La saga del comisario Salvo Montalbano tiene ya un final. La novela póstuma de Andrea Camilleri, "Riccardino", llega hoy a las librerías italianas para zanjar las andanzas de su héroe, justo cuando se cumple el primer aniversario de su muerte.

La historia sigue la pista de un homicidio: "El teléfono sonó justo cuando acababa de pillar el sueño, o al menos así le pareció tras pasar horas dando vueltas en la cama (...) ¡Riccardino soy!, dijo una voz alta y festiva", arranca, en su siciliano peculiar.

Se trata de una entrega muy especial. El autor, que murió a los 93 años en Roma el 17 de julio de 2019, lo remitió a su editorial hace quince años para dar un final a la saga que le hizo célebre y desde entonces ha permanecido custodiado con auténtico celo.

UNA DESPEDIDA PREMEDITADA

Era el año 2005, el escritor acababa de publicar "La luna di carta" y ya trabajaba en otra aventura del comisario, pero aquel verano entregó a la editorial de siempre, la palermitana Sellerio, un volumen con el simple y enigmático título de "Riccardino".

Sin embargo había un pacto "sine qua non" sobre la mesa: el libro debía ser publicado solo cuando se tuviera la certeza de que sería el último de la serie Montalbano. Y ahora ha llegado ese momento.

Una década después, en 2016, Camilleri "sintió la urgencia" de "arreglarlo" desde el punto de vista lingüístico, según explica la editorial, y se puso manos a la obra.

Lo que no cambió fue el título, en un primer momento provisional, todo un contraste con el resto, siempre llenos de significado, como "La forma del agua" (1994), con el que empezó todo, "El ladrón de meriendas" (1996) o "La paciencia de la araña" (2004).

El escritor había confesado años antes en una entrevista que en un momento dado se había planteado una duda: ¿Cuándo finalizan las series de novelas?, un dilema frecuente para los autores del "noir".

Camilleri se había percatado del caso de dos amigos, Jean Claude Izzo y Manuel Vázquez Montalbán, que habían muerto sin dejar escrito el final de sus personajes, los detectives Fabio Montale y Pepe Carvalho, respectivamente.

El italiano había decidido hacer envejecer con él a su comisario, sometiéndole a los efectos que el tiempo provoca en el cuerpo y el espíritu de las personas reales.

Pero la solución definitiva fue lanzarse a escribir de antemano un punto y final, que no es otro que "Riccardino", un cierre premeditado (y secreto) al que de hecho siguieron otras 18 entregas.

¿QUÉ SE SABE DE LA TRAMA?

Ciertamente para saber qué depara al sagaz Montalbano habrá que adentrarse en el texto, desde hoy en los escaparates y anunciado a bombo y platillo por las librerías, pero su creador ya adelantó en una ocasión que no moriría en este último acto.

La editorial ha sacado a la venta las dos versiones del libro, la original de 2005 y la modificada una década después, para que el lector pueda percibir "los cambios de esa lengua individual, única e inventada por Camilleri y su evolución en el tiempo".

"Un experimento que el escritor apreciaba sobremanera y que de este modo es más evidente al comparar ambas versiones", prometen.

A modo de tentempié el actor Roberto Herlitzka leyó ayer un fragmento del libro y como no podía ser de otra manera arrancaba en Vigàta, la ciudad natal del detective y capital del universo imaginario del creador más querido de la literatura italiana.

El director de la editorial, Antonio Sellerio, reveló que entre las páginas hay un duelo entre el autor y su personaje, algo que ya incluyó en su obra teatral en forma de disertación filosófica, "Conversazione su Tiresia", en el último año de su vida.

"Camilleri pone en discusión su relación con Montalbano, algo bastante anómalo para un escritor, dialogar así con su personaje más importante, pero lo hace sin que la trama de novela negra pierda potencia", aseguró en la televisión pública.

En esta ocasión no han podido elegir la portada del libro con el viejo escritor, algo que le gustaba hacer a él mismo, incluso cuando perdió la vista y se las tenían que describir, pero se han decantado por un colorido arlequín haciendo malabares mientras mira al cielo.

Una de las razones de esta elección es el gusto del autor por el circo, que a menudo comparaba con la extenuante labor literaria.

Solía decir que un trapecista se entrenaba mucho y en solitario para preparar sus espectáculos, hasta el agotamiento, y después era capaz de presentarse ante el público sonriente como si nada.

Un poco como lo que le ocurre a un escritor con sus lectores, a los que consciente o inconscientemente esconde sus desvelos. Y ahora ha llegado el momento de la última función de Montalbano, de que Camilleri revele de una vez por todas qué tenía preparado para él.