- Cuenta este libro con elementos habituales en el trabajo de Fátima Frutos, tales como el feminismo, el gusto por figuras menos conocidas de la historia, la sexualidad, la sensualidad... Y a la vez hay en él un notable ejercicio de introspección.

Cuenta con prólogo de Alfonso Pascal Ros, un gran poeta navarro que se prodiga más bien poco. ¿Qué puede decirme del texto que le ha dedicado?

-Tener a Alfonso Pascal Ros, uno de los mejores poetas de nuestra tierra y de los de más proyección en todo el ámbito literario, como prologuista es formidable. Me siento en deuda con él, por lo mucho que ha cuidado mis versos. Ha quintaesenciado de maravilla todo el libro en su prólogo. Tengo en mi regazo ahora mismo 130 pulsaciones (Editorial Celya), su antología poética 1985-2020; algo extraordinario de leer. Si no es por mi querido Mario Zunzarren no hubiese llegado hasta Alfonso Pascal. Desde allá donde esté Mario, me cuida.

¿Qué supone este poemario en su obra, qué constantes encontramos y qué cambios o pequeñas incorporaciones?

-Yo siempre he seguido una línea reconocible en mi poesía: la historia, el feminismo, la búsqueda de una misma… No obstante, quiero remarcar que en este poemario hay mucho de introspección. Hay poemas que suponen bajar a la galería subterránea de una misma, hallar veta y picar para extraer valor, vida y voluntad. Como anécdota contaré que es el único libro que no he escrito en Navarra. Este libro está escrito por entero en Fuengirola (Málaga), a la orilla del mar.

El feminismo sigue brillando en todo su trabajo, siempre con pasión, y esta vez empieza el volumen con una frase de Marcela Lagarde que apela a la unión entre las mujeres para lograr el poder que de otro modo se nos niega.

-Una de las cosas que tengo que agradecer a Sara Ibarrola es la oportunidad que me dio, cuando ella era directora del Instituto Navarro de Igualdad, de ser alumna de Marcela Lagarde. Lagarde nos enseñó eso que denomina sororidad -hermandad entre mujeres-, que, por cierto, ponemos en práctica menos de lo deseable. Para mí es un concepto vigente y sobre el que reflexionar, porque es real que unidas nos va mejor. No obstante, antes que por el género estoy configurada por el concepto clase social. Vengo de muy abajo y en mi casa se pasó hambre. Y no es que me cueste ejercer la sororidad ante mujeres como Olona o la marquesa Cayetana, es que directamente es imposible solidarizarse con quienes atacan al conjunto de las mujeres para ejercer ellas de abejas reinas y defender su posición privilegiada y neofranquista. Son usadas por el patriarcado para atizarnos a las demás. Veremos cómo terminan.

¿Por qué putas, monjas y locas?

-Supongo que esas categorías surgen de personajes encontrados en muchas lecturas y conocimientos y a los que querías rendir homenaje. Monjas, putas y locas porque en el libro aparecen 9 monjas, 9 putas y 9 locas. Con sus nombres y apellidos. Todo llegó tras la relectura de la tesis doctoral de Marcela Lagarde, donde habla de los cautiverios de las mujeres. Sé que fue muy arriesgado presentarme a los concursos de poesía con ese título, pero la compañera de mi hijo me animó a mantenerlo. Le hice caso y luego resultó que el título no escandalizó tanto, al contrario, gustó mucho y esta obra terminó ganando un certamen. ¡Chapeau!

Destáqueme un personaje por categoría que le encandile especialmente.

-Entre las putas, Teodora de Bizancio, sin lugar a dudas. La mujer más influyente del Imperio Bizantino, esposa de Justiniano I, que era un lujurioso de aúpa. No solo fue una prostituta cuyas representaciones de Leda y el Cisne causaban estupor, sino que llegó a ser santa de la Iglesia ortodoxa; ahí es nada… Entre las monjas, Edith Stein (Santa Teresa Benedicta de la Cruz), una mujer de una profundidad espiritual portentosa. Pasó por múltiples fases: judaísmo, ateísmo, catolicismo… Fue discípula de Husserl y terminó asesinada en Auschwitz. Su legado es impresionante. Una de las grandes mentes de Europa. Entre las locas, Goliarda Sapienza, actriz y escritora que estuvo en contacto con toda la intelectualidad italiana de su época y que fue enormemente incomprendida en sus círculos. Nos dejó una obra literaria digna de estudio.

