- A medio camino entre obra de teatro y recital lírico, María Bayo se ha enfrentado a un reto mayúsculo, su personal homenaje a la reina de Egipto, en el que vuelve a combinar su extraordinaria voz y sus buenas dotes de actriz. La obra, dirigida por Marc Rosich, revisa al mítico personaje desde sus estereotipos, pero también repasa parte de la carrera de María Bayo. Una carrera que se inició en Fitero, "cuando cantaba en la coral de la iglesia y tocábamos la guitarra", hasta la actualidad, ya convertida en una cantante internacional.

Hacía muchos años que no cantaba en Bilbao...

—Desde aquel desagradable tema que tuve con ABAO no había vuelto a cantar aquí. Antes lo hacía cada año o cada dos. En Navarra también hacía dos o tres años que no estaba, voy a volver este verano al festival Internacional Clásica Plus, y el año que viene regreso a Baluarte.

Ayer ofreció la segunda y última función de 'Divina Cleopatra' en el teatro Campos. ¿Cómo definiría el espectáculo?

—Hace dos años la empresa catalana Anexa me ofreció hacer Master class, en el que encarnaba a Maria Callas en sus legendarias clases magistrales en la Juilliard School de Nueva York, en el que inauguraba mi faceta de actriz. Y hace poco, me propusieron este nuevo espectáculo, que lo han montado para mí. No sabría cómo definirlo, no es opereta, tampoco es ópera, ni zarzuela, un 80% es música y el resto, teatro. El hilo conductor es Cleopatra y se presenta como una reivindicación de su figura histórica y como una mirada retrospectiva de mi trayectoria vital y artística. El argumento parte de las cintas que, durante el confinamiento, encuentro de las representaciones de Giulio Cesare de Händel que protagonicé, dirigida por René Jacobs. Fue la primera vez que interpreté el rol de Cleopatra, una mujer de gran personalidad injustamente tratada por la historia, sobre todo porque siempre ha sido analizada y tratada desde un punto de vista masculino.

En el escenario habla también de sí misma, de su destacada trayectoria y de lo que ha debido pagar por ello. ¿También por el hecho de ser mujer?

—Yo no he tenido ese problema porque, claro, una soprano no puede ser un hombre, pero es verdad que los abusos de poder en ciertos momentos sí se sienten. Esa faceta de la mujer de ser madre, que no nos acompañan, que no nos ayudan la sufren muchas mujeres. Nos quieren hacer creer que hemos avanzado mucho, pero nos queda mucho por conseguir.

Algunas directoras, músicas y cantantes consideran que el mundo de la música clásica es un poco machista. ¿Tiene usted esa percepción?

—No hay que perder de vista que los directores de los teatros de este país son todos hombres, no hay ninguna mujer... Quizás en segundos planos, como siempre. En Francia, donde paso mucho tiempo, ocurre algo parecido, lo mismo que en Alemania... Es muy raro que estemos en puestos importantes. Además, hay que reivindicar también que los artistas ocupemos cargos de responsabilidad; por supuesto, es importante la parte financiera, pero hay que equilibrar las dos. Un hombre o una mujer con una carrera artística puede aportar mucho a una casa de ópera. Que recuerde solo hay mujeres al frente de la ópera de Montecarlo, Cecilia Bartoli, y del festival de Salzburgo, cuya presidenta es Helga Rabl-Stadler.

Usted nunca soñó con ser cantante...

—Es verdad, desde pequeña, soñaba con hacer música profesionalmente, hacer una carrera musical. Vivía en Fitero, que tenía entonces 3.000 habitantes; había estudiado guitarra con las monjas y me fui al conservatorio de Pamplona para estudiar música profesionalmente, y al no tener opción en la especialidad de guitarra, porque no había plazas, decidí hacer unos años de canto. Estaba una profesora de Tolosa, Edurne Aguirre, que cuando me oyó cantar me admitió en su clase.

Pronto se marchó de Nafarroa...

—Cuando terminé mi carrera, pedí una beca en el Gobierno de Navarra para poder salir al extranjero y seguir estudiando. Y me fui a profundizar mis estudios en la Hochschule für Musik de la ciudad alemana de Detmold. Y ahí fue cuando empecé a aprender; la educación es lo que yo reivindico siempre.

¿Y recuerda la primera vez que se subió al escenario para cantar profesionalmente?

—Había cantado en el conservatorio, había hecho alguna Carmina Burana con el Orfeón Pamplonés.... En fin, ya había hecho mis pinitos, pero el día que me subí a un escenario en Detmold, en un país como Alemania donde había cincuenta y tantos teatros de ópera, fue cuando me di cuenta de que eso era lo que me gustaba. Hice la Lauretta de Gianni Schicchi de Puccini, en alemán.

Lleva treinta y cinco años subiéndose a los principales escenarios del mundo. ¿Ha tenido que renunciar a muchas cosas en su vida?

