En un mundo en que se compite constantemente por ser lo que no se es, cosa que al final nos aboca a ser casi de todo menos nosotras mismas, se agradece -y mucho- la mirada limpia y valiente, directa y, ante todo, propia, de Alfonso Pascal Ros. El poeta pamplonés reúne en una antología 130 poemas de 35 años de viaje vital con las palabras como faro, guía y reto constante.

130 pulsaciones recoge una muestra de la veintena de poemarios que has publicado en 35 años de creación de obra. ¿Cómo ha sido esta labor de dos años de depuración y elección? ¿Cómo se siente uno mirando atrás, releyéndose a sí mismo y rescatando obra anterior? 130 pulsaciones

-Mi querido amigo, y sin embargo enorme poeta Pepe Alfaro, destacó la acertada elección de los poemas del libro. Se lo agradezco profundamente porque este es un problema principal. En cálculo numérico, son casi 650 los poemas que he ido recogiendo en libros. No he llegado a los 900 de E.E. Cummings pero casi. De esas entregas, hay poemarios de los que no he salvado ni un solo poema, ni uno, y quizá uno de algún otro que me miraba con ojos de pena. Algunos títulos me dejaban con las miserias al aire, todo desdoro, pero ya lo sabía. Lo que tampoco he hecho ha sido reescribir lo escrito. Lo recojo así en las palabras liminares, que reconociendo lo vano y fútil de llorar y tratar de enmendar obras fallidas y errores literarios de veinte años atrás, resultaría más que oportunista una traición con lustros de ventaja, porque estoy seguro de que aunque la mano con más oficio mejoraría muchas piezas y abjuraría de libros enteros, demasiados, también enmudecería algunos posibles logros y espontaneidades.

El título hace referencia a algo muy físico, 130 pulsaciones, taquicardia. ¿La poesía es un acto muy físico? Desde luego su lectura nos despierta los sentidos...

-Sí, rozando la taquicardia, pero es que no conozco otra forma de crear. O todo o nada. Extenuación o papelera. Joan Gonper, que es un grandísimo poeta y cuidadoso editor (dos profesiones, ya ves, con un futuro esplendoroso) y con el que he tenido el privilegio de contar para que prologara esta antología, lo expone certero al afirmar que el alud reflexivo herético va y viene con sentido casi espiritual, e intermedia entre el lector y la realidad con el planteamiento dinámico de D.W. Griffith, la épica teatral de Cecil B. DeMille, las situaciones intemporales del ser humano o la voz reivindicativa de Ernesto Cardenal. Y yo no voy a enmendarle la plana al creador.

En el libro laten tu infancia, el barrio, tu tierra, la historia que le fascina, “los pequeños que resisten a los gigantes, los náufragos y los cansados, la lealtad a la palabra y la poesía”... También Oteiza, Tchaikovsky, Unamuno, Cernuda, César Vallejo, Bécquer, W. Blake, León Felipe... Los encantos y desencantos de la vida, que está claro que no siempre es amable. Si es cierto eso que se dice de que todo escritor escribe siempre en el fondo sobre sí mismo, o sobre sus obsesiones, ¿cuáles son las tuyas?

-Seguramente la respuesta sería más breve si señalara cuáles no son mis obsesiones. Quizá haya alguna fobia que no padezca pero quizá también uno llega a esa etapa vital o poética en que ya no perdona ni las faltas de ortografía. Prefiero centrarme por eso en mis filias. Los nombres que bien citas y otros muchos que no están ahí, gente pura que me ha acompañado en el abrupto itinerario de estos treinta y cinco años de creación poética. Pensé dedicar una página del libro a todos esos nombres cercanos y más lejanos que estimo, pero al empezar el listado comprobé que muchos ya no están entre nosotros y ante el riesgo de olvidar a alguno preferí no citar a nadie.

En este momento, ¿qué te preocupa o interesa como poeta? O en otras palabras, ¿qué tienen de singular, de marca/huella del momento actual tus poemas más recientes, los creados en este 2020 y que se recogen en esta antología?

-Un descreimiento de casi todo. No hablo a nivel espiritual, que un buen amigo siempre se ríe y me recuerda mi frase de que yo ya sólo creo en Dios y en César Augusto Lendoiro. Me refiero, quizás repetitivamente, no ya sólo en estos poemas recientes sino también en algunos libros anteriores, permíteme que me ponga un poco peliculero, que he visto cosas en el mundo de la poesía que vosotros no creeríais. Y contra ello, el humor, la ironía, el sarcasmo, llamarle al prójimo burro pero sin decirle que es un burro.

¿Influye en la escritura el momento de crisis y de cambio que vivimos?

-No especialmente. Como egoístas que somos por definición quienes nos dedicamos a crear versos, influyen más las crisis personales que las colectivas, pero lo personal llevado a lo universal, aunque pueda sonar a contrasentido. Y el cambio tampoco lo veo. Es posible, sí, que haya sido una barbarie escribir poesía después de Auschwitz, pero aquí, con este libro, daremos un mal ejemplo más por lo menos.

La figura del crítico literario, al que cocinas; un poema contra ti mismo, la alusión a que el poeta es el ser menos poético que hay

-La poesía ha sido minoritaria desde el principio de los tiempos y sin embargo lo que sobran son poetas, autodenominados poetas que lo contaminan todo. Oiga, que yo respeto a la abuelita Paz que escribe dos cuartetas a sus nietos y rima en -ón, que al fin y al cabo es un daño colateral sin más, o fuego amigo, pero nada aprecio menos que tanta camarilla que se abraza y palmea (con o sin mascarilla), que se autocitan, autoproclaman, autoaplauden y al final se autofagocitan. La portada del libro, todo un acierto de Gonper y su equipo, muestra un columpio infantil vacío. ¿Por qué? Por esa búsqueda de absoluta independencia en tantos años, quizá mi acierto principal y principal estigma. La respuesta también en esas palabras de Adolfo Marchena, que no me encasilla en pertenencia poética alguna, con la de camarillas que en el mundillo son, me digo y me lamento, que es él quien apunta que me columpio solo en el parque donde se acercan a olisquear algunos perros.

¿Quién es el poeta? Porque dejas claro en tus versos que no es ese genio al que le visitan las musas...

-Empecé esta entrevista citando a Pepe Alfaro y la termino con él. Me comentaba él hace unos días que nunca firma con la palabra poeta. Yo tampoco. Comentaba él que le viene grande y yo me digo que si le viene grande a alguien como él, cuánto les sobrará de manga y tiro a tantos que se proclaman como tales y escriben lo que escriben. Pero tampoco me atrevo a ser tan insulso y creo firmemente que ser poeta, por más desgracia que suerte, no se elige. Yo no lo hubiera elegido.

Título. 130 pulsaciones (Antología poética 1985-2020).

Editorial. Celya.

Colección. Generación del Vértice.

Encuadernación. Rústica con solapas.

Páginas. 176.

Precio. 13,50 euros.

“Contra el descreimiento de casi todo que caracteriza este momento, el humor, la ironía, el sarcasmo”

“La poesía ha sido minoritaria desde el principio de los tiempos y sin embargo lo que sobran son poetas, autodenominados poetas que lo contaminan todo”