¿Dónde esta Fátima Frutos refleja en este libro?

-Yo estoy en La guerra sármata, sobre todo; en el Himno al cuerpo amado también, y en un par de poemas más. Me da un poco de vergüenza aquí hablar de ello. Es mejor que la gente vaya a la calle Estafeta o a Esquíroz o a la librería de mi amiga Marcela y compre el libro y los lea si quiere. Hay entrega, deseo, renuncia… Historias de sexo con amor, de amistad con sexo, de sexo con sexo. En fin, la vida misma.

Nunca ha temido exponerse, no se escondes en sus versos.

-Tengo un punto exhibicionista. A mi edad es algo que ya no voy a ocultar. Pero te aseguro que lo importante siempre me lo he guardado. ¿Cuál es la materia prima de todo poeta? El sentir. No voy a esconder mis sentimientos, si no, no podré escribir poesía. ¿Se corren riesgos con la exposición de una misma y sus sentires? Sí. He padecido acoso, se me ha zumbado mucho dialécticamente, he soportado envidias horrorosas. Hasta un grupo de cascarrabias degenerados que van de defensores de víctimas me envió a la Guardia Civil en una ocasión. Y así te podría decir una infinidad de cosas. ¿Voy a dejar de escribir por eso? No.

¿Qué ve de usted en todas esas mujeres o, al revés, qué diría que tiene de ellas?

-Pregunta difícil, pardiez… Vamos a ver: Todas tenemos un poco de putas, de monjas y de locas. Y la que diga lo contrario, miente. He aprendido mucho de beguinas, pensadoras místicas y religiosas que aparecen en el libro. La espiritualidad siempre me ha reconfortado. Las locas son muy divertidas y tienen la creatividad a flor de piel, en eso me siento unida a ellas. Las putas que aparecen en el libro pasaron por mil vicisitudes. No dudes que el estudio de sus vidas me ha llevado a manifestarme más contundentemente como abolicionista. La explotación sexual es una esclavitud y la mayor vulneración de los derechos humanos. Si se usa el término puta como el de mujer consciente de su propio deseo, sí, soy puta.

Pascal Ros destaca también que en todo momento mantiene la forma, la estructura, la estética a raya, ¿cómo encuentra el ritmo de cada poema, imagino que cada uno de pide algo diferente?

-Suelo siempre recitar cada verso en voz alta antes de concluir el poema. Cuando la rima pierde protagonismo, el ritmo lo es todo. Siempre escribo con música, cada poemario tiene su banda sonora. Este libro está hecho con flamenco de fondo. Con soleares, bulerías, tientos, fandangos, compás binario… Y con jazz de Simone, de Andrea Motis, Diana Krall…

¿Qué supuso ganar el Certamen María del Villar en su 25 edición, un premio que lleva el nombre de esta mujer tan fascinante, además?

-Es la primera vez que se me premia en Navarra por mi poesía. En Tafalla tenía que ser. Me presenté por casualidad. Coincidió que finalicé el libro justo cuando terminaba el plazo de presentación de obras y me lancé. Quiero destacar el gran jurado que tiene el Certamen que además hace su edición 25. Admiro tanto a Marina Aoiz… Pero todos, todos, Tomás, Iosu, etcétera han sido conmigo tan buena gente. Les estoy muy agradecida. La celebración la haremos cuando la pandemia nos lo permita. La figura de María del Villar Berruezo es fascinante: actriz, bailarina, escritora. En Francia reconocidísima, tuvimos la desgracia de perderla en San Sebastián. Fíjate que yo soy donostiarra y si no es por la fundación que lleva su nombre y por Tafalla no habría tenido la ocasión de profundizar en su figura. Es un auténtico honor tener un premio con su nombre.

¿En qué trabaja ahora?

-Estoy corrigiendo una novela histórica. Ha quedado finalista en un premio. No puedo dar más detalles. También estoy haciendo un libro de gastronomía con Ion Erro; así, los dos entre fogones. Y tengo en mente un libro de entrevistas y otra novela. Ojalá pueda llegar a todo. Una de estas obras se la dedicaré a mi amigo Carlos Jimeno, de Artajona. Acabamos de perderle y él se merece todo. Le llevo en el corazón.

“Tengo un punto exhibicionista; ya no lo voy a ocultar. Pero lo importante siempre me lo he guardado”