En el universo de la chanson française, una mujer ostentaba el apelativo de icono: Juliette Gréco, fallecida ayer a los 93 años, y cuya amistad con filósofos y poetas le valió ser considerada también musa de los existencialistas.

Nació en Montpellier el 7 de febrero de 1927, pero su vida despegó en París: en los bares de Saint-Germain conoció a Sartre y a Simone de Beauvoir, y coincidió con grandes de la escena. El cine, el teatro, la música y el cabaré forjaron su trayectoria artística.

De Gréco han trascendido títulos como Les feuilles mortes (1951) y La Javanaise” (1963), con letra de Jacques Prévert y Serge Gainsbourg, o Déshabillez-moi (1967), escrita por Charles Aznavour y Robert Nyel.

En el cine trabajó con Jean Cocteau en 1950 en Orphée y con Jean Renoir en 1955 en Elena et les hommes; y en Hollywood, con Henry King (The sun also rises, 1957) o John Huston (The roots of heaven, 1958).