Fecha: 15/10/2021. Lugar: Teatro Gayarre. Incidencias: Concierto enmarcado dentro de la iniciativa Anaim Club Fest, surgida durante la crisis del COVID y que traerá a diversos puntos de la geografía navarra a artistas como Los Secretos, Ciclonautas o Ramoncín. A María Pelae (voz, guitarra acústica) le acompañaron Antonio Bravo (batería) y Daniel Alanís (guitarra eléctrica, guitarra flamenca, programaciones).

l pasado viernes llegó a Pamplona María Pelae, joven cantautora malagueña que está dando mucho que hablar con la música que estrena en redes y con sus apariciones televisivas. Salió al escenario del Gayarre como un torbellino, al grito de “¡Vamos que nos vamos!”. Vestida de rojo poderoso y lentejuelas negras, su fuerza natural quedó patente desde el primer momento. Cantaba unos segundos parada frente al micro, pero no podía reprimirse y rápidamente se ponía a recorrer el escenario, incansablemente, palmo a palmo, de uno a otro lado. Le acompañaban dos músicos, uno a la batería y otro a la guitarra y programaciones. Dispararon tres seguidas para arrancar: La niña, Maravilla (bien fusionada con algunas estrofas de Ay, pena, penita, pena) y Doloría. Al finalizar la terna, saludó al público y ya avisó de que a ella le gustaba mucho hablar. A la larga, esas intervenciones entre canciones, impregnadas de su gracejo natural, fueron esenciales para el buen desarrollo del concierto, conectando con el público y arrancándole más de una carcajada.

Siguió desgranando temas en los que brillaba su peculiar mezcla de flamenco, música popular, rock, rap y música árabe. Llegó entonces uno de los momentos más desternillantes de la velada. Primero, por la introducción hablada y después, por la surrealista interpretación de un tema que solo canta en directo, pero que nunca ha grabado en ningún disco (ni lo hará, pues, según explicó, “lo que pasa en los conciertos se queda en los conciertos”). La canción (en realidad, versión), se titulaba Me salen ronchas. Y siguió con otra versión: sola en el escenario y pertrechada con su guitarra acústica, Se nos rompió al amor sonó a rumba arrebatada, a la manera de Bambino o María Jiménez. Después, sentada y flanqueada por sus dos músicos, uno al cajón y otro a la guitarra flamenca, Que vengan a por mí, quizás el momento de mayor emotividad de toda la actuación; se trata de un alegato en favor de la libertad (“Como mujer, como andaluza y como lesbiana, que vengan a por mí”, clamó al presentarla). La pieza es hermosa de por sí, con buena melodía y emocionante texto, y María estuvo especialmente atinada en el cante y las palmas, consiguiendo llegar al corazón de la audiencia.

Tras este breve paréntesis, Confesión significó el regreso del huracán. Palabras cargadas de ironía, derroche de entrega por parte de la artista y potente acompañamiento a cargo de sus dos compañeros, que aportaban un toque atrevido y contemporáneo a las composiciones. Más risas en la historia / monólogo que precedió al rap Si se achucha, entra, con él público aplaudió ya con auténtico fervor. Otra cumbre de la actuación llegó en los bises, con La quería, hermosísima tonada popular de tradición coplera envuelta en una base musical rompedora. La despedida llegó con la rumbera Mi tío Juan, poniendo fin a un espectáculo divertido y con mucha enjundia. María Pelae ofrece diversión, baile, carisma, fuerza y profundidad. Una delicia.