Fecha: 13/11/2021. Lugar: Navarra Arena. Incidencias: En torno a cuatro mil personas. Eva Amaral (voz y guitarra), Juan Aguirre (guitarra), Tomás Virgós (teclista), Laura Rubio (corista), Ricardo Esteban (bajista) y Álex Moreno (batería).

ras varios cambios de fecha acaecidos a causa de la pandemia y sus restricciones, por fin pudo celebrarse el concierto de Amaral en el Navarra Arena. Fue el pasado sábado y el pabellón se llenó de seguidores del dúo zaragozano, que pudo así presentar en Pamplona su último lanzamiento, Salto al color, publicado en 2019. En el álbum, Eva y Juan demuestran que siguen manteniendo intacta su capacidad de crear grandes canciones, aunque, como novedad, se acercan en algunos cortes a ritmos más bailables y latinos. Un ejercicio de valentía del que salen nuevamente indemnes, pues los resultados artísticos son más que satisfactorios.

A la hora prevista, las luces del Arena se apagaron y las cuatro mil gargantas que esperaban rugieron. Por los altavoces sonaba el All tomorrow's parties, de The Velvet Underground, la sintonía que utilizan para salir a escena desde hace ya muchas giras. Con todos los músicos ya sobre las tablas, apareció Eva con una especie de escafandra formada por espejos cubriéndole la cabeza. Lentamente se la fue quitando y alzándola en alto, de tal forma que varios focos rebotaban sobre ella y los rayos de luz salían disparados en todas las direcciones. Después de tan impactante comienzo, la música: Señales fue la primera en sonar, perteneciente a su último disco y representativa de su faceta más cercana al dance. Inmediatamente después, dos apuestas tan seguras como El universo sobre mí y Marta, Guille, Sebas y los demás.

Debe ser difícil, cuando se tiene un cancionero tan brillante como el de Amaral, dejar canciones fuera del repertorio de los conciertos. Pero, por otra parte, saben que, elijan lo que elijan, van a acertar. Ya puede ser una canción como Hoy es el principio del final, recóndita en el espléndido Hacia lo salvaje, su disco de 2011, como Bien alta la mirada, en la que juegan con el dancehall y las percusiones; o, por supuesto, un himno del calibre de Cómo hablar, que en el Arena todos llevaban marcado a fuego en el corazón y así lo demostraron cantándolo a voz en grito. Esa fue una de las claves del éxito de la actuación, la variedad: canciones más lentas y desnudas (Soledad) y trallazos desenfrenados (Revolución); novedades (Nuestro tiempo) y temas antiguos (Moriría por vos).

Otra de las claves fue, obviamente, el inmenso potencial de sus composiciones, capaces de conquistar al gran público sin hacer ni una sola renuncia en cuanto a su calidad. Súmenle a eso una banda perfectamente engrasada, un escenario amplio y vistoso con una gran pantalla en su parte trasera y, por supuesto, el talento de Juan Aguirre y Eva Amaral, guitarrista talentoso y distintivo el uno, carismático animal de escenario la otra. Para rematar la faena, añadan ciertos efectos escénicos, como el ya apuntado de la escafandra del comienzo o el cambio del vestuario de los bises, cuando Eva apareció con un traje rojo de estilo oriental, con grandes piezas de tela colgando de sus mangas, y deleitó con una sublime versión de Kamikaze frente a un ventilador, de tal forma que las telas se desplegaban tras ella mientras cantaba. El efecto se repitió en Halconera, en la que la vocalista se colocó un nuevo casco de espejos sobre su cabeza, esta con forma de ave, y las largas telas de las mangas parecían alas.

Tuvieron que ofrecer dos tandas de bises que llevaron el concierto hasta las dos horas y media de duración. Terminaron con Sin ti no soy nada, con Eva y Juan solos en el escenario, y Peces de colores, alegato en favor de la libertad sexual. Mientras sonaba Moon River, hicieron salir a todo su equipo para decir adiós, otorgando a técnicos, conductores y demás la importancia que merecen y la visibilidad que nunca tienen.