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Música

Sílvia Pérez Luz

Fecha: 03/01/2021. Lugar: Baluarte. Incidencias: Concierto enmarcado en la programación del Festival Santas Pascuas. Entradas agotadas. Sílvia Pérez Cruz (voz y guitarra), Mario Mas (guitarras), Aleix Tobías (percusión), Bori Albero (contrabajo), Carlos Monfort (violín), Marco Mezquida (piano).

l concierto comenzó entre brumas y enigmáticos sonidos de violín. En cuanto Sílvia comenzó a cantar, se iluminó el Baluarte, pese a que no se había encendido ni un solo foco más. Esa es, y quienes ya las conocíamos lo sabíamos de antemano, su gran virtud: la capacidad de llenar de luz cualquier espacio, por grande y oscuro que este sea, con su privilegiado canto. En esta ocasión, ademas, no venía sola, sino con un lujoso formato que incluía a cinco músicos más aparte de ella. Una verdadera suerte poder disfrutar de tan excelsa banda en estos tiempos en los que las limitaciones normativas hacen que muchos proyectos sean inviables (hay que agradecer el esfuerzo de, Festival SantasPascuas por hacerlo posible). Y como si de un carromato de gitanos zíngaros se tratara, los seis llegaron a Pamplona, dispuestos a desplegar su arte sobre las tablas del Baluarte, cosa que hicieron ya desde el inicio, con Plumita, Todas las madres del mundo y Fatherless.

Tras presentar a los músicos de su grupo, Sílvia interpretó una canción especial, aquella Pare meu que incluyó en su primer disco en solitario, 11 de novembre, titulado así porque esa era la fecha de nacimiento de su padre, el también músico Castor Pérez, ya fallecido. En el final de esta canción tuvo mucho protagonismo el piano de Marco Mezquida. Después, demostrando toda su versatilidad, viajaron a Argentina a lomos del Tango de la vía láctea. Y siguieron exhibiendo todos sus registros: Mañana, delicadísima con guitarra acústica, violín y voz; Tres locuras, inquietante por sus disonancias instrumentales y voces distorsionadas en la que fue, sin duda, la parte más experimental de la actuación; The sound of silence, de Simon & Garfunkel, que sonó enlazada con la anterior y ellos supieron llevar a su terreno, con la voz de Sílvia sonando como un instrumento más, compitiendo con el violín y la guitarra.

Aunque resulta indudable que la forma de cantar de Sílvia es el punto fuerte del espectáculo, merece una mención especial el trabajo de los miembros de su banda, virtuosos todos, pero que no muestran su talento de forma academicista, sino más bien vanguardista y, desde luego, radicalmente libre y original. Todos saben cuándo deben tocar, pero también cuándo deben callar, cediendo el protagonismo a sus compañeros o dejando huecos de silencio a través de los cuales las canciones respiran. Así, el concierto fue un auténtico viaje que rebasó por todos lados los estrechos límites del pop y del rock más ortodoxo. Lo suyo es otra cosa, pura ambrosía que abarca desde el fado hasta la ranchera, pasando por el flamenco, el jazz, las músicas tradicionales mediterráneas, la poesía de Sylvia Plath y mil esencias más. El público les acompañó y disfrutó por igual todas las escalas de su fascinante travesía, hasta ponerse en pie para aplaudir tras Siga el baile, canción con la que se despidieron. La mejor voz femenina de este país; la que más emociona, la que más ilumina: Sílvia Pérez Luz.