los pocos días de volver del viaje, nos reunimos en Zubiri al recurrente almuerzo de huevos frescos de mis gallinas y salchichas de Arrieta, los tres viajeros junto a nuestro compadre Juan Ignacio. Ávido por saber qué tal había ido todo, solo con vernos la cara se daba cuenta del gran camino que habíamos recorrido. Ya había salido el primer artículo, y aún llamó al dire de esta casa para decirle que era una pena que el reportaje no saliera a color, por aquello de ver al animal en su esplendor. Y es que el formato periódico no es muy apropiado para ver las fotos, y en blanco y negro no se ven tan nítidas.

Más tarde, no contento con eso, me dijo que el viaje no se había terminado. Que nos faltaba la novillada. Cierto es que otros años la hemos hecho. Y más cierto aún, que con eso de tenerla tan cerca, da la sensación de que no apreciamos tanto lo que tenemos. Y ni corto ni perezoso, como se dice, ya estaba llamando al Pincha para cerrar una visita que culminara el ciclo. En cuanto tengamos una fecha en un par de semanas, le comenta José Antonio, encantado de recibiros. Así que, el viaje tenía un último hito que cubrir. Había que ir a Lodosa, a casa de José Antonio Baigorri, y ver de primera mano cómo estaba la situación.

Llegó el día, y los cuatro viajamos hasta la finca El Ontanal, apenas unos kilómetros de la localidad. Después de un poco lluvioso marzo, ha llegado abril aguas mil. Habían caído 20 litros/m2 en la zona, y como nos comenta Francisco, el mayoral de la casa, estando en zona de regadío este agua no hace más que mal.

Saludamos al ganadero, que está con saneamientos y papeleos con los veterinarios. Nos deja en manos de su hombre de confianza, el bueno de Francisco, que nos va contando cómo están las cosas por aquí. Y, después de la pandemia, con muchos más toros de los esperados. Tiene una camada larga de toros que colocarán en diferentes plazas. Vemos primero los novillos, porque queremos ver uno a uno los que tiene preparados para Pamplona.

En un corral, 35 reses holgazanean tras haber comido temprano. La mayoría negros, porque sólo hay tres castaños, uno de ellos casi colorado, buscamos a los nueve novillos que tiene reseñados para la selección de los que vayan a terminar viajando hasta la Monumental pamplonesa.

Uno a uno vamos viéndolos con tranquilidad, por lo que pasamos un largo rato en el corral. A eso hemos venido, y cuando los ves a la carrera, muchas veces ves al toro encogido, o tumbado, o desigual de patas y manos, y te puedes llevar una equivocada impresión. Y esto no es tan sencillo de valorar como mucho listo se piensa. Además, siempre se comete el error de que, al verlos tan cerca, todo te parezca grande y preparado. De ahí que, despacio, viendo cómo se mueven, y en diferentes sitios es como vas valorándolos mejor. Aunque, cierto es, nosotros no estamos aquí para poner notas, ni decidir si valen o no. Para eso la Misericordia ya tiene sus veedores. Pero como aficionados, y uno de cada madre, allí donde vamos, sacamos nuestras conclusiones. Y además, incluso nos atrevemos a pronosticar resultados. Qué osados somos.

Todos son negros, siete de similares hechuras, muy parejos como se dice en el argot, y un par que están por encima de ellos, sobretodo por sus caras, es decir, por ser más descarados de pitones. Algunos están aún cortos y estrechos, pero dos meses y medio en los novillos es mucho tiempo, y de los nueve son seis los que serán de la partida, y seguro que se elegirán los más preparados en hechuras. Cosa que para mí es un error. Debieran dejar al ganadero opinar sobre sus reatas, sus padres, resultados de otros hermanos de camada. A fin de cuentas, el que más y mejor sabe lo que tiene es quien los cría, quien los inventa según su saber y gusto.

Vamos comentando el destino de todos sus bureles, y Francisco nos cuenta que en septiembre tienen firmado Calasparra, que posiblemente sea uno de los tres mejores ciclos de novilladas de todo el planeta toros. Esa es una gran localidad para que los novillos den su medida. Luego unos novillos por aquí, otros por allá, espera colocarlos todos menos unos cuantos de los que vemos, que van a dejar para toros y que se lidien el próximo año.

Del cercado de novillos pasamos al de los toros. Hay un toro negro burraco que llama la atención desde lejos. Toros que estaban reseñados para el anterior ciclo sanferminero como utreros, y que se quedaron en casa. Ese y otros seis de aquí van a Marchamalo en Guadalajara, nos dice Francisco. Y nos sigue contando que tienen otra corrida hecha y luego dos toros a una mixta y otro a otro sitio. En fin, que piensa en colocar todo.

Lo malo de esto, cuenta, es que hasta el final del verano no van a salir todos. Me gustaría ir dejando los cercados limpios cuanto antes. Pero parece que este año casi todo va para septiembre. Y sin querer estorbar más, visto lo que tiene de saca, damos por concluida la visita. Agradecidos a Francisco por las molestias, le dejamos en sus labores.

Ha pasado el mediodía, y estando en Lodosa lo suyo es ir a pillar productos de la zona. Botes de pimientos en la tienda, y a la cooperativa de cabeza. Es tiempo de espárrago, y entramos hasta la cocina en busca de buenos kilos.

De vuelta, aún vamos dando nuestras opiniones sobre el 7, o el 98, o el 3, que ni sabemos si estarán ellos o sus hermanos de lote. Pero nos queda claro que, a pesar de ser una novillada más que apta, con lo grande que es el coso pamplonés, seguro que todos parecerán chicos a la mayoría de espectadores. Y es que hay tres formas de ver el toro, y todas diferentes. En el campo, en los corrales y en la plaza. Y si no sabes reconocerlos en los tres, es fácil pensar que desde la fila 15 todo es pequeño.

Esperamos que estos reportajes les hayan acercado al animal en su hábitat, y que sepan valorar el esfuerzo y trabajo de tantas personas para que luego podamos vivir unas fiestas sin igual, que este año sí que sí. ¡Riau, riau!