiene de esta herida generada por la experiencia del abandono "va cambiando a lo largo del proceso madurativo o evolutivo del niño". Un ejemplo perfecto es una niña con la que la psicóloga trabajó y que ha sido su máxima inspiración para esta publicación. Alaia (nombre ficticio) tenía en torno a catorce meses cuando acudió, con sus padres, a la consulta de Cortés y, a pesar de su corta edad, "ya podíamos ver su expresión, lo retraída que está". "Ahí no hay conciencia por parte de ella porque aún falta mucho por que su cerebro madure, pero lo más importante es que los padres sean conscientes de que lo que está expresando con el cuerpo es el resultado de toda una experiencia y, con estas expresiones, nos está diciendo mucho", puntualiza la autora, quien subraya que "por eso los primeros que tienen que hacerse conscientes son las personas que los atienden, y a partir de aquí, si los niños ven que la experiencia es reconocida no les dará miedo hablar, mientras que si no es reconocida ellos no hablarán de su experiencia emocional ni de su dolor porque no van a querer entristecer o preocupar a la familia que tienen en este momento".

Por ello, recalca la importancia del "diálogo". "El abandono y la soledad son dos de las emociones en las que somos más sensibles toda la humanidad, y cuando ocurren experimentamos una gran vergüenza, como si no fuéramos válidos para los demás; entonces, poderlo nombrar es muy importante, porque será así cuando aliviemos este dolor". También se aprecia bien esto ya al final del libro, donde Cortés ha querido compartir una carta escrita por una mujer que fue abandonada y que ahora se enfrenta a la maternidad. La carta va dirigida a su madre biológica. "Para poder aliviar este dolor tenemos que expresarlo, y esta carta muestra una valentía enorme. Esta mujer ya había pasado por diferentes procesos de comprensión de su historia, pero cuando de repente es madre el dolor vuelve a surgir, y aquí se hace muy presente la necesidad de comprender su dolor y el de su madre biológica", apunta.

Así, el libro, cuya fecha de presentación todavía no está fijada dadas las circunstancias actuales, nos da unas pinceladas sobre toda la experiencia del abandono a través de los sentimientos de quienes han pasado por ella. Lo hace, además, con la intención de "ayudar y buscar", porque "la experiencia de cada uno debe ser matificada por cada uno". "Es solamente una ventana para poder abordar todo esto desde cada caso particular", señala Cortés, que espera que este trabajo sirva a todas estas personas "para encontrarse, para ver".

"Estas experiencias dejan una huella y cuando se descubre es cuando se llega a la comprensión"

"En la medida en que ponemos palabras a las emociones podemos reconocer lo que hemos vivido"

Psicóloga infantil y escritora