- Después de varios aplazamientos a causa de la pandemia y sus restricciones sanitarias, por fin llegó el día de la actuación de Amaral en Pamplona. El Navarra Arena presentaba un magnífico aspecto, con unas cuatro mil personas que acudieron a su cita con Eva y con Juan para disfrutar en directo de las canciones de su último trabajo, Salto al color, un álbum que, en la semana de su lanzamiento, se colocó en el número uno de ventas de nuestro país y que llegó a disco de oro. En su concierto de Pamplona, los maños repasaron algunas de las canciones más recientes, aunque también rescataron algunos de sus temas más emblemáticos, para regocijo de sus seguidores, que disfrutaron de la actuación y se involucraron en ella desde el primer momento.

Minutos antes de salir a escena, ya se veían camisetas y carteles del grupo entre las primeras filas. Muchos de los asistentes habían llegado a Pamplona desde otros puntos de la geografía navarra e incluso desde otras provincias. Y es que el tirón de Amaral no decrece con el paso del tiempo; al contrario, disco a disco van ganando nuevos adeptos para su causa y consiguen reforzar la fidelidad de los que ya tenían. Así pudo sentirse anoche; en cuanto se apagaron las luces, el Navarra Arena rugió y se llenó de aplausos. Por los altavoces sonaron los primeros compases del All tomorrow's parties, de The Velvet Underground, la canción que les sirve de sintonía desde hace ya muchos años. Mientras tanto, uno a uno fueron saltando los músicos al escenario. Cuando todos estaban ya con sus instrumentos preparados, apareció Eva, con una máscara que le cubría toda la cabeza con espejos de distintas formas geométricas. Sobre ella se proyectaba un foco que salía rebotado en mil y una direcciones. Como una Darth Vader musical, la aragonesa se desprendió de su careta y la sostuvo en lo alto, disparando esquirlas de luz hacia todas partes.

El caleidoscopio lumínico se transformó rápidamente en un caleidoscopio musical. Comenzaron con Señales, de su último álbum, que fue excelentemente bien acogida, al igual que las dos siguientes, éxitos indiscutibles de su repertorio y de la música española de las últimas décadas: El universo sobre mí y Marta, Sebas, Guille y los demás, cuyo celebérrimo estribillo ("¡Son mis amigos!") hizo temblar los cimientos del Arena. Acorde con el título y la estética del álbum que estaban presentando, en la parte trasera del escenario había un gran panel de formas irregulares, cada una de las cuales iba llenándose de colores.

En algunas canciones, Eva tocó la guitarra acústica, mientras que, en otras, se dedicó únicamente a cantar y a recorrer de palmo a palmo el escenario, derrochando carisma y energía, arrastrando con su magnetismo a toda la concurrencia. Juan, por su parte, se mantenía en un discreto segundo plano, concentrado en tocar su guitarra y aportando con ella ese sonido tan característico del grupo. Acompañados por una magnífica banda, Amaral ofreció una velada inolvidable a sus miles de seguidores, que vibraron con la música del dúo. Al cierre de esta edición, cuando todavía quedaba mucho concierto por delante, el éxito era ya incontestable.