Raphaël Pichon, director. Julien Pregardien, Evangelista. Stephane Degout, Jesús. Hana Blaziková y Perrine Devillers, sopranos. Lucile Richardot, mezzosoprano. Tim Mead, contra tenor. Reinoud van Mechelen y Emiliano González Toro, tenores. Christian Immler, bajo. Programa: Pasión según San Mateo de J. S. Bach. Programación: Fundación Baluarte. Lugar: sala principal. Fecha: 24 de marzo de 2021. Público: se agotaron las entradas (aforo limitado) (21, 32 45 euros).

asan los siglos y la Pasión San Mateo de Bach sigue siendo un acontecimiento. Se escucha con verdadera reverencia, e imprime carácter; sólo queda el silencio y la meditación cuando termina (nada puede escucharse ya, dice Javier Cercas en su último artículo del País Semanal). Hemos tenido grandes versiones en Baluarte, cada una con la impronta de su director. Lo mejor de la versión de Pichón es que ha sido personal, con aportaciones muy acertadas, y otras más discutibles. Pichon opta por una Pasión un tanto descarnada, a veces, con una sonoridad abierta en los solos, un punto de desgarro, por ejemplo en la viola de gamba -siempre bellísima-, y abundando en el dramatismo. En términos cinematográficos una Pasión tirando más a Mel Gibson, que a las antiguas estampas. Una Pasión con su protagonista central -Jesús- muy humano, casi enfadado en la interpretación del barítono Stéphane Degout. Me ha convencido el planteamiento más bien sonoro de volumen -cierta vuelta a Richter-; con soberbios attaca desgarrados del bajo continuo, muy bien reforzado por contrabajo, dando las entradas a las narraciones más dramáticas del Evangelista -como cuajarones de sangre de los que habla Unamuno-. El coro ha sido otra gran baza: sin miedo a los fuertes, muy dúctil en las agilidades, violento en las imprecaciones, y grandioso siempre en los corales, en todos sus matices, pulido, con un empaste de texto claro, predominando un messoforte reverencial en las meditaciones, y con un momento estelar emocionante, -por el recuerdo que tenemos de Frübeck con el Orfeón Donostiarra- al cantar a capella el coral de después de la muerte. En cuanto a los solistas, puede haber más diversidad de opiniones, aunque todos se atuvieron a la teatralidad del drama, con predilección por el ataque y retirada en el fraseo, más que por el legato, técnica, por otra parte, muy de los grupos de música antigua. Julian Prégardien estuvo muy comunicativo, muy implicado en su papel de hilvanar la obra, pero vocalmente tuvo algún problema arriba; quizás tiró demasiada voz en algunos tramos. El timbre del tenor de arias, Reinoud van Mechlen, también hubiera ido muy bien como evangelista. Como va dicho, Degout estuvo siempre convincente en su rol: un Jesús que, sobre todo, sufre, y solo se serena en la frase de la oración del Huerto. Se le confiaron además dos importantes arias. Voz hermosa la del bajo Chistian Immler, que cantó su parte, también muy entregado, en el estilo impuesto; quizás hubiera lucido más en legato. Muy bien el contra tenor Tim Mead, sobrado de volumen y bien fraseada su impresionante aria. González Toro, así mismo, lució una voz muy presente, homogénea en toda la escala; mejor para una versión más ligada de su parte.

Muy apropiada para la versión planteada, me pareció la mezzosoprano Lucile Richardot: voz poderosa que brilló en sus arias, sobre todo en la maravillosa Erbarme dich, doliente, sosteniendo la nota como un quejido. Las sopranos Hanna Blaziková y Perrine Devillers, lucieron voces luminosas, incisivas y claras, algo mermadas en los graves, pero que funcionaron bien. Todos, menos el Evangelista y Jesús, formaron parte del coro. El ensemble Pygmalion, con sus comprometidos solos, estuvo impecable. R. Pichon desde una dirección controladora y enérgica mantuvo la tensión del drama de la Pasión que Bach eleva a la más inconmensurable belleza. El público -siempre hay algunas deserciones en el descanso- aplaudió con entusiasmo al final, y escuchó con reverencial silencio la obra, aunque, creo que Pichon quería mantener un poco más de silencio al final.