n el año 2001, siguiendo la estela de las regiones de la vertiente cantábrica, la Federación Navarra de Caza (FNC) comenzó a organizar campeonatos autonómicos de perros atraillados, en los que estos animales, atados y en compañía de sus dueños, deben identificar, seguir y señalar el rastro de un jabalí. En comunidades como Galicia, Asturias o Cantabria, donde el número de jabalíes no era demasiado elevado, la función de estos perros era fundamental para emplazar jabalíes y conseguir que las batidas tuvieran éxito y no solo se quedaran en lograr otras piezas de caza mayor, como ciervos o corzos.

En la Comunidad foral, sin embargo, la gran cantidad existente de estos ungulados hace que el cometido de estos perros no sea tan necesario, por lo que la docena de personas que todos los años compite en los torneos sigue al pie del cañón por una visión romántica y por una pasión muy especial por los perros, ya que se trata de una modalidad deportiva en la que el contacto con estos animales es total.

Eduardo Urmeneta Armendáriz, pamplonés de 47 años, sabe mucho sobre esta disciplina. Tanto que lleva más de seis campeonatos de España actuando como juez. No solo eso, sino que también está detrás de la organización de una variante que se comenzó a celebrar en Navarra hace seis años, aunque en los dos últimos no se pudo desarrollar: la traílla sobre jabalíes salvajes. “Los decanos de esta especialidad son los gallegos y, a raíz de las pruebas que se realizaban allí, nos animamos a llevarlas a cabo aquí”, relata. Se ejecutan en Sabaiza, en Ezprogui, en la merindad de Sangüesa, y pese a estos dos últimos años de paréntesis, Urmeneta confirma que su intención es retormarlo.

A diferencia de esta modalidad, la que se practica en el resto de España y que también es la que se efectúa en los campeonatos de España es la de rastro de jabalíes adiestrados. “Ese jabalí -explica el juez navarro- pasa sobre unas marcas que se han colocado previamente por los jueces. El animal, atado, sigue a su propietario y nadie pasa después por la zona, para que el rastro no se contamine. En las dos horas siguientes, se realiza el sorteo de los participantes y se entregan los dorsales. Y ya por último comienza la competición, en la que los cazadores cuentan con dos minutos para entrar al rastro de manera perpendicular y que el perro, en el momento en el que pase por encima de él, lo detecte y lo señalice con la voz”.

Si el perro no lo señala con sus ladridos, pero los jueces perciben que ha notado el rastro del jabalí y que coge la dirección correcta, también se le otorgan puntos, según una serie de parámetros y coeficientes que emplean para confeccionar las puntuaciones finales. “Valoramos varios aspectos, como el momento en el que el perro corta el rastro, la manera en la que lo indica, cuánto tiempo tarda en hacerlo, qué facilidad tiene para seguirlo...”, apunta Urmeneta.

A la cabeza de estos campeonatos nacionales siempre se sitúan cazadores de las tres regiones citadas. El pasado 17 de julio, por ejemplo, el cántabro Adolfo Posada, con su perro Gaby, se proclamó campeón de España de Perros de Rastro, modalidad Jabalí, en los terrenos del Real Valle de Valderredible, en Cantabria. Al segundo cajón se subió el asturiano Álvaro Fernández, con Rabuca, aunque, en esta ocasión, el tercer lugar fue para un vasco, José María Iturralde, que acudió con Fina.

Aunque la Comunidad foral comenzó en el 2001 en Etxarri Aranatz a celebrar torneos de esta modalidad, cuando una cuarentena de cazadores se animó a conocer esta disciplina, el número de participantes se mueve ahora en el entorno de la docena de personas. Para tener éxito, hay que contar con un perro que tenga mucha afición a cazar y que posea una predisposición hacia el jabalí, para que no persiga otros rastros, además de que sea fácil de adiestrar y de manejarlo con la cuerda. Asimismo, es crucial un entrenamiento específico, consistente en llevar a cabo rastros de jabalíes iguales que los de los campeonatos. Para triunfar, se precisa que ladre lo máximo posible y que apenas se salga del rastro. Debe tener una adhesión absoluta por los rastros de jabalíes. “Si te gustan los perros, se trata de la modalidad ideal, porque el contacto con el animal es completo. En todo momento, estás con él, lo vas viendo actuar y, con el tiempo y con trabajo, llegas a tener con él una compenetración increíble. Los perros muy buenos, que no siguen rastros de otros animales, no tienen precio”, sentencia Urmeneta.

Para las pruebas que quiere retomar en Navarra, con jabalíes salvajes, se emplean algunos de estos perros, ya conocidos y con una calidad contrastada. Ellos son los que marcan el rastro por el que ha pasado un jabalí. Después, el participante debe seguirlo, y los jueces valoran la labor del perro por la actitud que demuestra. “La experiencia te da una serie de conocimientos para discernir cuándo un perro va siguiendo bien un rastro, ya que procede de un animal salvaje y no se sabe de forma fehaciente por dónde ha pasado”, explica. Es la versión con más semejanza a la caza real y en la que los perros exhiben plenamente sus habilidades.