Es un profesional con los pies en el suelo que vuela sobre el escenario. Javier Gutiérrez afronta este momento complicado para el sector cultural con “gran responsabilidad” y agradecimiento por poder seguir sumando proyectos.

Viene a Pamplona con un texto de Raymond Carver que nos habla de la banalidad de la vida, de lo mezquino y pasajero de los grandes sentimientos... ¿De qué hablamos cuando hablamos de amor?

Eso me gustaría saber (ríe), es una pregunta bastante peliaguda. Todo el mundo hemos sentido el amor de alguna forma, con pareja o sin ella, con los hijos..., pero es difícil traducir lo que es en palabras. Carver siempre es un autor interesante, inquietante, uno de los grandes maestros del relato corto junto con Chéjov y uno de los grandes novelistas contemporáneos, y lo interesante de este relato es que lanza muchas preguntas al espectador a través de su texto y de esta versión de Juan Cavestany con la dirección de Andrés Lima. Va a hacer reflexionar, va a invitar al debate una vez que se salga de la función. Yo creo que necesitamos además espectadores activos para esta función. Y da mucho gusto estar acompañado como actor de las palabras de Carver para hablar del amor o de cualquier otra cosa.

El amor, que también da miedo. Es conocerse a fondo a uno mismo...

El amor da mucho miedo. De hecho, cuando estamos deseando como locos enamorarnos, una vez nos enamoramos surgen las inseguridades y el miedo. Es algo atroz. Creo que no estamos debidamente educados para el amor. En un mundo tan egoísta como el que nos movemos deberíamos ser más generosos con el amor, y abrazarnos más y tocarnos más, a pesar de esta pandemia que ahora mismo nos lo impide. Pero creo que el amor está en todas partes y deberíamos ser más generosos con el otro. No solo en el amor de pareja, hablo del concepto de amor en general.

En esta obra sí gozan del privilegio de poder abrazarse, de tener en escena ese contacto estrecho y afectivo del que en la vida real se nos ha privado.

Sí, la verdad es que sí. Es una jodienda. Yo apelo a la responsabilidad individual y a que de verdad hagamos un esfuerzo por ponernos en el lugar del otro y cuidarnos. Cuidarnos a nosotros mismos y poder cuidar al otro. Creo que además es bonito que sigan los teatros abiertos, para nosotros como actores es una auténtica experiencia el poder seguir trabajando para el público. Notamos que lo agradece muchísimo, hay una gratitud y un respeto por parte del público todavía mayor que antes de la pandemia. Porque estamos ávidos de eso, del encuentro con el público, con el otro, aunque sean abrazos a través del escenario o vistos en el escenario; necesitamos que nos den algo de calor, y el teatro y la cultura también están para eso. Se ha demostrado en la pandemia que la cultura ha servido como bálsamo, como acompañamiento, a través de la música, el cine, las series, la lectura. Siempre nos tiene que acompañar y en este momento más que nunca. Los que nos dedicamos a ello insistimos en que es un lugar seguro y el lugar óptimo para sentir ese abrazo que ahora mismo no nos podemos dar en la vida.

La cultura es lo que nos podría salvar de esta situación, de esta vida a veces tan superficial. Pero igual a algunos no les interesa que nos salvemos todos.

Bueno, volvemos al egoísmo más atroz y al capitalismo más salvaje donde estamos viendo lo que pasa con las vacunas, donde lo que prima es el dinero y los intereses de cada cual, de los gobiernos, de las farmacéuticas, y lo que menos interesa es el individuo. Es desolador. Me provoca mucha tristeza y mucha desesperanza por desgracia en el ser humano.

Es como que nos abocan a entrar en un estado de guerra perpetuo; de guerra social, humana.

Sí, el sálvese quien pueda. Si ya de por sí cada vez vivimos una epoca más virtual, más tecnológica, en un mundo en el que se puede comprar a través de páginas on line sin tener que salir de casa, se puede teletrabajar sin compartir nada con tus compañeros de trabajo, se puede ligar, se puede follar a través de Internet, no tienes que flirtear o conocer a alguien en la barra de un bar... Es que estamos abocados al individualismo, al egoísmo, y nos están conduciendo y manejando como si fuéramos un rebaño. Cosa que a mí me espanta. Yo sigo reivindicando los bares, cuando se pueda, respetando y apelando a la responsabilidad individual de cada uno, pero sigo pensando en que no nos deben acorralar y prohibir y que cada vez se vea como algo más lejano el abrazo, el beso, las conversaciones con el otro, el estar con el otro, el ponerse en el lugar del otro.

Precisamente a vivenciar esa empatía nos invita el teatro. Ha comentado antes que el público agradece ahora más que nunca la cultura en vivo. Tras la experiencia del confinamiento, ¿como actor también está viviendo de una manera diferente el salir a escena?

Claro, se difruta mucho más. El teatro es una experiencia que hay que vivir en directo, debe haber una comunión con el público; y si ya la había antes, ahora esa comunión es incluso mayor y más especial. El público lo agradece y lo respeta mucho.