—La vida de soprano exige muchas renuncias, muchas horas de soledad... Pero esta profesión es vocacional y yo he tenido la suerte de tenerla. Me ha compensado todos los sacrificios que conlleva esta profesión, porque me he educado, he crecido, he aprendido con ella a todos los niveles.

¿Cómo cree que va a afectar la pandemia al mundo de la música?

—Creo que con este virus hemos cambiado un poco todos, nos hemos dado cuenta de lo frágil que somos... En la música también se ha notado, de momento, nos van a dar unos fondos europeos, no a fondo perdido naturalmente, los tendremos que pagar, pero si repercuten en la cultura para que esto mejore, estaremos todos más felices. Sin cultura no se puede vivir, no se puede crecer como personas; por supuesto, comer es importante, pero la cultura también.

A usted siempre le ha interesado la docencia. Ahora acaba de ser nombrada directora del Centre de Perfeccionamiento del Palau de les Arts de Valencia...

—Es verdad que en Musikene me pidieron que fuera profesora pero debido a mi actividad en el escenario no podía ni soñarlo. Me hubiera encantado estar en una institución vasca, de mi tierra... Luego, he hecho mis pinitos en la universidad de Bilbao, he dado alguna master class que me pidió el entonces rector Iñaki Goirizelaia y luego estuve en Santander cinco años. Ahora estoy muy ilusionada porque voy a empezar en septiembre este proyecto, que debo decir que lo he sacado por oposición. Esto no me lo han dado a dedo en el Palau de Valencia. Hay gente que se piensa que me lo han dado porque sí, yo en mi vida todo lo he sacado por mérito propio. Tengo mucha ilusión porque es una especie de ópera estudio, adherida a lo que es el Palau. Una escuela de ópera en la que hay diez alumnos y voy a guiarlos durante esos dos años en su faceta profesional, aportándoles toda la trayectoria de mis 35 años de carrera.

Cavalli, Händel, Puccini, Debussy, Bizet, Mozart... Muchos compositores y personajes a lo largo de su carrera. ¿Cuáles le han dado mayores satisfacciones?

—Han sido muchos, pero me quedaría con Susanna de Las Bodas de Figaro, de Mozart, con el que he tenido grandes éxito y lo he paseado por todo el mundo... La Calisto, de Cavalli me abrió las puertas del barroco con René Jacob y me aportó luego la Cleopatra que hice con él en versión concierto, que paseamos por Francia, Portugal, Salzburgo... Esos personajes son claves en mi carrera artística. Y todos los que he podido aportar en el festival de Salzburgo, donde hice la trilogía de Lorenzo da Ponte durante cuatro años seguidos, que me abrió los pasos a otros personajes. Salzburgo era un poco el festival de festivales, el espejo de lo que se iba a hacer en todo el mundo.

Habrá habido también momentos difíciles...

—Son como espinitas que se quedan clavadas y poco a poco se van superando. Yo tengo un refrán que es: siéntate a la puerta de tu casa y verás el cadáver de tu enemigo pasar. Hay que tener paciencia, tranquilidad y dar los pasos bien dados.

Entre esos momentos complicados estará la polémica que tuvo con ABAO, al prescindir de usted en 2017 tras haberla contratado para el papel de Doña Elvira en 'Don Giovanni'. ¿Se le han cerrado muchas puertas?

—Este episodio me ha cerrado puertas, pero ya se abrirán y si no se abren, pues bueno... No tengo nada que perder, soy una mujer muy íntegra y lo que más odio es que las cosas se hagan mal. No puedo soportarlo y quizás, si me hubiera cogido en otro momento de mi carrera o me hubiera pasado con grandes directores con los que he trabajado, me hubiera afectado muchísimo más. Pero mi carrera está consolidada, tengo un nombre, un peso en lo que ha sido el panorama artístico en el mundo, por eso, no me afectó tanto. Aunque no podía dejar que una señora de un día a otro decidiera que no cantara. Y sobre todo lo que más me dolió es que no estuviera respaldada por la dirección artística de ABAO, que tenía que haber estado conmigo. Te duele mucho más cuando te lo hacen los tuyos, en tu país. ¡Claro que me dieron la razón cuando lo metí a juicio! ¿Cómo no me la iban a dar?

"Divina Cleopatra' es un 80% música y el resto, teatro. Revisa el personaje desde sus estereotipos, pero también repasa mi carrera"

"Nunca soñé con ser soprano, cuando empecé solo quería dedicarme al mundo de la música. Este espectáculo está hecho a mi medida"

"Estoy muy ilusionada con mi proyecto con el Palau de Valencia; voy a aportar a varios alumnos mi experiencia de 35 años en el mundo de la ópera"

"Mi polémica con ABAO me ha cerrado puertas; lo que más me dolió es que no estuviera respaldada por la dirección artística"