Cuénteme sobre su personaje en esta adaptación del texto de Carver.

Bueno, hay dos parejas, una que está en el infierno de su relación, y otra que está comenzando, en el momento más dulce. La pareja a la que interpretamos Mónica Regueiro y yo es una pareja con una relación muy tóxica, vienen de varios fracasos sentimentales. Y yo interpreto a un cardiólogo que está atravesando una crisis de identidad y que a pesar de tratar de arreglar corazones no sabe nada del amor, y eso es lo que para él es deprimente y devastador. Y la verdad es que es un viaje teatral y vital maravilloso, porque a todos nos atañe de una forma u otra el amor, y cuando hablamos de amor cada uno habla desde su lugar, desde su propia experiencia, y para unos será maravilloso y para otros un auténtico infierno, pero todos sabemos como espectadores de qué hablamos cuando hablamos de amor, como dice la función.

Carver nos coloca ante fragmentos de vida, evidenciando que no somos seres con personalidades únicas y cerradas, que estamos en constante cambio, y que en cada persona hay muchos matices.

Sí, Carver es el gran contador de relatos que conoce el alma humana y que, describiendo cosas muy cotidianas, a poco que escarbes ves todo lo que subyace, lo que hay debajo, que siempre es muy interesante. Como la vida misma. Y conoce la profundidad del alma humana. Y a Carver se le ha sumado la dirección de Andrés Lima, que para mí es uno de los grandes directores de este país, si no el mejor, y la suma de ambos, desde la dirección y el texto con la versión de Juan Cavestany, hace que los actores volemos. Aquí no hay trampa ni cartón. Aquí hay un texto muy elevado, de muchísimos quilates, y luego estamos los actores, desnudos con la palabra de Carver. Y eso para mí, como actor, es maravilloso; espero que el público también lo goce.

Siempre se ha considerado un hombre de teatro, aunque tiene el privilegio de trabajar en esta época complicada también en cine y televisión. Ha participado en la primera película de estreno de este año en Netflix, ‘Bajocero’... ¿Qué proyectos le ocupan ahora?

Estoy pendiente de estrenar la cuarta temporada de 'Estoy vivo', una producción de Televisón Española que nos ha dado muchas alegrías. Estrenaré también una serie en su primera temporada para Movistar, 'Reyes de la noche', que habla sobre la guerra en las ondas de dos periodistas deportivos a finales de los años 80, primeros de los 90, muy reconocibles para el gran público. Y la semana que viene comienzo a rodar 'Lobo feroz', un remake de una película israelí que va a dirigir el director uruguayo Gustavo Hernandez. Como decías antes, tengo el enorme privilegio de poder seguir sumando proyectos en una época muy difícil. En nuestro oficio por desgracia hay una altísima cantidad de paro, y eso hace que uno también encare los proyectos con muchísima más responsabilidad si cabe.

¿Cómo le gustaría ver al sector cultural tras esta crisis?

Bueno, a mí me gustaría que esto acabase ya de una vez, y no solo pienso en la cultura, pienso en general. Lo más importante ahora es lo sanitario, de nada vale pensar en lo económico si va a haber una ola tras otra y si sigue habiendo un número de muertos al que por desgracia ya nos hemos acostumbrado. Y yo creo que lo prioritario ahora es que luchemos entre todos para salir de ésta, y luego ya veremos el escenario que queda, que va a ser desolador y mucha gente por desgracia se va a quedar atrás. Por eso insisto en apelar a la responsabilidad individual. Los políticos de este país una vez más no han estado a la altura, es una desgracia que en plena pandemia hayan seguido tirándose los trastos a la cabeza, tratando de sacar rédito y ganar votos, tanto de un signo como de otro, eso me parece lamentable. Siento una vergüenza ajena de los políticos. Es muy doloroso para un país que ha visto cómo se ha dejado morir de una forma tan vil y se ha descuidado a una generación entera de gente mayor que ha sudado la gota gorda y ha levantado este país, porque no hay que olvidar que en la crisis de 2008 y 2009 muchos jubilados fueron los que mantuvieron a muchísmas familias.

Si algo lamentable ha evidenciado esta crisis es lo poco que cuidamos a nuestros mayores.

Sí. Se ha evidenciado la insensiblidad, la deshumanización y la falta de empatía con el que más la necesita. Es lo que está pasando ahora también. No hemos aprendido absolutamente nada ni en la primera ni en la segunda ola, y eso es un desastre. Siento ser tan catastrofista, pero creo que hay que insistir y el mensaje tiene que quedar muy claro, sin medias tintas. Apelar a la responsabilidad porque, si no sumamos, va a ser muy difícil salir adelante.

“Siento vergüenza ajena de los políticos de este país; una vez más no han estado a la altura, tirándose los trastos a la cabeza en plena pandemia”

“Ahora más que nunca estamos ávidos del encuentro con el público; todos necesitamos que nos den algo de calor”

“En esta época cada vez más virtual que nos aboca al individualismo, me espanta que nos manejen además como si fuéramos un rebaño”